"Armageddon time"
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El argumento: Paul Graff lleva una infancia tranquila en los suburbios neoyorquinos. Junto a Johnny, un compañero de clase excluido por su color de piel, se dedican a hacer travesuras. Paul cree contar con la protección de su madre, presidenta de la asociación de madres y padres de alumnos, y de su abuelo, con el que mantiene una muy buena relación. Pero, tras un incidente, es enviado a una escuela privada, cuyo consejo de administración cuenta con el padre de Donald Trump como uno de sus miembros. El elitismo y el racismo sin complejos con el que se encuentra cambiarán drásticamente su mundo.
Conviene ver: "Armageddon time" se une a esa corriente de nostalgia e introspección que han llevado a cabo directores consagrados refugiándose en el pasado de los tiempos oscuros que nos toca vivir. Ha sido el caso de Alfonso Cuarón (“Roma”), Pedro Almodóvar (“Dolor y gloria”), Paolo Sorrentino (“Fue la mano de Dios”), Kenneth Branagh (“Belfast”) o el próximo Steven Spielberg (“Los Fabelman”). Ahora es el turno de un James Gray que ha emocionado con una historia semiautobiográfica heredera de "Los cuatrocientos golpes" (1959) de François Truffaut sobre el paso de la adolescencia a la edad adulta en el barrio de Queens, Nueva York, a mediados de los años 80. Además de estos ejemplos evidentes también estamos en una cinta que conecta con títulos como “Cometas en el cielo” (2007), “Wonderstruck” (2017) o “The tender bar” (2021) en lo referente al estilo de la cinta contando con la fotografía de un Darius Khondji siempre exquisito.
“Armageddon time” se desarrolla en la USA de Ronald Reagan, aquella en la que el desmoronamiento del sueño americano dejó claro el espejismo de los valores de una cultura del esfuerzo que no era trasladada en la práctica viéndose, desde la perspectiva de un crío, a través de los rostros de unos padres abnegados y esforzados pero también frustrados y cansados. Una mirada a cómo cuando se crece a uno se le obliga a posicionarse dentro del estigma del grupo social al que pertenece a pesar de los sueños, anhelos, creencias e impulsos personales que se puedan tener y alentando la confrontación y no la convergencia. Un Estados Unidos extasiado por su tradición, el poder del capitalismo y la fanfarria de las barras y estrellas frente a otro que sufre la crisis económica, el desencanto de Vietnam, el auge del populismo y, sobre todo, el pragmatismo que lleva a tener que sobrevivir ante la falta de oportunidades. Un Estados Unidos racista y clasista en el que unos no están destinados a juntarse con los otros y el elitismo y la miseria se hereda, algo que se transmite desde la propia escuela, incluso, como caladero de nuevos simpatizantes para la causa cuando se antepone la educación privada a la pública por considerarse que es la que labrará un mejor futuro aunque eso implique dejar atrás amistades e inquietudes personales construyendo el sistema educativo no para ser mejores personas, nobles y cultivadas, sino para convertirse en piezas que ganan dinero dentro del capitalismo por lo que éste continuará siempre retroalimentándose. Una cinta con espíritu dickensiano que no esconde su defensa de la educación pública frente al elitismo de los que intentan legar y perpetuar su poder e ideas en las nuevas generaciones expulsándose a aquellos que son diferentes por clase social o color de piel marcando la brecha entre los ganadores (los que tienen dinero) y los perdedores (el resto).
“Armageddon time” es una muesca más del predicamento en el cine contemporáneo y adulto de un James Gray que siempre ha ofrecido un cine cuidado, elegante y hondo emocionalmente, siendo tan clásico en forma como demoledor en fondo, a pesar de su aparente sencillez y calculada sobriedad, hablando de temas como la soledad, la familia y la responsabilidad de lo que se espera de nosotros bien por tradición o bien para encajar dentro del rol que establecen los demás a la hora de hablar de lo que es triunfar. Es la época de Reagan, resonando su pertinencia ante el temor latente de la amenaza nuclear y la necesaria reivindicación de lo público frente a los privilegios exclusivos, pero también es el precedente de lo que ha propiciado en nuestro tiempo los vaivenes políticos avivados por la indignación de los que han encauzado ese mensaje, algo que se evidencia teniendo en cuenta el papel que interpreta una de las actrices del momento dando vida a la mismísima hermana de Donald Trump.
Michael Banks Repeta interpreta a ese niño pelirrojo y pecoso, inquieto e interesado en el arte, que es testigo no consciente de lo que hay alrededor encontrando el calor del afecto de los suyos, los cuales miran hacia delante por él para no hundirse en el ensimismamiento, el idealismo vacío o el desengaño de toparse con murallas que, a pesar del trabajo y el empeño, no tienen posibilidad de ser traspasadas. Jeremy Strong y Anne Hathaway interpretan a los devotos padres del crío protagonista, clase trabajadora que sabe de las penurias de las que viene y que no quiere que sus hijos pasen por lo mismo aunque ello implique cambiarles de colegio y separarlos de sus amigos, mientras que Anthony Hopkins, en un tercer acto de su carrera brillante, es un abuelo empático y tolerante que roba el corazón con sus lecciones de vida y que, a pesar de haber vivido algunas de las grandes tragedias del siglo XX desde la perspectiva de judío e inmigrante ruso, sigue con la capacidad de seguir soñando transmitiéndole ese espíritu de integridad a su nieto frente a un hijo al que ya ha dado por perdido en ello al optar éste por el pragmatismo de amoldarse al sistema imperante para así poder prosperar y, por otro lado, al margen de ideales poder sacar adelante a los suyos y darles un futuro mejor.
“Armageddon time” muestra los jirones del sueño americano, en el que la codicia sustituye a la meritocracia, con tristeza, melancolía y serenidad, sin condescendencia ni cinismos, y sí con la crudeza necesaria, en una sociedad tan compleja como la de los 80, punto de inflexión de un mundo que quedó atrás y de otro que se abrió y del que se sufren las consecuencias que se están viviendo actualmente, y a la que sólo se puede achacar cierto convencionalismo así como el pobre desarrollo de algunos personajes además de un conflicto narrativo nimio que está más centrado en el contexto de la época que en lo que vive esa familia así como un final abrupto. En todo caso estamos ante un lúcido y acertado retrato nostálgico del Estados Unidos de la época y que demuestra que, a pesar de que da la impresión de que no se le suele dar el valor que merece, James Gray es uno de los directores más interesantes del cine contemporáneo.
Conviene saber: A competición en el Festival de Cannes 2022.
La crítica le da un SIETE