“Más dura será la caída”, un western negro con la sombra alargada de Quentin Tarantino

“Más dura será la caída”, un western negro con la sombra alargada de Quentin Tarantino

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Querido Teo:

Sabes que te has convertido en referencia cuando los demás intentan imitarte y de esto sabe algo Quentin Tarantino que, aunque también sea un deudor del cine del spaghetti western o del cine de acción y serie B de los 60 y 70, fue una de las voces que revolucionó la década de los 90 con cintas como “Reservoir dogs” (1992) o “Pulp fiction” (1994). De ahí a convertirse a consagrado no hubo mucho y por eso ha habido nombres como Guy Ritchie, Edgar Wright o Martin McDonagh que no han dudado en seguir, con salvedades y cada uno en su estilo, sus pasos. La sombra de Tarantino es alargada y la misma se cierne sobre "Más dura será la caída", un western de venganzas y de reivindicación afroamericana que dirige Jeymes Samuel y que ha llegado a Netflix.

Ya en los títulos de crédito iniciales y en el uso de la música queda claro el estilo de una cinta que no duda en empezar con una de esas secuencias en las que se respira la tensión y que recuerda en parte a la que abría “Malditos bastardos” (2009). Una imagen de felicidad familiar truncada por un tipo que toca la puerta para ajustar cuentas.

Un salto en el tiempo nos lleva a la presentación de dos bandos, el encabezado por el forajido Nat Love (Jonathan Majors), que se encarga de subsistir robando a los ladrones el botín que se llevan de los bancos apoyándose en el dicho de que "ladrón que roba a otro ladrón tiene cien años de perdón", y el del temible criminal Rufus Black (Idris Elba) que, quedando indultado de su condena en prisión, vuelve a estar libre por lo que Love tiene claro que no puede dejar ir en su búsqueda para poder cobrarse su venganza.

“Más dura será la caída” es un explosivo western negro que pretende tirar de personajes molones y de esa violencia estilizada tan característica en la que un tipo puede moverse con chulería y suma tranquilidad en medio de un tiroteo u otro puede tratar a su prisionero como un saco de boxeo dejándole hecho fosfatina o saltando al aire sus dientes de oro mientras las dos chicas de la película llevan a cabo una pelea, dejando los disparos a un lado, que no desmerece a la que mantenían Uma Thurman y Daryl Hannah en “Kill Bill 2” (2004).

Eso sí, la pena para la cinta es que se queda en un ejercicio de estilo vistoso en el que apenas hay vínculo emocional entre los personajes y ni siquiera ninguno logra ir más allá del arquetipo que representa, desde el gracioso de turno, el sheriff noble o la chica empoderada para su época que tiene una inexplicable relación de “ni contigo ni sin ti” con el protagonista y que no puede quedar peor definida diciendo de boquilla una cosa para, finalmente, continuar el camino de la clásica dependencia de la chica frente a su héroe.

No se puede negar que la cinta es entretenida, y que casi lo mejor es su playlist deudor de la tradición de la música negra, pero hay mucho estilo y poca sustancia en una propuesta acelerada con buena acción pero demasiado larga, la cual es irregular y no logra remontar el vuelo alternando buenas escenas con otras prescindibles que no aportan y que deberían haberse quedado fuera del montaje final.

Eso sí, entre tanta palabrería vacua, hay que destacar el asalto al tren de la banda de Rufus Black, ejercicio de tensión y de adrenalina, o la presentación musical del personaje de Mary Fields (Zazie Beetz), en el clásico “saloon” en el que se la jalea a pesar de lo desbarrado de su número, que con su chistera, pelo afro y desvergüenza se presenta como avanzadilla en el pueblo en el que se ha asentado Black y su banda tirando de intimidación y cobro de impuestos.

Sólo en su desenlace la cinta encaja las piezas y entendemos algo más de la relación de enfrentamiento entre los personajes interpretados por Jonathan Majors e Idris Elba en ese esperado duelo final que se sabe que ocurrirá desde el primer momento de la película aunque, al menos, la cinta logra sorprender en su resolución y hace que perdonemos (en parte) su irregularidad, lo cargante que son alguno de esos personajes (tal es el caso del chico obsesionado por alardear de que es el más rápido desenfundando y que recuerda al Leonardo DiCaprio de “Rápida y mortal”), o el hecho de que el reggae desmedido y unos trajes impolutos nos hagan creer que más que una reivindicación estamos ante una película de revisión aspiracional con los negros asumiendo un rol que no tuvieron en esos años y que se antoja propio de la ciencia ficción.

El reparto de “Más dura será la caída” tiene a algunos de los mejores actores negros del momento ya que, además de los citados Jonathan Majors, Idris Elba y Zazie Beetz, también vemos a Regina King, Lakeith Stanfield, Delroy Lindo, Danielle Deadwyler, Edi Gathegi, RJ Cyler, Damon Wayans Jr. y Deon Cole. Algo que mantiene el interés por una cinta que entretiene a ratos pero que se olvida pronto siendo un batiburrillo de situaciones ya vistas pasando por el tamiz afroamericano el estilo de Quentin Tarantino, algo que no se molesta en disimular y emergiendo más como playlist folk que como película con su propia voz.

Un estreno que llega directamente a plataformas y que aunque cumple para una tarde tonta dirigida a los fans de este estilo de cine desenfadado, violento y desmitificador, da la impresión de que ya ha nace, como tantas otras, engullida por la inmensidad de un catálogo en el que tiene pocas armas para sobresalir al no aguantar más del primer salto cuando se le despoja de su fachada.

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Nacho Gonzalo

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