Historias de Tinseltown: Un problema llamado los Oscar
Querido primo Teo:
La cadena de televisión ABC anunció el pasado 11 de enero que en la 94ª edición de los Oscars volvería a tener maestro de ceremonias. El último anfitrión que tuvo la gala de premios más importante del mundo fue Jimmy Kimmel que presentó las ediciones de 2017 y 2018. Si en la industria del entretenimiento era considerado un privilegio presentar la ceremonia de los Oscar, y se tiene como referentes a Bob Hope, Johnny Carson, Billy Crystal y Whoopi Goldberg, lo cierto es que en estos años es una papeleta que se ha pretendido evitar.
En la primavera de 2019 Pedro Almodóvar comenzaba la promoción de “Dolor y gloria” y protagonizó un especial para uno de los canales cinematográficos de una conocida plataforma multimedia. Una de las entrevistadoras quiso hablarle de los Oscar y de la oportunidad que se había perdido al premiar a la bienintencionada y convencional “Green book” de Peter Farrelly en lugar de reconocer a una obra mucho más desafiante y reivindicativa de la comunidad latina como “Roma” de Alfonso Cuarón, que había sido la cinta más premiada de dicha temporada.
A Almodóvar eso de que los miembros de la Academia votasen mal no le preocupaba tanto en ese momento como el hecho de que estemos sometidos a la dictadura del moralismo y la corrección política y que no existiera ningún valiente que se hubiera atrevido a presentar la gala de los Oscar por si escarbaban en su pasado y descubrieran alguna conducta inapropiada siendo bastante explicativo del miedo que se está viviendo. Las palabras del cineasta manchego galardonado con 2 Oscar no debió sentar del todo bien a las presentadoras, nada sospechosas de neutralidad, que soltaron un “nos hemos quedado sin tiempo para más”.
Almodóvar no iba nada desencaminado. Para la ceremonia del año 2019 la Academia había anunciado que el presentador iba a ser Kevin Hart pero el humorista no tardó en abandonar el barco después de que se rescatasen tuits homófobos escritos en el pasado y la organización le obligara a pedir disculpas, básicamente porque la condena de las redes sociales ya la tenían y se enfrentaban a una más que probable campaña de boicot. La gala del 2019 no tuvo presentador. La ABC y la Academia optaron por ello después de que les dejaran claro en la siempre pacífica comunidad de Tinseltown que era mejor pillar ladillas que asumir ese marrón. Probablemente por el efecto novedad los datos de audiencia mejoraron relativamente a la de su predecesora y desde entonces se había prescindido del maestro de ceremonias. Era algo cómodo y les ahorraba problemas, la Academia y la ABC bastante tienen con tratar de evitar el naufragio que supone la pérdida de interés del público.
Tenemos que viajar al otoño de 2011 para encontrarnos con un precedente. La Academia y la ABC habían depositado su confianza en el productor Brett Ratner y el actor Eddie Murphy para que se encargaran de la gala de los Oscar de 2012. Aprovechaban que la dupla había rodado “Un golpe de altura” y que Murphy tiene esa capacidad de ofrecer un buen espectáculo a pesar de su tendencia a la incorrección política y que hacía mucho tiempo que había dejado de estar en la cúspide. La cosa iba bien hasta que comenzó la promoción de “Un golpe de altura”. Brett Ratner se fue de la lengua soltando que eso de ensayar “es para maricones”, que Chris Rock dijera en el 2004 que los Oscar eran para "marujas y mariquitas blancas" no causó mayores problemas, y se fue al programa radiofónico de Howard Stern en donde no dudó en fardar de sus habilidades sexuales.
Al día siguiente de la intervención en las ondas de Ratner la actriz Olivia Munn se adelantó algo más de un lustro al nacimiento del #MeToo y contó que en el año 2004 ella fue invitada por un amigo al rodaje de “El gran golpe” dirigida por Ratner y protagonizada por Pierce Brosnan, Salma Hayek y Woody Harrelson y que cuando se encontró con el director en su caravana él comenzó a masturbarse mientras disfrutaba de una ración de langostinos. A Brett Ratner se le invitó a abandonar la producción de la gala de los Oscar y Eddie Murphy renunció a presentar la ceremonia si en el pack no estaba incluido el director. En el año 2017 cuando cayó Harvey Weinstein, tras destaparse su historial de abusos de poder, y se instauraron el #MeToo y la fundación Time’s Up, también tuvo lugar la cancelación de Brett Ratner que fue acusado por seis mujeres de acoso sexual, Elliot Page estaba en el grupo, y la Warner decidió no renovar el acuerdo de producción que tenía con él y que estaba valorado en 450 millones de dólares. A diferencia de Harvey Weinstein, que sí que fue juzgado y condenado por un tribunal, Brett Ratner no se ha sometido realmente a la administración de justicia a no ser que entendamos como tal a las redes.
Quien sustituyó a Eddie Murphy fue Billy Crystal. La Academia y la ABC apelaron a la nostalgia y recuperaron al maestro de ceremonias favorito de la década de los 90, con el permiso de Whoopi Goldberg. Pero el espectador del 2012 que ve la gala de los Oscar y la comenta en las redes sociales poco tiene que ver con el que se lo pasó en grande con el Billy Crystal del arranque de la ceremonia de 1998 y el espectáculo tampoco lo era, ni siquiera Hollywood. Billy Crystal no encajó y se le notaba especialmente incómodo.
Hay que reconocer que existe una importantísima crisis en Hollywood, comenzó a evidenciarse a inicios de la pasada década y eso ha afectado a los Oscar. Los hábitos de consumo han cambiado y el concepto de “acontecimiento cinematográfico” tiene mucho más que ver con un espectáculo fallero destinado a las audiencias más jóvenes que con las gestas más grandes que la vida y pensadas para los espectadores de más de 35 años. La Academia ha tratado de modernizarse abriendo sus horizontes y ampliando el número de candidatas a mejor película, algo que permitió que se coronara a la surcoreana “Parásitos”, pero le queda algo que es fundamental que es conquistar a las nuevas generaciones de espectadores y no me refiero a la burbuja de Film Twitter ni al califato de gurús de los premios. Que los Oscar no sean cada vez más residuales y sí algo al alcance del gran público. Tarea difícil.
La gala de 2021 obtuvo la peor audiencia de su Historia ya que solamente atrajo a 9,85 millones de espectadores, un 58% menos que la de su predecesora que congregó a 23,6 millones. Había muchos motivos. En los primeros tiempos de la pandemia se retrasaran los grandes estrenos de las "majors" y tan solo los títulos más pequeños tuvieron la valentía de llegar a las salas sin el respaldo de las plataformas. Hubo muy buenos títulos, probablemente fue una de las mejores cosechas de los últimos años, pero el gran público estuvo al margen de ellos y eso se tradujo en el poco interés que despertó el evento que fue dirigido por Steven Soderbergh y que lo mejor que nos ofreció fue el pelo de Frances McDormand.
Los datos del pasado año fueron terribles pero eran esperables, porque los cosechados por la edición del 2020 ya fueron muy malos. La ceremonia más vista de la pasada década fue la celebrada en el año 2014, presentada por Ellen DeGeneres, que congregó a más de 40 millones de dólares y cuyo momento crucial fue el selfie protagonizado por la maestra de ceremonias y algunos de los célebres invitados. Esa foto probablemente hoy tenga dos manchones borrosos que se corresponden con los rostros de Kevin Spacey, cancelado tras las acusaciones de acoso sexual, y la de la propia Ellen DeGeneres que este año terminará de hacer su célebre programa de televisión tras ser acusada de conducta tóxica.
Desde el año 2011 la Academia y la ABC han confiado en Anne Hathaway y James Franco (37,6 millones), Billy Crystal (39,4 millones), Seth MacFarlane (40,3 millones), Ellen DeGeneres (43 millones), Neil Patrick Harris (36,6 millones), Chris Rock (37,3 millones) y Jimmy Kimmel que fue, hasta esta edición, el último maestro de ceremonias que tuvo la gala en sus ediciones de 2017 (32,9 millones vieron la victoria de “Moonlight” frente a “La la land”) y 2018 (tuvo una audiencia de 26,5 millones). La primera ceremonia sin presentador, por el efecto novedad, congregó a 29,7 millones pero desde entonces ha ido a peor.
Sea quien sea la persona elegida para el futuro tendrá que asumir un desafío y que no bastará con tener talento, chispa y ser resolutivo ante posibles imprevistos sino que tendrá que ser inmaculado, es más, en estos tiempos importa más la virtud que el ingenio.
Este artículo se publicó en el blog "Historias de Tinseltown" el 14 de enero de 2022
Mary Carmen Rodríguez