In Memoriam: Sidney Poitier, un símbolo de inspiración
Querido Teo:
Sidney Poitier ha fallecido a los 94 años después de ser mucho más que un actor. No sólo porque también fuera director, escritor y diplomático sino porque en realidad, más que por sus méritos artísticos, su figura destaca por ser toda una inspiración para una raza negra que en su momento jamás hubiera imaginado tener a una estrella como él siendo referencia en pantalla. Sidney Poitier, aunque fuera ese negro cómodo para los blancos por ser más afable y universal que activista furioso de nicho, asumió el rol de ser "el James Stewart afroamericano" representado por la dignidad, honestidad, nobleza y humanidad de lo que intenta desprender el "american dream" y que quedaba acuñado en todos sus personajes.
Un nombre clave por el hecho de que su rebelión fue tan profunda como poco ruidosa para facilitar (como ahora ya nadie duda) que pudieran llegar y triunfar Morgan Freeman, Denzel Washington, Will Smith o Chadwick Boseman, tanto en crítica, industria y, sobre todo, público, el cual ya venía de haber sido conquistado por Poitier que fue el primer intérprete negro en funcionar como reclamo para llevar a la gente a las salas.
Por “Los lirios del valle” en 1964 se convirtió en el primer actor negro en ganar el Oscar al mejor actor protagonista, hecho que no se repetiría hasta 38 años después con Denzel Washington por “Training day (Día de entrenamiento)”. El destino hizo que ese mismo día Poitier recibiera el Oscar honorífico y la gala se convirtiera en toda una fiesta de la reivindicación por tantos años de esfuerzo. Un guiño continuo entre maestro y heredero que no se concebiría en una Academia actual que nos ha privado de esos momentos con galas cada vez más asépticas con ya una década dejando a los premios honoríficos fuera de la ceremonia.
Hijo de padres bahameños de la isla Cat dedicados al negocio de la agricultura, Evelyn Outten y Reginald James Poitier, el actor nació (a los siete meses de su gestación) durante una visita de sus padres a Miami adquiriendo por tanto la doble ciudadanía americana y bahameña. Después de su adolescencia volvería a Estados Unidos con el fin de proveerse un futuro y contribuir a la economía familiar, alternando oficios como peón y friegaplatos, hasta que (mintiendo sobre su edad) se alistó en el cuerpo médico del ejército de Estados Unidos durante la II Guerra Mundial.
Tras la guerra y su estreno en Broadway debutó en el cine con “Un rayo de luz” (1950) teniendo en cuenta lo complicado que era abrirse un camino en el cine, especialmente por la poca presencia de personajes afroamericanos y segundo por el poco interés del público general en las historias que tenían que contar y su cultura, todavía siendo reflejo de un país segregado y clasista. Sería con “Fugitivos” (1958), que le proporcionaría su primera nominación al Oscar, cuando demostró que podía ser empático y meterse en el bolsillo a un amplio espectro de espectadores que le convirtieron en el actor negro por excelencia en un momento en el que se empezaría a ver a esta raza de otra manera, todo gracias a la galanura, carisma y elegancia que desprendía Poitier y que fue potenciado en pantalla película a película.
En “Los lirios del valle” (1963) su personaje enamoraba como ese trabajador itinerante que recorre el desierto de Arizona y que acaba entrando en contacto con una comunidad de monjas que, tras algunas chapuzas, le encomiendan construir una capilla. Ralph Nelson adaptó la novela de William E. Barrett y antes del Oscar Poitier ganaría su segundo premio como mejor actor en el Festival de Berlín, habiéndolo recibido previamente por la citada “Fugitivos”. Es el único actor (junto a Jean Gabin, Fernando Fernán Gómez y Denzel Washington) que ha sido capaz de ganar dos veces en este certamen.
Durante los 60 y los 70 fue una figura clave en la lucha racial como referente en la comunidad negra y la igualdad de derechos en Estados Unidos a lo que contribuyó sobremanera su trabajo en “Adivina quién viene esta noche” (1967), una comedia amable pero mucho más profunda y crítica sobre su tiempo y el racismo congénito heredado generación tras generación que se manifiesta cuando un matrimonio de burgueses blancos, y de ideas profundamente progresistas, tienen que tragarse sus prejuicios (más presentes de lo que están dispuestos a admitir) cuando conocen al prometido de su hija, un médico con mucho futuro por delante. Su John Pentrice redondeaba una cinta que ha perdurado por su pertinencia todavía hoy y que, en verdad, es el papel más emblemático de su carrera por todo lo que supuso formando parte de la cultura popular por su mensaje en pro de la igualdad y la tolerancia.
Otros trabajos destacados de su filmografía son “Porgy y Bess” (1959), “Un lunar en el sol” (1961), “Los invasores” (1964), “La historia más grande jamás contada” (1965), “Un retazo de azul” (1965), “Rebelión en las aulas” (1967) o “En el calor de la noche” (1967).
Con estas dos últimas películas, y la citada cinta protagonizada por Spencer Tracy y Katharine Hepburn, todas ellas del mismo año 1967, Sidney Poitier alcanzaba la cúspide de su carrera mientras poco a poco iba alcanzando una veteranía que no fue aprovechada por el cine ya que cada vez más sus trabajos fueron espaciándose más.
Sidney Poitier también estaría presente en “Un hombre para Ivy” (1968), “Ahora me llaman Sr. Tibbs” (1970) o “Como el viento” (1971), aliándose con Bill Cosby en varias comedias dirigidas por él mismo como "Dos tramposos con su suerte" (1975) y "De profesión estafadores" (1977), o reconvirtiéndose en contrapunto en el género de acción en "Espías sin identidad" (1988), "Dispara a matar" (1988) y "Sneakers (Los fisgones)" (1992). Por la primera de ellas, la comedia de enredo dirigida por Daniel Mann que partía de una idea del propio Poitier sobre una familia que intenta encontrar a un hombre para que su fiel ama de llaves no se vaya, ganó el premio al mejor actor en el Festival de San Sebastián de 1968.
No hay que olvidar tampoco una faceta de director compuesta por nueve títulos en los que explotó la comedia más desinhibida junto a nombres como Bill Cosby o Gene Wilder; "Buck y el farsante" (1972), "Un cálido diciembre" (1973), "Uptown Saturday Night (Sucedió un sábado)" (1974), "Dos tramposos con su suerte" (1975), "De profesión estafadores" (1977), "Locos de remate" (1980), "Hanky Panky (Una fuga muy chiflada)" (1982), "A marcha forzada" (1985) y "Ghost dad" (1990).
En la década de los 90 se le pudo ver sobre todo en televisión y de ahí sus dos nominaciones a los Emmy por los telefilms “Enfrentados” en 1991 y “Mandela and de Klerk” en 1997, interpretando respectivamente a dos figuras tan icónicas en pro de los derechos de la raza negra como el juez Thurgood Marshall y el líder político Nelson Mandela. Eso sí, lo más sorprendente es que se prestara a retomar su papel del profesor Mark Tackeray en una secuela de "Rebelión en las aulas" para televisión dirigida por Peter Bogdanovich en 1996 en la que el viejo profesor volvía a Chicago tras tres décadas impartiendo clase en Londres.
Casado en dos ocasiones, y padre de seis hijos, además de los Oscar recibió el homenaje de los Globos de Oro en 1982, el American Film Institute (AFI) en 1992, la Junta Nacional de Críticos (NBR) en 1994, el Gremio de Actores (SAG) en 2000 y los Bafta en 2016. Su figura más que por sus películas será recordada por haber trascendido a la categoría de icono y pionero de cara a una raza negra que mantiene una gran deuda con él y cuya presencia en el Hollywood actual es en buena parte a las puertas que él derribó.
A pesar de una carrera muy concentrada en una determinada época, y llevar retirado dos décadas, su estatus o importancia nunca ha perdido vigencia habiendo sido tanto actor de prestigio, estrella taquillera y sex symbol. Un todo en uno al alcance de muy pocos reconocido por las voces que forman parte del tributo que le dedica The Hollywood Reporter.
Nacho Gonzalo