Cannes 2021: La memoria de Apichatpong Weerasethakul, crítica a la burguesía y a la televisión de Bruno Dumont y la enfermedad mental desde la perversidad y la creatividad
Querido Teo:
Si Cannes no es un ejemplo de organización menos lo es un año en el que ha tenido que lidiar con el virus y con una sensación de que todo está permitido y que el cine iba a ser el mejor antídoto frente al mundo que hay ahí fuera. Si desde el punto de vista anímico y espiritual, por supuesto, pero todavía queda por hacer para que se pueda confraternizar como antes en un evento social tan importante como el festival de cine más emblemático. Cuando ya hay ecos de cábalas sobre lo que puede reflejar el palmarés esta palmarés hay más películas que se suman a la contienda en la recta final en la que el papel de la mente ha tenido relevancia desde diferentes perspectivas.
Junto a Nanni Moretti y Jacques Audiard el siempre temible, por un cine que provoca estados comatosos en buena parte de sus espectadores, Apichatpong Weerasethakul es el único que puede decir que tiene una Palma de Oro en su vitrina. Un realizador que ha vuelto al certamen con "Memoria", la historia sobre una cultivadora de orquídeas que visita a su hermana enferma en Bogotá. Mientras está allí, se hace amiga de una arqueóloga francesa a cargo de monitorear la construcción de un interminable túnel y de un joven músico mientras cada noche unos fuertes golpes le impiden dormir.
En esta ocasión, y con Tilda Swinton a la cabeza, el director ha estado lo más cercano a la unanimidad dentro de a lo que puede llegar en el caso de un nombre que genera tanta división como él. Una apuesta que ha sido comparada con películas tan monumentales y referenciales como “Encuentros en la tercera fase” (1977) y “El árbol de la vida” (2011). Una experiencia que se antoja fascinante por su recurso sonoro explorando el pasado, las obsesiones de uno y adoptando un tono de intriga casi esotérica que desconcierta pero que también ha hipnotizado a la crítica en su mayoría.
Cine reflexivo y lento con una Tilda Swinton hermética y hierática que es un canalizador de sensaciones entre lo divino y lo humano conectando con la memoria de los otros rodeada de un paisaje selvático. Un trabajo alegórico marca de la casa en el que emergen los temas que preocupan al director, especialmente la vida, la muerte, la soledad y la importancia de conectar con nuestro pasado y que ello sea lo que fundamente nuestra identidad frente a los demás en base a experiencias, recuerdos y vivencias.
Una cinta que nace de los viajes de un director que no ha dudado en llevar a Tilda Swinton a Colombia jugando con el contraste y, por otro lado, llevando acabo un ejercicio de historicismo con ese ruido que siente la protagonista y nos rememora la violencia incrustada en el lugar así como la propia de los vaivenes de la vida y nuestro propio peso en la mochila. No apta para inquietos pero con el director cumpliendo con nota dentro de lo que supone su filmografía tanto para bien como para mal y generando recompensa para los pacientes ya que si toleras su estilo se reconoce que su tramo final de 40 minutos acaba arrebatando.
El que sale bastante escaldado de esta edición es Bruno Dumont, un abonado al certamen sea en la sección que sea y que compite por la Palma de Oro por cuarta vez, siendo por “La humanidad” (Gran Premio del Jurado en 1999) cuando más cerca estuvo de tocarla. En “France” se adentra en una sátira que no sabe muy bien qué quiere ser centrándose en una célebre periodista televisiva, que hace malabarismos con su ocupada carrera y su vida personal, hasta que sufre un vuelco en su vida debido a un extraño accidente automovilístico. Un ejercicio de autor egocéntrico sobre los claroscuros de la fama y el amarillismo de los medios de comunicación pero que se antoja impostado y poco ocurrente. Acidez, mala leche y bofetón a la clase burguesa francesa con Léa Seydoux como protagonista en una apuesta con mimbres deslavazados, sin condimento y que arrojan sensación de ser uno de esos despropósitos que no terminan de salir y que se han ganado la visibilidad que ofrece la competición de Cannes sólo por respeto al director francés.
“Nitram” de Justin Kurzel es un “true crime” intenso y reflexivo que relata los eventos que antecedieron la masacre de Port Arthur de 1996 en Tasmania en un intento de entender el porqué y el cómo de tal atrocidad. La maldad humana y la enfermedad mental emergen en una apuesta perturbadora que podría ser una más sobre gente abandonada por el sistema y que siente en ella brotar el mal como un hecho de reafirmación, algunos la han comparado con “Joker”, pero que destaca por lo bien contada que está a la hora de retratar la personalidad del asesino y un núcleo cercano que tiene que lidiar con un ser excéntrico y asocial del que se prefiere escurrir el bulto más que el preocuparse por darle una salida hacia algún futuro que no sea el ser un excéntrico apestado en su propia casa.
Un gran trabajo de Caleb Landry Jones, uno de esos actores que llevan tiempo demostrando que bordan este tipo de personajes alejados de todo convencionalismo, y la contraposición con el personaje de su madre encarnado por Essie Davis, son lo más destacado de una cinta que destaca por el viaje de su protagonista, de acomplejado marginal que despierta compasión a terrible ejecutor que hiela la sangre en una Australia marcada por el estigma al diferente y por el uso permitido de armas.
“Un amor intranquilo” también explora la complejidad de la mente humana a través de Leila y Damien, el cual padece trastorno bipolar. Padres de un niño, intentan superar las dificultades a las que que enfrentan mientras él, pintor de profesión, tiene que convivir con una enfermedad que se antoja congénita y en la que el lado del artista bordea y explora esa faceta fundamentando una expresividad creativa que no casa con la convivencia familiar y con el futuro que se dará a un hijo marcado por un entorno en el que la figura del padre y de la enfermedad van de la mano frente a sus ojos bañados de inocencia, incredulidad y vergüenza.
Una enfermedad en clave de thriller familiar angustioso pasando del desparpajo inicial a la inestabilidad inquietante siendo una cinta que incorpora como elemento opresivo la pandemia que hemos vivido y la necesidad de una familia de convivir en una casa que termina siendo una reclusión irrespirable con personajes bien definidos conviviendo con la enfermedad cada uno desde su posición. Leïla Bekhti y Damien Bonnard protagonizan una cinta que remata la sección oficial pero con la que Joachim Lafosse no presenta su candidatura a premio gordo a pesar de aprovecharse de la experiencia personal vivida ante el padecimiento sufrido por su propio padre y de contar con unas interpretaciones que sí que se antojan carne de galardón.
"La fractura" de Catherine Corsini es un retrato coral con Raf (Valeria Bruni Tedeschi) y Julie (Marina Foïs), una pareja a punto de romper, que se encuentran en Urgencias al borde de la asfixia la noche de una manifestación parisina de los "chalecos amarillos". Su encuentro con Yann (Pio Marmaï), un manifestante herido y en cólera, hará que sus certezas y prejuicios vuelen en mil pedazos. Fuera, la tensión continúa creciendo. El hospital, bajo presión, debe cerrar sus puertas. El personal está desbordado. La noche va a ser larga... Corsini, enfermera en la vida real, refleja no sólo una Francia confrontada sino un mundo cada vez más dividido, crispado y precario en una situación agravada por la crisis y que deja un futuro desalentador. Una mirada social y tan certera como poca motivadora de la deriva de los tiempos.
Nacho Gonzalo