Historias de Tinseltown: La crisis en Hollywood y la devaluación de la marca Oscar
Querido primo Teo:
"La evolución del cine de superhéroes se ha cargado al concepto de estrella de cine. El negocio está concebido para contentar a los chavales de 16 años y a China y el público ya no quiere ver a las estrellas sino a los X-Men". De esto se lamentaba el actor Anthony Mackie en el año 2017 en un arranque de honestidad pero las palabras del intérprete que se dio a conocer con la oscarizada "En tierra hostil" (2009) fueron vistas como una manera de morder la mano que le da de comer debido a su vinculación al Universo Marvel en donde interpreta a Falcon en las películas del Capitán América. De la integridad no se come y esa actitud de estar por encima de los caprichos de la industria solamente se le puede perdonar a un bicho raro como Daniel Day-Lewis porque garantiza prestigio.
En lo que llevamos de siglo XXI Hollywood está experimentando una de las peores crisis de su historia y no es exagerado decir que la presente es equiparable a las vividas con la llegada del cine sonoro o con el invento de la televisión.
La actual tiene que ver con su identidad, con lo que respondemos cuando nos preguntan "¿Qué es el cine?". En los últimos 25 años el cine ha visto que su rival más directo, la televisión, ha dado un salto gigantesco a la hora de asumir riesgos con los que poder llegar a todo tipo de públicos. Las historias más interesantes se conciben para la televisión. Si antes los directores y actores consagrados veían la llamada de la tele como una manera de degradarse ahora desean encabezar una miniserie de la televisión por cable o plataforma de turno para poder ganar un Emmy y revalorizar su cotización en la industria. En la última década hay que sumarle un nuevo enemigo a batir: las plataformas.
La televisión con fenómenos tan contundentes como "Juego de tronos" (2011-2019), la piratería de la que poco se habla pero que sigue siendo muy dañina y la llegada de las plataformas digitales han cambiado los hábitos de consumo del espectador. Es mucho más cómodo ser suscriptor de un servicio por streaming y ver películas o series en el salón de casa o en el portátil que ir a una sala de cine. Esa situación se ha agravado con la crisis sanitaria derivada del coronavirus (COVID-19) y el espectador, especialmente el mayor de 35 años, ya no pisa un cine a no ser que sea un título evento.
Otro factor, y que no solamente afecta al mundo del cine ni tampoco a Hollywood, es la sobreexplotación de un concepto. Lo de las ideas que se repiten una y otra vez no es nada nuevo, siempre ha habido remakes, pero sí que es verdad que apelar continuamente a la nostalgia para dar luz verde a remakes, secuelas y reinicios solamente demuestra el miedo a salirse de la zona de confort. Ni siquiera podemos considerar arriesgado que se haga pagar sus pecados a James Bond, ni la "feminixplotaition", ni la vocación "woke" de la industria porque Hollywood no va a estar al margen del buenismo que impone la dictadura de la corrección política.
Dicha explotación de una marca ha llevado a las estrellas a un momento de gran debilidad porque ya no son ellas las que llevan al público a las salas sino el concepto. La franquicia se ha convertido en el evento y lo que se salga de ahí está condenado al fracaso. Si "El método Williams" se hubiera estrenado en el 2010 probablemente habría sido un éxito de público porque Will Smith, en uno de sus intentos descarados por llevarse el Oscar, habría llenado las salas de espectadores, pero hoy "El método Williams" se ha considerado un título muy caro, por el salario de Smith y su campaña publicitaria, y mundialmente apenas ha recaudado la mitad de su presupuesto.
Todo esto lo supo Tom Cruise antes que nadie y por eso ha hipotecado lo que le queda de vida a sobreexplotar "Misión imposible" y "Jack Reacher". Le sale más a cuenta demostrar sus habilidades físicas y colgarse de algo que buscarse un proyecto con el que pueda ganar el Oscar. Primero, porque las películas de los Oscar ya no son eventos, sino productos destinados a un público cada vez más residual, y segundo, porque la marca Oscar ha sido la gran perjudicada en esta crisis de identidad que ha estado viviendo Hollywood.
En el verano del año 2009 los Oscar tomaron la medida de ampliar el número de candidatas a mejor película, pasando de cinco a diez. La Academia quiso iniciar de esta manera un aperturismo en sus premios para reconocer a propuestas que de otra manera no habrían entrado en los Oscar y ha ampliado considerablemente el número de académicos, de esta manera pudo ser posible que la surcoreana "Parásitos" (2019) de Bong Joon-ho se llevase el Oscar a la mejor película.
Pero lo que llevó a la Academia a tomar dicha medida fue la vergüenza de que "El caballero oscuro" (2008) de Christopher Nolan, el acontecimiento cinematográfico del año, no fuera nominado al Oscar a la mejor película y estuviera muy por encima del quinteto de aquella edición y simplemente por ver a una película de superhéroes como un producto menor. Curiosamente la única película de superhéroes que ha entrado en la candidatura reina de los Oscar ha sido "Black Panther" (2018) porque pesó su condición de ser un título que reivindicaba la raza negra, algo que también le permitió ser un fenómeno sociológico en los Estados Unidos.
Los Oscar no han sido ajenos a la crisis que ha vivido Hollywood y eso se ha reflejado en los bandazos que ha ido dando a lo largo de este siglo y también en el interés cada vez menor de la audiencia. Se ha estado demasiado pendiente de lo que se cuece fuera de la Academia, de quedar bien con la opinión pública, eso ha hecho que su actitud sea cada vez más acomplejada y que se impongan medidas como no cualificar a las producciones que no se sometan a las cláusulas de inclusión. Como bien dijo Gary Oldman en el año de "12 años de esclavitud" (2013) hubo miedo a decir que no se votaba a la película de Steve McQueen por si caía la acusación de racismo.
Dicha actitud buenista ha llevado a una de las imágenes más vergonzosas de la Historia de los Oscar, que no es otra que el plano final de la gala del pasado año en la que se veía la estatuilla en el suelo, porque se había decidido cerrar la ceremonia con el premio al mejor actor y el ganador fue un señor octogenario de Gales, de nombre Anthony Hopkins por su interpretación en "El padre" (2020), y no un actor afroamericano ya fallecido como Chadwick Boseman que era candidato por "La madre del blues" (2020) y cuya viuda había recogido todos los premios entregados en los Estados Unidos.
A Hopkins ni siquiera se le dio la oportunidad de agradecer el galardón vía Zoom. La imagen del Oscar de Hopkins tirado en el suelo fue tan insultante que fue eliminada cuando la secuencia fue resubida al canal que tiene los Oscar en YouTube. En 1940 Hattie McDaniel tuvo que acceder por la parte de atrás del Hotel Ambassador para recoger su Oscar a la mejor actriz de reparto por "Lo que el viento se llevó" (1939) debido a las leyes segregacionistas. 81 años después podemos decir que se sigue actuando de una manera racista pero desde el complejo.
Si hablamos de los Oscar no podemos borrar la sombra de Harvey Weinstein. El productor, que fue desterrado de la siempre pacífica comunidad de Tinseltown cuando salió a la luz su larguísimo historial de abusos sexuales, es recordado por convertir las campañas de los Oscar en un juego sucio, aunque las promociones siempre han sido intensas y Peter Finch literalmente se murió de agotamiento buscándose la nominación como protagonista por "Network, un mundo implacable" (1976) que luego se convirtió en un Oscar póstumo.
Él nunca disimuló que ofrecía trabajo a cambio de votos. Era capaz de llevar al extremo a sus actores para que estuvieran presentes en todas partes y también de cometer atrocidades como comprar los derechos de una película con el fin de secuestrarla, José Luis Garci lo sabe bien, o manipular a alguien como un anciano y enfermo Robert Wise para que firmara una carta pidiendo el voto para Martin Scorsese en "Gangs of New York" (2003). Aunque Harvey Weinstein esté pudriéndose en una celda, y en todo ese tiempo a la sombra siga sin conocer al califato de gurús de Film Twitter, el concepto de campaña no se ha alterado en absoluto. Lo único que ha cambiado es la pose de quienes las hacen, si antes se aspiraba a ganarse la simpatía de los académicos y del público en los programas de televisión, ahora se quiere ganar el aplauso de los defensores de la justicia social.
También ha hecho muchísimo daño a la marca Oscar que los premios de la Academia sean los últimos de una larga lista de galardones cinematográficos haciendo que al espectador le importe muy poco lo que ahí suceda. Seguir la carrera al Oscar es cada vez más ridículo si se tiene que estar pendiente de las 7.436 nuevas asociaciones de críticos que surgen al año, los premios de los Gremios y los Bafta que, ante todo, quiere invitados a su fiesta.
No deja de ser un reflejo de nuestra propia decadencia como sociedad porque vamos como vacas sin cencerro como dirían en "La flor de mi secreto" (1995).
Este artículo se publicó en el blog "Historias de Tinseltown" el 4 de febrero de 2022
Mary Carmen Rodríguez