Cine en serie: “Emily en París” o el chovinista enfadado
Querido Teo:
Francés: “Las comedias románticas americanas son muy deshonestas. Preferimos los finales franceses”.
Emily: “Y ¿cómo son?”.
Francés: “Trágicos.... como la vida. Él se muere.... o pierde un miembro... ella prefiere ser lesbiana… eso pasa así. Los finales felices son muy estadounidenses”.
Emily: “Pero nos dan esperanza y el protagonista gana al final. ¿No queréis que gane él?”.
Francés: “No, quiero ver la vida, al protagonista torturado por su amor. Y a la actriz desnuda”.
Emily: “Pero.... ¿No vais al cine para escapar de la vida?”.
Francés: “Creer que podemos escapar de la vida es vuestro problema. Uno nunca puede escapar de la vida. ¡Nunca! Bienvenida al final francés”.
El creador de “Sexo en Nueva York” nos ha ofrecido en Netflix una visión muy divertida de algunos tópicos esenciales del carácter norteamericano y del francés. Prueba de acierto es que su caricatura ha "tocado las narices" a algunos franceses que han encajado mal la ironía que encierra esta serie que va camino de su segunda temporada. Premiere, Sens Critique, AlloCiné, RTL o Les Inrocks, han olvidado una idea muy conocida en Usamérica que expresa el aprecio de sus habitantes por la capital de Francia. Se dice que cuando las personas mueren sus almas van al cielo, excepto las de los norteamericanos, que van a París.
"Vergonzosa. Imagen completamente errónea de París. Ridícula y mal interpretada... Nos caricaturizan como arrogantes, sucios, perezosos, mezquinos y amargados... Pero afortunadamente llega una estadounidense a explicarnos cómo funciona la vida", son algunas de las ideas vertidas por los detractores de Emily y su mundo de positivismo ingenuo, es decir, del tópico que transmiten los propios franceses sobre el carácter y el estilo norteamericano con frecuencia. Las críticas parecen decirnos que estaría bien una serie llamada "Marie en Chicago" pero no tanto lo contrario.
En diez capítulos breves se exagera hasta la parodia evidente la antipatía con la que estarían de acuerdo los propios franceses no parisinos; las reverencias alimenticias incluyendo el champagne; la creatividad obsesiva de la moda y, por supuesto, el sexo al que según la serie se entregan los parisinos en todo momento y lugar. La postura que la serie define como “La torre Eiffel” es un buen ejemplo. Pero resulta que la serie también parodia el positivismo americano sin justificación, la obsesión por las redes sociales y las convenciones norteamericanas.
“Emily en Paris” es un aperitivo de pocos minutos, simpático, inteligente en muchos casos y recomendable…. A no ser que dispare ese “chovinismo” que salta con facilidad entre las personas con poco sentido del humor o incapaces de activarlo cuando el objetivo somos nosotros mismos.
Carlos López-Tapia