Coleccionable Stephen King: Vivir la muerte
Querido Teo:
King y su esposa Tabby suelen pasar los veranos al borde de un lago en el oeste del Estado de Maine. Son abuelos y ocupan la casa más grande de las dos que poseen. En la pequeña se alojan las familias de sus tres hijos cuando van de visita. Durante las temporadas que el escritor pasa allí, incluía siempre la rutina de pasear diariamente seis kilómetros, la mayor parte a través de caminos forestales cercanos. Las redacciones de todo el mundo recibieron el 19 de Junio de 1999 un teletipo donde se informaba de que King estaba al borde de la muerte, tras ser atropellado en las proximidades de su domicilio. Las portadas de los diarios del día 20 reflejan el impacto que produjo la noticia. Uno de los cuatro escritores mejor pagados del mundo, y sin duda el más llevado al cine, podía terminar su historia, o no volver a escribir.
El paseo habitual de King es por caminos forestales, pero hay algo más de un kilómetro en el que hay que salir a una carretera con dos carriles, uno de ida y otro de vuelta, y con arcenes de grava a los lados. En un único punto la visibilidad es baja debido a un cambio de rasante. King, después de orinar en el bosque, por última vez de pie en los siguientes meses, tomó el arcén de la izquierda para ir en dirección contraria a la de los vehículos. En ese sentido se aproximaba una furgoneta conducida por un hombre con su perro. Había salido del camping donde estaba para ir a comprar un poco de chocolate en algún lugar cercano. King llevaba tres cuartas partes de la cuesta que culminaba en el cambio de rasante cuando apareció ante él la furgoneta circulando por el arcén, en vez de hacerlo por su carril. El conductor no estaba mirando la carretera sino, según declararía a la policía, intentando separar a su rottweiler de una nevera con carne que llevaba en el asiento de atrás. Escuchó un golpe y durante un instante creyó haber atropellado a un animal hasta que vio unas gafas, con la montura retorcida y ensangrentadas, en el asiento del copiloto.
King apenas había tenido tiempo para echarse a un lado. Su cabeza golpeó contra el parabrisas, a cinco centímetros del borde metálico del bastidor. Su cuerpo voló por encima del vehículo para caer en el arcén, a centímetros del borde rocoso que lo separaba del bosque. En los dos impactos fue esa pequeña distancia en centímetros lo que le separó de la muerte. Cuando despertó estaba tirado en el suelo, con el conductor de la camioneta sentado cerca de él en una piedra. Durante las siguientes horas King se mantendría entre la lucidez y los desmayos, pero lo suficiente para poder contar posteriormente la historia de lo ocurrido.
Por suerte, el conductor había pedido ayuda y esperaba que llegara una ambulancia. King supo que estaba malherido al ver que no podía moverse y pasarse la mano por los ojos para retirarla cubierta de sangre. Al mirarse vio torcida la parte baja de su cuerpo, como si le hubieran dado media vuelta a la derecha. Se desmayó varias veces antes de que llegara la ambulancia. El médico de urgencias, al ver sus heridas y la torsión del cuerpo, pensó que King no llegaría vivo al hospital, aunque por dos veces respondería a la pregunta de King sobre si moriría, diciendo que no. Pudo mantener las constantes vitales mientras la ambulancia apuraba las posibilidades de velocidad en caminos y carreteras hasta llegar al primer hospital cercano, donde tuvieron que pedir un helicóptero para trasladarlo a otro con los recursos necesarios para salvarle. A bordo le fallaron los pulmones y tuvieron que entubarlo. Se había astillado la columna en ocho puntos, roto cuatro costillas, partido la rodilla derecha por la mitad y desde ese punto hasta el pie los huesos estaban tan destrozados que la mejor opción pareció cortar la pierna. Fueron necesarias cinco operaciones tan largas, que le dejaron exhausto, para colocarle en la pierna trece varas de acero clavadas en los huesos de encima y debajo de la rodilla, cinco saliendo de la misma rótula. King recordaría más tarde todos los detalles del suceso para su libro de memorias: "Venía una enfermera tres veces al día para quitar todas las varas, grandes y pequeñas, y limpiar los agujeros con agua oxigenada. No he tenido la experiencia de que me empapen la pierna de queroseno y le prendan fuego, pero seguro que el día en que me pase se parecerá bastante a las sesiones del hospital. Me ingresaron el 19 de Junio, y alrededor del 30 me levanté por primera vez y di tres pasos vacilantes hacia una cómoda. Al llegar, me senté con mi batita, incliné la cabeza y me esforcé por no llorar, por no tirar la toalla. Intentas decirte que has tenido suerte, una suerte increíble, y, como es verdad, suele funcionar. Las veces en que no surte efecto, pues... lloras".
King sería operado otras tres veces y sufriría una infección importante antes de recuperarse y volver lentamente a su trabajo: escribir. El accidente ha dejado secuelas pero llegó el día en que pudo levantarse de la silla de ruedas y permanecer sentado escribiendo durante varias horas sin sufrir todo tipo de dolores óseos. En una de sus últimas entrevistas, aseguraba que su ritmo ha cambiado, escribe menos pero con la misma constancia. Para terminar esta serie de apuntes biográficos, es adecuada la opinión de este triunfador, cada vez que le preguntan por el sentido de su trabajo: "No es cuestión de ganar dinero, hacerse famoso, ligar mucho ni hacer amistades. En último término, se trata de enriquecer las vidas de las personas que leen lo que haces, y al mismo tiempo enriquecer la tuya. Es levantarse, recuperarse y superar lo malo. Ser feliz, vaya. Ser feliz".
Carlos López-Tapia
Para el que se atreva (como yo) a leer la saga de la Torre Oscura (son siete libros), tendrá el gusto de leer relatada en la "ficcion" esta historia del accidente escrita por el propio King dentro del enrevesado puzzle que conforma el universo de dicha saga
Se realizó una serie muy curiosa, que a mí me gustó bastante, basada en esta experiencia: Hospital Kingdom.