In Memoriam: Angelo Badalamenti, creador de atmósferas y sentimientos

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Querido Teo:

A los 85 años ha fallecido el compositor Angelo Badalamenti, uno de los más influyentes del audiovisual en las últimas décadas y sin duda nombre de referencia que, a pesar de que se le reconozca especialmente por ello, fue mucho más que el compositor indisociable al universo de David Lynch. Su llegada al cine fue tardía pero lo hizo para dejar huella en un destacado catálogo en el que los teclados eran su baza para crear atmósferas tan fascinantes e intrigantes como enfermizas e inexplicables.

Angelo Badalamenti nació en el barrio de Brooklyn (Nueva York) el 22 de Marzo de 1937 y cómo bien hace mención su apellido sus orígenes eran italianos. Tras trabajar como pianista y acompañante de cantantes como Shirley Bassey, Nina Simone y Nancy Wilson, pasó formar un dúo funky durante los 70 y participar en alguna que otra película. Su primer trabajo para el cine fue “La guerra de Gordon” (1973), cinta del subgénero de "blaxpoitation" muy en boga esos años, pero su carrera tendría razón de ser cuando entró en contacto con David Lynch formando un tándem exitoso durante más de tres décadas.

Como suele ocurrir en estas cosas el encuentro entre ambos fue fortuito auspiciado cuando se recomendó a Badalamenti para ejercer de profesor de canto de Isabella Rossellini para "Terciopelo azul" (1986) en un momento en el que la carrera de éste parecía estancada y relegada a ser músico de estudio. Tan contento quedó el director del buen trabajo del músico para esa escena final de la película que terminaría encargándole toda la banda sonora. Lo demás es Historia.

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David Lynch siempre ha mostrado un especial interés por la música y no es de extrañar que este aspecto haya sido uno de los más cuidados de sus películas tanto en lo referente a la música incidental como a la selección de canciones. Ambos encajaron como un guante y se puede hablar sin temor a equivocarse de que han formado un tándem tan mítico como el de Alfred Hitchcock y Bernard Herrmann, David Lean y Maurice Jarre, Steven Spielberg y John Williams o Tim Burton y Danny Elfman. Eso sí, fue una serie de televisión la causante de que tocaran la gloria.

"Twin Peaks" revolucionó la pequeña pantalla en los primeros 90 ambientándose en un misterioso pueblo en el que durante 8 adictivos capítulos se cernía una atmósfera malsana en relación a la muerte de Laura Palmer. El álbum con la banda sonora fue disco de oro y le hizo conseguir a Badalamenti 3 nominaciones a los Emmy y un Grammy por la interpretación del tema principal de la serie que reflejaba la brisa y la oscuridad en ese bosque angosto y sinuoso sabiendo combinar en una misma pieza tanto lo misterioso como lo romántico.

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Unos acordes que nos llevan sin duda a un tiempo y un lugar en concreto que sigue creando escuela tantos años después con un buen número de títulos que han pretendido seguir su estela y que ahora se encuadran en su mayoría en el subgénero del “true crime”.

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Desde ese momento la colaboración entre músico y compositor se ha mantenido hasta el prácticamente retiro de David Lynch, y ahora la muerte del compositor, bien fuera en cortos, vídeos musicales o incluso una ópera. La cadencia reposada en un onirismo envolvente y sensual sostenida en el piano y con reminiscencias al jazz es el estilo característico de Badalamenti del cual ha hecho gala en una carrera en la que hay que destacar otros trabajos para el director tal fue el caso de "Una historia verdadera" (1999) y "Mulholland Drive" (2001) consiguiendo por ambas sus únicas nominaciones al Globo de Oro.

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David Lynch supo a través de la música de Angelo Badalamenti expresar más que las propias palabras para un cine que manda más por el valor de la experiencia que por su poso narrativo. Ambos supieron verlo y, aunque el sello del músico es inconfundible, se permitió cambiar de registro con “Una historia verdadera”, la película más humana y emotiva (y también menos Lynch).

Con ella Badalamenti mutó pasando del jazz al country y de la opresión a la luz de los amplios paisajes de esa América profunda que recorre el anciano protagonista de la cinta en su lento tractor, su casa rodante, con el fin de reencontrarse con su hermano enfermo descansando entre los campos en el camino hacia ese último gran viaje. Pura sensibilidad sobre esos pequeños gestos vitales que mueven el mundo con una música que son como pequeñas gotas cayendo en el alfeizar de la ventana o en un corazón que se resiste a dejar de sentir.

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Badalamenti ha trabajado también en diversos proyectos de cine independiente y series de televisión además de componer numerosas canciones para la cantante Julee Cruise, quien también interpretó varios temas en “Twin Peaks”, así como con la vocalista Marianne Faithfull. Además su querencia por el terror, el thriller, lo perturbador y lo alucinógeno le llevaron a componer la banda sonora de “Pesadilla en Elm Street 3: Los guerreros del sueño” (1987), “La ciudad de los niños perdidos” (1995), “Arlington Road” (1999), “La playa” (2000) o “Secretary” (2002).

"Largo domingo de noviazgo" (2004) fue uno de los últimos y más recordados trabajos para el cine del compositor más allá de la sombra de David Lynch. En su segunda colaboración con Jean Pierre-Jeunet, tras la citada “La ciudad de los niños perdidos” (1995), nos transportaba a una de esas historias de amor más grandes que la vida ambientada en la I Guerra Mundial, con intriga policiaca y con la característica fantasía barroca del director. Un universo del que el compositor formó parte disfrutando y sintiéndose cómodo aportando su oficio y siendo recompensado, por ambos trabajos a las órdenes de Jeunet, con sendas nominaciones al César.

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Toda la solvencia y eficacia demostrada la puso en práctica también componiendo las fanfarrias de la ceremonia de inauguración de los Juegos Olímpicos de Barcelona 1992 sin ser él nada de épica y fastos. Aunque siempre se le recordará por su trabajo con David Lynch el legado del compositor quedará asociado siempre por su capacidad de transportarnos, emocionarnos e imbuirnos sólo con un par de acordes de cualquiera de sus trabajos.

Nacho Gonzalo

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