Cine en serie: Grandes series de siempre... "Los Soprano"
Querido Teo:
"Los Soprano" es mi serie favorita, y seguro que también una de las tuyas. Cuando algún amigo o conocido, ajeno al mundo de las series, se me acerca preguntándome qué serie de calidad puede comenzar a ver, yo siempre le recomiendo que empiece por ésta porque es jugar sobre seguro. Aquel 10 de enero de 1999 arrancaba en la cadena HBO “Los Soprano”, el segundo proyecto de ficción más importante del canal después del desasosegante drama carcelario llamado “Oz”. La premisa, que no era demasiado original, pues constituía otra incursión más en el mundo de la mafia, sí fue a posteriori lo suficientemente atractiva y sin duda revolucionaria como para tras varios años en antena (siete para ser exactos) marcar un antes y un después en las series de ficción norteamericanas que llegarían posteriormente. Sus 21 premios Emmy y sus 5 Globos de Oro avalan su enorme calidad de cara a la galería, pero su verdadera riqueza se encuentra en el interior de sus historias, y por encima de todo en la complejidad de unos personajes de enorme recorrido, que se te acaban metiendo bajo la piel gracias a una humanidad pocas veces vista hasta entonces en la televisión, especialmente en lo que se refiere al mil veces manoseado universo mafioso.
Su creador David Chase, principal valedor también de otra serie importante como lo fue “Doctor en Alaska” (otra de mis favoritas de todos los tiempos), se basó en su propia experiencia familiar con su madre para desarrollar la difícil relación que tiene su protagonista (Tony Soprano) con su progenitora (Livia). De esta manera, Chase marcaba el primer punto de apoyo y también el tono de una historia que crecería a partir de ahí, majestuosa e inexorablemente, hasta explorar con maestría y precisión la mayoría de los oscuros rincones de la condición humana. La serie no fue un éxito inmediato, pero sí fue dejando durante sus primeros episodios el suficiente poso en los espectadores y los críticos como para enamorarlos con los siguientes capítulos y temporadas. Una vez encandilados, “Los Soprano” se convirtió en todo un acontecimiento (especialmente para una cadena de cable), alcanzando así cifras mareantes de espectadores, y marcando además el inicio de la época dorada de la televisión americana. Como consecuencia de este éxito, la cadena HBO se posicionó como referente absoluto en cuanto a ficción de calidad se refiere, gracias a éste y a otros productos de calidad que llegaron a continuación como fueron: “A dos metros bajo tierra”, “The Wire”, “Roma”, “Carnivàle” y muchos otros que hicieron de ella la gran cadena televisiva que es hoy en día.
Por encima de intrigas, tiroteos, luchas de poder y demás argumentos propios de una serie de mafiosos, “Los Soprano” es un drama familiar exquisitamente bien desmenuzado y presentado. Una de sus mayores virtudes (sino la que más) es la incursión de lo cotidiano y lo mundano en el hasta entonces glamuroso universo de los personajes mafiosos. La familia Soprano formada por Tony y Carmela, y sus dos hijos Meadow y Anthony Junior, forman el núcleo de una historia que siempre intenta no alejarse demasiado del realismo inherente a cualquier familia de clase media-alta americana. Sus problemas, deseos y limitaciones son casi siempre el motor del relato, empujando al resto de tramas y personajes hasta las situaciones más grotescas, duras o incluso divertidas, cercanas en muchos casos a las nuestras, con la salvedad obviamente de las más delictivas. De este modo se ofrece un extensísimo mosaico de situaciones comunes envueltas todas ellas por esa atractiva burbuja de reminiscencias mafiosas que lo envuelve todo, logrando con ello la magia de un producto siempre fuera de serie. Como anécdota diremos que su controvertido final es recordado hoy en día por muchos (entre los que me encuentro) como una obra maestra absoluta, pero en su día fue tan polémico que muchos de sus seguidores defraudados se dieron de baja del canal totalmente indignados. Esto demuestra las grandes pasiones que despertaba la serie ya por entonces y los riesgos narrativos que corría ésta sin ningún tipo de miedo a fracasar en su intento.
Podría seguir hablando durante días de sus muchas virtudes: las increíbles interpretaciones de sus actores, su ambigua y siempre respetuosa dualidad moral, la precisión y contundencia de sus diálogos, la cantidad, variedad y riqueza de temas tratados, etc. Pero de momento me contento con haber sembrado la curiosidad necesaria como para que tan solo una persona se ponga en los próximos días manos a la obra con su visionado. Si lo consigo estaré increíblemente feliz, pero si no, al menos me daré por satisfecho con haber hecho recordar, por tan sólo unos instantes, la que es por meritos propios obra cumbre televisiva del siglo XXI.
Watanabe