"Crónica de un amor efímero"
La web oficial.
El argumento: Una madre soltera y un hombre casado se vuelven amantes. Están comprometidos a verse solo por una aventura y no a encontrar ninguna esperanza de amor, sabiendo muy bien que la relación no tiene futuro. Sin embargo, cada vez se sorprenden más por su comprensión, su complicidad y el bienestar que experimentan juntos.
Conviene ver: “Crónica de un amor efímero” es lo nuevo de Emmanuel Mouret después de haber conquistado con "Las cosas que decimos, las cosas que hacemos" (2020), heredera del espíritu de la Nouvelle Vague, volviendo a traernos una joya de los sentimientos (a pesar de lo difícil que es y lo bien que lo verbaliza) que le resta algo de la pedantería que tenía aquella para mostrar una relación más terrenal en su forma de expresarse. En su nuevo trabajo la sombra de Woody Allen, prevaleciendo los diálogos, las relaciones de pareja y cierto elitismo neurótico, vuelve a estar presente con la aventura romántica en la que se introducen una madre soltera y un hombre casado, ambos con hijos, y hastiados por la rutina sintiendo desde sus diferentes caracteres pero su evidente química la necesidad de experimentar y encontrar un bálsamo de paz e ilusión en sus vidas. Relación en la que, aunque saben desde el principio que no hay futuro en común, verán cómo brota una energía que les hace bien y en la que no hay cargas ni reproches sino complicidad y afecto aprovechando el momento aprovechándose de que saben que el fin de la relación está marcada de antemano y que harán daño a personas que quieren si siguen adelante con ello. A ello contribuye el acertado trabajo de Sandrine Kiberlain y Vincent Macaigne, ella libre y enérgica, él apocado y sensible, que dan vida a personas normales, con vidas y trabajos corrientes que se alejan del cliché del cine romántico.
El director vuelve a explorar a través de las reflexiones de sus protagonistas, con un tono de elegancia, filosofía y melancolía, las complejidades del amor, las ambigüedades y dudas de las relaciones de pareja, las dinámicas del sexo y la licitud moral o no de lo que implica dejarse llevar cuando aparece esa alma gemela en el momento en el que no se esperaba y en el que ya no es aceptado dejar marchar lo que se tiene para agarrarse a esa pasión como concepto mitificado pero que en caso de no materializarse derivará en una oportunidad perdida que puede lastrar también una existencia por coartarse a la hora de hacer lo correcto no atreviéndose a dar el paso decisivo. La cinta se apoya en esa diatriba en el amor que viven dos personas maduras que quieren formar un oasis libre de ataduras y responsabilidades ante el hecho de que él sea un hombre casado y con hijos que siente que hace tiempo perdió la chispa y ella una madre soltera que aborrece los convencionalismos así como el género o la edad a la hora de que surja la atracción. Ambos reflejan el pudor, el nerviosismo inicial y ese sentimiento de culpa que está presente pero no puede refrenar el hecho de ese deseo y esa atracción que les hace volver a sentirse vivos, entre la torpeza y la espontaneidad, y recordar sensaciones que creían olvidadas mientras no hacen más que esperar a que llegue el siguiente encuentro.
“Crónica de un amor efímero” se sostiene en la honestidad y autenticidad de unos intérpretes que son de los imprescindibles en el cine francés de la actualidad, bien sea en la comedia ingeniosa o en el drama romántico que se presenta de manera madura y no por ello menos insegura ante el vértigo que suscita y que se verbaliza en un guión bien armado sobre largos planos secuencia y conversaciones (en escapadas y encuentros fortuitos) que nos llevan a la ciudad y a la burguesía de cines, teatros, museos, restaurantes, parques y cenas con vino. Es por ello que las referencias con el cine de Ingmar Bergman, Éric Rohmer y, sobre todo, el Woody Allen de los 70 son más que conscientes aunque por encima de todo haya cierta herencia evidente de la Nouvelle Vague. Una cinta con estilo que entre conversaciones profundas, paisajes bucólicos, las canciones de Serge Gainsbourg y Jane Birkin y la música de Mozart o Shostakovich nos acompaña como una suave brisa.
Un amor pasajero a través de breves y cotidianos segmentos (los conocemos por lo que hablan entre ellos en los mismos sin saber nada de su vida más allá de los mismos) que, no por saber un final adelantado en el tiempo, tiene su parte de suspense por saber cómo cada una de las partes de esa relación abordará lo que sienten y viven, pasando de una experiencia vital a una necesidad que les reconforta y que les mantiene vivos frente a la rutina de la vida adulta y con responsabilidades queriendo sentir, experimentar y definir sus propios límites pero, sobre todo, sentirse comprendidos, deseados y amados. Una coreografía medida que habla del azar, de la finitud del tiempo y de la necesidad de aprovecharlo que lleva a que sean personajes siempre activos, con eternas dudas e inseguridades, que no tienen miedo a confiar el uno en el otro creando una complicidad fruto del destino sabiendo que son ellos los que marcan las reglas y el momento de decirse adiós. Una delicia elegante que evoca a un estilo de cine fruto del pasado, en el que la palabra y el sentimiento toma el mando frente la acción y la narración, pero que resuena porque sigue interpelando a los sentimientos y cavilaciones de lo que implica formar parte de la condición humana, tanto en la felicidad como en el dolor de un amor que a pesar de lo que diga el título son de esos que (independientemente de su duración) quedan marcados a fuego para siempre y definen a uno de ahí en adelante.
Conviene saber: En la sección Cannes Première del Festival de Cannes 2022 y nominada al mejor actor en los César 2023.
La crítica le da un SIETE