Hollywood canalla: Ava Gardner, belleza indomable
Querido primo Teo:
Una verdadera gran estrella de cine ha de tener una biografía que esté muy por encima de cualquiera de sus películas e indudablemente en el caso de Ava Gardner esa máxima se cumple. Su portentosa belleza la envió a Hollywood y la convirtió en la encarnación más perfecta de Venus, la diosa romana de la belleza, pero la presión de la industria y el peso de la fama hicieron de ella una mujer desdichada en permanente lucha por la libertad y jamás se rindió por ello. Renegó de Hollywood porque quiso apropiarse de su alma y también se detestaba como actriz porque nunca quiso serlo y además consideraba que no estaba hecha de esa pasta, ni tenía formación y apenas cultura. Puede que Ava Gardner no fuera una actriz con una técnica depurada y salida de la escuela más elitista de la costa este de los Estados Unidos pero era un animal escénico, cuando estaba en pantalla no podías fijarte en otra cosa y no porque tuviera una presencia apabullante sino porque poseía un talento natural que la hacía auténtica y eso está muy por encima de cualquier método interpretativo.
Nacida en la Nochebuena del año 1922 en una granja de Grabtown (Carolina del Norte). Era la menor de los siete hijos de Virginia, llamada Molly, y Jonas Bailey Gardner, un matrimonio de granjeros de origen irlandés y escocés que poseía una pequeña plantación. La pequeña Ava Lavinia fue feliz pese a las estrecheces familiares. Sus padres se vieron obligados a empezar de cero varias veces y en varios lugares del estado de Carolina del Norte debido a los infortunios y la profundísima crisis económica tras el crack de 1929. A la edad de 12 años Ava comenzó a trabajar para ayudar a su madre que servía como ama de llaves en un hostal y a los 15 perdió a su padre víctima de una infección pulmonar.
Para Ava supuso un hecho traumático abandonar la vida en el campo para trasladarse a la ciudad en búsqueda de una prosperidad familiar que no llegó. En el campo se sentía libre y ni era juzgada por sus modales, ni por su marcado acento ni se sentía más pobre que las ratas. A Ava no le gustaba estudiar, aunque demostrara tener facilidades para ello, pero aceptó hacer un curso de secretariado con el que se habría ganado la vida de no ser porque en 1941 su vida cambiaría para siempre.
Su madre, Molly, era una baptista con unas firmes convicciones religiosas. Ella era consciente de que su hija Ava se había convertido una adolescente muy atractiva y fue muy protectora y machacona con su hija para inculcarle que el sexo era algo muy sucio y que debía apartarse de los hombres. Su hermana mayor, Beatrice, a la que llamaban "Bappie", era muy diferente, actuó como su segunda madre, le pasaba unos veinte años, y fue quien la rescató de toda aquella opresión. Ella vivía en Nueva York, se había casado por segunda vez con un fotógrafo y se la llevó una temporada. Ava dejó a su cuñado, Larry Tarr, impresionado y más que por una incuestionable belleza por su capacidad para transmitir de una manera natural la felicidad y eso era perfecto y más en un momento en el que mundo había implosionado, la Segunda Guerra Mundial ya era una realidad.
Larry le hizo unas fotografías a Ava y una de ellas quedaría expuesta en el escaparate de su tienda. Nueve meses después alguien que decía ser un cazatalentos de la Metro-Goldwyn-Mayer se quedó en estado de shock al ver la foto de Ava cual pin-up y quiso localizarla pero ella había regresado a Carolina del Norte. En realidad el tipo no era más que un mensajero del Estudio que utilizaba ese truco para ligar pero a Barney Duhan hay que atribuirle el mérito de descubrir a Ava Gardner porque le hizo llegar sus fotografías a uno de los ejecutivos de la compañía. Todo esto mientras la joven Ava Gardner estaba al margen y cuando se enteró de que su hermana y su cuñado estaban tratando de hacer negocios con su imagen se sintió profundamente decepcionada.
Recibió una llamada de la Metro-Goldwyn-Mayer, insistiendo para que hiciera una prueba. A diferencia de otras jóvenes, Ava no fantaseaba con ser una estrella de cine, ni siquiera era capaz de mencionar a alguna más allá de Clark Gable que era el ídolo de su madre, y todo aquello de sentirse observada por unos señores con traje y por las cámaras le resultaba demasiado incómodo. No sabía actuar, tenía un acento del sur muy marcado, tampoco tenía modales pero era tan guapa que la Metro-Goldwyn-Mayer se negó a dejarla escapar. Le ofrecieron un contrato, su hermana Beatrice le convenció para que lo aceptara porque significaba la prosperidad que tanto soñaron los suyos. En ese momento su madre ya estaba sentenciada por un cáncer de útero y no pudo ver la entrada en Hollywood de su hija.
La Metro-Goldwyn-Mayer era el Estudio que presumía de tener más estrellas que en el cielo. Fue la compañía que lanzó las carreras de Greta Garbo, Clark Gable, Norma Shearer y Joan Crawford. Ava Gardner poseía una belleza natural y a diferencia de otras luminarias no necesitó pasar por el taller para perfeccionar su fotogenia, lo complicado fue sacarla de una plantación sureña y que dejara a un lado la timidez. Para lo último fue fundamental el alcohol, antes de sus primeras apariciones ante las cámaras le ofrecieron un trago para que se relajara. La compañía ignoraba los efectos de la botella en su futura estrella.
Ava Gardner era un diamante en bruto pero su proceso de aprendizaje fue especialmente duro. Pasaron cinco años hasta que consiguió la acreditación en una película. Mientras tanto tuvo que asistir a clases de dicción, arte dramático, baile, hacer sesiones de fotos y sobre todo aprender a tolerar a los ejecutivos sobones de la industria porque si se oponía jamás llegaría a ser una estrella. Siendo todavía una novata, y también mocita en la siempre pacífica comunidad de Tinseltown, Ava Gardner se enamoró de Mickey Rooney, dos años mayor que ella, que comenzó su carrera como actor siendo un niño y que como estrella juvenil era uno de los principales activos de la Metro-Goldwyn-Mayer.
La pareja se casó en Enero de 1942, con la oposición total del Estudio que consideraba que Rooney perdería el favor del público si pasaba por la vicaría. El matrimonio apenas duró un año debido al temperamento violento del actor y su adicción al juego. Ava Gardner aún no se había convertido en una estrella y fue discreta con quien fue su primer marido al no revelar sus trapos sucios.
El lanzamiento al estrellato de Ava Gardner llegó gracias a “Forajidos” (1946) de Robert Siodmak que tuvo un enorme éxito. Gardner resultó perfecta como la encarnación de la lujuria, de quien puede arrastrar a la perdición a quien se cruce en su camino. Se convirtió en la mujer más deseada de Hollywood y el papel de Kitty le hizo ver que era mucho más que una chica guapa con suerte y que podía ofrecer una interpretación convincente. Ava encontró en Robert Siodmak a un excelente director que le hizo sentir segura, alguien que cuidó al máximo no solamente su apariencia sino también su actuación.
La llegada al estrellato de Ava Gardner fue un trago amargo para la actriz porque en ese momento estaba sumida en una crisis personal. Tras dejar a Mickey Rooney se hizo amiga del multimillonario magnate Howard Hughes, con quien no quiso casarse, y se enamoró locamente del músico de jazz Artie Shaw, ex marido de su íntima amiga Lana Turner, con quien contrajo matrimonio en Octubre de 1945 para solicitar los papeles de divorcio en apenas diez meses. Las relaciones de Ava con sus parejas fueron muy tóxicas. Ava era una mujer muy insegura porque estaba en un lugar que no era el suyo, ella era una mujer sureña, extremadamente humilde, sin cultura y cuya belleza le brindó la oportunidad de trabajar en el cine. Se sentía inferior y completamente desamparada. Buscaba cariño y llenó ese vacío de la manera más hedonista, entregándose al alcohol, la fiesta y a cualquier hombre que inicialmente fuera cortés con ella para no sentirse sola.
Artie Shaw marcó profundamente a Ava, la destruyó de alguna manera e hizo que ella actuara en el futuro contra el género masculino como venganza, pero no fue diferente de Mickey Rooney ni tampoco lo fue Frank Sinatra que tras mucho insistir en su cortejo inició una relación con la Gardner en 1949 y se separaron tras muchas turbulencias en 1957. Mención especial merece George C. Scott con quien mantuvo una relación durante el rodaje de “La biblia” (1966), un romance que no fue la excepción y que estuvo marcado por el alcohol, los celos y la violencia hasta el punto de que él por poco la mata de una paliza durante una de sus habituales broncas.
El éxito de “Forajidos” (1946) hizo que el Estudio viera a Ava Gardner con otros ojos, ya era una opción para futuros proyectos aunque hubo ocasiones en las que fue cedida a otra compañía porque rivalizaba con otro de los sex symbols oficiales de la MGM como era Lana Turner, que a diferencia de lo que pudo suceder con Joan Crawford y Norma Shearer la Turner y la Gardner jamás se vieron como competidoras sino como confidentes con más similitudes que diferencias y que compartían oficio, atractivo e incluso amantes.
Pero Ava Gardner tenía un problema y es que Louis B. Mayer ya se estaba hartando de lidiar con los escándalos de su nueva estrella y que además de estar relacionados con sus romances tenían que ver con su comportamiento violento cuando estaba borracha. A Ava Gardner le incitaron a beber cuando comenzó en el Estudio porque era muy introvertida y eso fue a más mientras estuvo casada con Mickey Rooney, porque se cansaba de ver que él era el centro de atención en las fiestas. Ava bebía continuamente y cuando lo hacía llegaba a ser agresiva.
Lo mejor de su carrera como actriz fue que le brindó la posibilidad de trabajar con Clark Gable, de quien estaba enamorada desde que era una niña y que además era el actor preferido de su madre. Ambos tuvieron una excelente química como se pudo comprobar en “Mogambo” (1953), el trabajo más memorable que hicieron juntos. Los dos eran dos animales heridos, Gable estaba destrozado por la pérdida de su amada Carole Lombard, y desde el primer momento se ayudaron.
Ava Gardner se consagró como sex symbol gracias a “Venus era mujer” (1948) que, pese a que no funcionó bien ni recibió buenas críticas, sí que trascendió la imagen de la actriz como la versión en carne y hueso de la diosa de la belleza, era imposible resultar más exultante y más cómoda disfrutando de su magnetismo sexual. A nivel interpretativo le hizo especial ilusión protagonizar “Magnolia” (1951), una comedia musical que la conectaba con su origen sureño. Se esforzó para estar al nivel de exigencia que le suponía una película en la que tenía que cantar pero se sintió defraudada porque la Metro-Goldwyn-Mayer decidió doblarla en sus canciones ya que consideró que a nivel vocal no estaba a la altura. Ava veía que su Estudio la despreciaba, de hecho Louis B. Mayer jamás la consideró válida como actriz y ella no dejaba de pelear para que sus derechos se vieran reconocidos.
La Metro-Goldwyn-Mayer le ofreció a Ava Gardner la gran oportunidad de trabajar en “Mogambo” (1953) de John Ford, uno de sus proyectos estrella y que era una nueva versión de “Tierra de pasión” (1932) en la que se recuperaba a Clark Gable. Que Ava Gardner estuviera en “Mogambo” también fue una estrategia para separar a la actriz de quien se había convertido en su tercer marido, Frank Sinatra, y cuyos escándalos y peleas continuas generaban demasiada publicidad negativa. El rodaje fue problemático, Gardner tuvo además sus conflictos con John Ford pero jamás había conseguido tan buenas críticas por uno de sus trabajos llegando incluso a su única candidatura al Oscar.
Pero si Ava Gardner tuviera que ser recordada por una sola película indudablemente lo será por “La condesa descalza” (1954) de Joseph L. Mankiewicz. Una versión trágica de la Cenicienta que narra la historia de María Vargas, una bailaora de un tablao flamenco que es descubierta por un director y un productor de cine que le ofrecen la posibilidad de convertirse en una estrella de Hollywood, aunque eso le conduzca a un desenlace fatal. “La condesa descalza” era una historia para Rita Hayworth pero la actriz se negó porque veía demasiados paralelismos con su vida.
La segunda opción fue Ava Gardner que se sintió fascinada por María Vargas, un personaje con quien no podía tener más conexiones personales ya que al igual que ella luchaba por ser una mujer libre frente a Hollywood y también frente a los hombres y además se rodaría en España, país que ya consideraba su hogar. El rodaje no fue fácil y ni Mankiewicz ni Humphrey Bogart le crearon un clima de confianza pero, pese a que “La condesa descalza” no tuvo un buen funcionamiento, confirmó a Ava Gardner como diosa del firmamento de Hollywood, es decir, como una de esas grandes estrellas que están infinitamente por encima del arte. Era el animal más bello del mundo y jamás estuvo igual que siendo María Vargas exhibiendo su sensualidad.
En la primavera de 1950 Ava Gardner iniciaría su historia de amor con España. La actriz se trasladó junto a su hermana a la Costa Brava, a Tossa de Mar, un pequeño pueblo de pescadores que ni en sus mejores fantasías se podía imaginar que seduciría a una mujer que representaba la grandeza de Hollywood. Aquel lugar que parecía desconectado del mundo, quedaba tiempo para proclamar eso de “El turismo es un gran invento”, cautivó a la Gardner. El rodaje de “Pandora y el holandés errante” (1951) de Albert Lewin se desarrolló entre la entrega y el asombro de los lugareños por tener como invitada a la Gardner y también por el desenfreno nocturno de la diva seducida por la fiesta y por toreros como Mario Cabré.
Cuatro años después de su visita a la piel de toro la actriz anunció que abandonaba Hollywood para fijar su residencia en España. Se compró una casa en la madrileña urbanización de La Moraleja en donde no dejó de alimentar a la leyenda. Muchos presumieron de haberse acostado con ella, o haberse ido de juerga con la actriz e incluso quien la recogió desmayada tras una borrachera monumental. Ava Gardner encontró en España la libertad que no halló en Hollywood y lo curioso fue que lo hizo en un lugar que no era precisamente libre ya que estaba en pleno régimen dictatorial. Fue muy bien recibida por la alta sociedad madrileña, no era para menos pese a que estaba precedida por el escándalo.
Era normal verla en la plaza de toro de Las Ventas, alternando en locales de fiestas como Pasapoga y Chicote, recibiendo a sus célebres amistades como Ernest Hemingway y también a personalidades patrias, ligando con cualquier señor estupendo que se le pusiera delante, teniendo broncas con Frank Sinatra, que seguía siendo su pareja oficial y que de vez en cuando se presentaba en Madrid, o esquivando a los paparazzi que aunque no fueran tanto como en Hollywood también la buscaban en la capital y en otras zonas de España como la Costa Brava y Mallorca. En España rodó varias películas de la que hay que destacar “55 días en Pekín” (1963) de Nicholas Ray, que fue un absoluto desastre. El romance de Ava Gardner con España finalizó en la década de los 60, cuando comenzó a ser perseguida por Hacienda, y vendió su residencia en 1968 para instalarse definitivamente en Londres.
Muchos hombres pasaron por la vida de Ava Gardner, desde un jovencísimo John Fitzgerald Kennedy, que no causó ningún tipo de impacto en la cama de la actriz, hasta toreros como Mario Cabré y Luis Miguel Dominguín, a quien le urgió la prisa por contar su faena con la protagonista de “Las nieves del Kilimanjaro”. Si Mickey Rooney fue quien le hizo descubrir los placeres de la carne y Artie Shaw el que la convirtió en una vengadora de la entrepierna, en Frank Sinatra encontró a su versión masculina.
El primer encuentro entre Ava y Frankie ocurrió cuando la actriz estaba casada con Mickey Rooney, se vieron en una fiesta y Sinatra se quedó deslumbrado maldiciendo al marido de la Gardner por haberla descubierto antes. Desde ese momento el cantante se obsesionó con ella y quiso conquistarla a toda cosa, pero cada vez que lograba encontrarse con la actriz ella estaba con otro o él con otra. Comenzaron a salir en 1949, pasando por la vicaría en Noviembre de 1951, y ambos resultaron ser almas gemelas, tenían el mismo temperamento, la misma manera de amar y también utilizaban la misma coraza para esconder su inseguridad.
La relación fue tormentosa con peleas constantes y Ava Gardner siempre se llevaba la peor parte frente a la prensa. Se divorciaron en 1957 tras una infinidad de peleas, reconciliaciones y varios abortos pero nunca dejaron de quererse, de hecho él le ayudó económicamente cuando la salud de la actriz se debilitó, y en el momento en el que Ava Gardner falleció en 1990 quien más la lloró fue Frank Sinatra.
A finales de la década de los 50 el esplendor de Ava Gardner ya era visto como un símbolo del pasado. Su nombre era sinónimo de escándalo y sus películas no funcionaban en la taquilla. Su belleza además estaba sufriendo las consecuencias de su ajetreada vida. Seguía siendo atractiva pero poco tenía que ver con aquella joven que ni siquiera necesitaba maquillaje y que conquistó a los ejecutivos de la Metro-Goldwyn-Mayer con el resplandor de su belleza. La presencia de Ava Gardner quedó reducida a dar lustre como cualquier viverentas a los grandes repartos de la época como "Terremoto" (1974) y “El puente de Cassandra” (1976) y también, de manera excepcional, lucir todo su talento interpretativo en películas como “La noche de la iguana” (1964) de John Huston por la que fue premiada en el Festival de San Sebastián.
Ava Gardner no tuvo hijos, se provocó varios abortos y también se sometió a una histerectomía para evitar desarrollar un cáncer de útero, que fue lo que mató a su madre. Era una gran bebedora y fumadora y padecía lupus. En 1986 sufrió una neumonía y su cuerpo estaba tan deteriorado que terminó derivando en una embolia que la dejó parcialmente paralizada. Estaba muy débil y otra neumonía acabó con su vida el 25 de Enero de 1990. Tenía 67 años y de su manera de vivir no solamente hizo su mejor película sino que también engrandeció a Hollywood.
Mary Carmen Rodríguez