Conexión Oscar 2021: Festival de Toronto: "Spring blossom" y "Memory house"
Querido Teo:
Este año nos despedimos del Festival de Toronto, en esta edición seguida desde casa, con dos de las películas que también van a poder verse en la sección Nuev@s Director@s del Festival de San Sebastián 2020.
“Spring blossom” (Suzanne Lindon)
Dos almas solitarias conectadas por el amor más puro
Estamos en un momento de efervescencia de nuevas autoras, un concepto mucho más amplio que el de directoras, mujeres jóvenes que sin la ambición de ser voces de su generación sí que pretenden ser representativas de la misma con mensajes actuales, fuertes y determinados a la hora de ver un mundo que cada vez les ha dado mayor libertad, autonomía y presencia a pesar de las dificultades y prejuicios todavía existentes. Es el caso de la irrupción de nombres como Lena Dunham, Miranda Hurt, Phoebe Waller-Bridge o Michaela Coel que en los últimos años han irrumpido sobre todo con fuerza en el campo televisivo, quizás más proclive a darles campo abierto para desarrollar su talento.
En Francia también está surgiendo una generación de nombres interesantes a los que se suma Suzanne Lindon que a sus 20 años ha dirigido, escrito, producido y protagonizado “Spring blossom”, una fábula contemporánea que desmonta los tópicos sobre el mito de “Lolita”. Un nombre que ya viene con el talento de casa al ser hija de los actores Vincent Lindon y Sandrine Kiberlain.
La cinta nos presenta a una joven de 16 años (Suzanne Lindon) que vive en la rutina propia de esa edad entre casa de sus padres y sus estudios en el colegio. Un alma libre, de figura desgarbada y mente madura, que no se termina de sentir a gusto con la gente de su edad, interesada más ella en la cultura y las inquietudes propias de una vida interior rica alejada de la superficialidad de noches de borrachera con amigos. Esa soledad meditabunda le hace fijarse en un actor de 35 años (Arnaud Valois) que está representando una obra en el teatro que se encuentra camino a su colegio, pareciendo tan cansado y desilusionado de la vida como ella. El destino les juntará y esa inocente amistad se convierte en algo más serio cuando realmente, alejados de toda carnalidad, se dan cuenta de que se han enamorado como si durante todo ese tiempo se estuvieran buscando hasta sentirse completos.
Una historia sobre almas solitarias que se encuentran y que, a pesar de la diferencia de edad, encuentran más apego y comprensión con el otro que con la gente, en teoría afín, que les rodea. Algo propio de unos tiempos de dudas, incertidumbres y cierta sensación de frustración ante la rutina y futuro poco halagüeño que se presenta. Una apuesta presentada más como una fábula que como una historia de amor al uso sobre dos personas que ven conectar sus mundos de manera inmediata hablando de sentimientos, literatura, teatro o música, explayándose la cinta en escenas realmente artísticas como aquella en la que llevan a cabo un baile coreografiado mientras suena el Stabat Matar: Eina mater fons amoris de Antonio Vivaldi o cuando en una fiesta sus cuerpos se abrazan sobre el tema La dolce vita interpretada por el cantante Christophe.
Una pequeña delicia en forma de historia iniciática con más simbología que diálogo y con la intuición de que estamos ante una voz interesante que aquí lleva un debut que suena a cortometraje alargado pero que muestra un estilo personal que habrá que seguir con atención en el futuro.
“Memory house” (João Paulo Miranda Maria)
Mitología cultural en un retrato de rechazo al diferente
Cristovam es un hombre indígena-negro del norte rural de Brasil que emigró por trabajo durante el auge económico a un enclave austríaco próspero en el sur. Más de tres décadas después, ahora está perdido en una comunidad decadente.
Informado de que debe recortar su salario en la fábrica de leche donde ha trabajado durante muchos años, encuentra refugio en un hogar abandonado donde descubre artefactos que recuerdan a su pasado. A medida que Cristovam redescubre sus raíces, se da cuenta de que nada ha cambiado.
El primer largometraje de João Paulo Miranda Maria combina folclore inquietante, imágenes exuberantes y un rico y oportuno comentario social para explorar el trauma generacional y las complejas tensiones sociales y raciales del actual Brasil. Un protagonista que vive condenado por el estigma racial y que, sólo por eso, parece justificarse para los demás esa burla, vejación y olvido. Una cinta reposada y marcada por la experiencia colonial y lo que sucede cuando el arraigo cultural sustentado en la supremacía blanca fuerza al aislamiento y al rechazo.
Nacho Gonzalo