Conexión Oscar 2021: Festival de Toronto: "Joe Bell" y "Cowboy de asfalto"
Querido Teo:
Historias con aire de América profunda en dos apuestas marcadas por relaciones paternofilialiales y los viajes de redención que se encaran para superar traumas y dramas personales.
“Joe Bell” (Reinaldo Marcus Green)
El viaje de penitencia de un padre
Hay actores que parecen amortizados, o que se les tiene colgado el sanbenito de discreto y poco interesante por no decir soso, que quedan a la espera de un papel que haga cambiar esa imagen para un gran número de espectadores. Precisamente le ha pasado este año a Ben Affleck con “The way back”, en la que muchos no han dudado en señalar que su papel de entrenador ex alcohólico ha sido la mejor interpretación de su carrera. La mayoría de ellos no dudaron en replicar en su momento que el Ben Affleck director lograba lo que éste no fructificaba en sus erráticas interpretaciones. Lo mismo le ha pasado a un Mark Wahlberg que con “Joe Bell” ha encontrado su mejor trabajo en cine en una carrera en la que se ha especializado, sobre todo, en acción para la taquilla y en comedias para reírse un poco de su imagen de tipo duro.
Mark Wahlberg emociona como un padre que no sabe reaccionar ante el calvario que ve que está sufriendo su hijo, víctima del acoso escolar por su condición de gay en el pueblo de Oregon en el que viven. Una cinta que explora la relación entre padre e hijo pero que, más que abordar el drama desde la parte de la víctima, prefiere centrarse sobre todo en el padre, ese tipo de la América profunda, amante del deporte y con pose de usamericano consumidor cerveza y comida rápida, representando todo lo masculino, que intenta redimirse por tener la sensación de no haber estado a la altura cuando su hijo más lo ha necesitado por lo que inicia una road movie a pie para recorrer colegios y universidades y dar charlas sobre el problema del bullying, tan enraizado en las aulas y también tan oculto bien sea por vergüenza o, simplemente, por no reconocer la impotencia de padres, profesores e instituciones para atajarlo de raíz ante la crueldad a la que se puede llegar entre jóvenes a la hora de señalar al diferente.
“Joe Bell” es una historia más devastadora que emotiva en la que Mark Wahlberg muestra con su mirada el dolor arrastrado y el sentimiento de vergüenza, no porque se la haga sentir su hijo, sino por pensar si es merecedor de ser llamado padre cuando no ha estado cerca del que más quiere. Un viaje de penitencia, remordimientos y de enmienda para poner un grano de arena en una sociedad todavía con muchas deficiencias para ser verdaderamente tolerante e igualitaria ya que él mismo prefirió centrarse en el hecho de que su hijo no se dejara avasallar, o rechinarle que éste se sumara al equipo de animadoras del colegio, que tenderle la mano y ser más comunicativo tal como él ha tenido que aprender a la fuerza en sus posteriores charlas.
La cinta se mueve en dos tiempos que llevan a ese giro en la historia que hace encajar las piezas, además de realmente dejar al espectador noqueado. Una cinta honesta sobre padres e hijos en un entorno que contagia de conservadurismo y de tradición la relación que hay entre ambos y la de ellos frente al mundo como incomprendidos perennes. Una pena que a pesar del buen trabajo de Mark Wahlberg, como el clásico hombre tosco al que nadie le ha enseñado como encarar una situación, y las buenas intenciones aleccionadoras del conjunto, estemos ante una apuesta cercana al telefilm más evidente. A destacar que Cary Fukunaga está en la producción y el guión es obra de Larry McMurtry y Diana Ossana, tándem ganador del Oscar por "Brokeback Mountain” en 2006, otro gran ejemplo sobre la masculinidad tóxica en un entorno reprimido, sobre el caso real que ha inspirado la película.
“Cowboy de asfalto” (Ricky Staub)
La ausencia paternal entre cowboys de ciudad
El primer largometraje de Ricky Staub es un proyecto impulsado por Idris Elba como productor que se ha reservado uno de los principales papeles, el de un hombre que encabeza a un grupo de cowboys de ciudad que viven en un barrio del norte de Philadelphia, en la calle Fletcher, con sus caballos y cuadras y con un estilo de vida heredero todavía de la tradición usamericana de gente nómada, grandes praderas y contacto de piel con estos animales, algo cada vez más perdido por el hecho de que las grandes ciudades se han ido comiendo a todos estos lugares amplios y naturales.
Un entorno en el que recibirá la visita de su conflictivo hijo adolescente que es dejado allí por una madre que de esta manera intenta que el padre se haga cargo y enderece al joven tras tantos años sin tener contacto con él. Un lugar en el que este chico descubrirá nuevos lazos, una manera distinta de ver la existencia mientras sufre también las consecuencias de un entorno de violencia, pobreza y trapicheos en el que se mueve junto a su mejor amigo de la infancia y en el que los bajos fondos tienen otras reglas para la subsistencia, más si quieres desafiar a los que llevan el cotarro y por medio hay drogas, negocios oscuros y luchas de poder.
Basada en la novela "Ghetto cowboy" de Greg Neri, la cinta recuerda a “Moonlight” (2016) por lo que tiene de definición personal en un momento clave, de “Beasts of no nation” (2015) por el liderazgo que imprime Idris Elba en ese grupo de cuatreros que le rodean, así como “The rider” (2017) por el lirismo con el que se expresa un estilo de vida caduco lleno de simbolismo y verdad propio de otros tiempos pero que algunos románticos, reunidos mientras se cuentan batallitas al calor de la hoguera, se resisten a abandonar por haber vivido generación tras generación de ello y, en realidad, no saber dedicarse a otra cosa a pesar de los estragos provocados la industrialización y el urbanismo.
Una película clásica desde un punto de vista sentimental y que da la impresión de que su potencial queda desaprovechado pero hay que reconocer que está muy bien rodada para ser una ópera prima llevándonos a un terreno desconocido en el que modernidad y tradición se dan la mano en un western urbano pasado por el tamiz de la tradición negra, aquella que fue borrada de los libros también en lo referente a la época del oeste usamericano, y con una historia de descubrimiento para un padre y un hijo cuando el destino les ha dado una nueva oportunidad para encontrarse.
Una película poderosa que destaca por su fotografía, la esencia que refleja y unas estupendas interpretaciones de Idris Elba, al que le sientan bien estos papeles patriarcales con rotunda y magnética presencia, Caleb McLaughlin (“Stranger things”), un joven que se siente abandonado por todos y desubicado lo cual le hace conectar con el caballo más vehemente de todos, y el siempre carismático Jharrel Jerome (“Así nos ven”) dando vida al amigo del joven que sólo quiere salir de ahí en busca de un futuro mejor aunque sea poniéndose en peligro ganando dinero rápido con malas compañías. Una pena que la fascinación de su envoltorio deje un poso narrativo demasiado apoyado en el simbolismo y el conflicto emocional sea tan previsible.
En todo caso, “Cowboy de asfalto” es una película que destila compromiso y convicción en lo que cuenta, configurando un conjunto que provoca una extraña fascinación al espectador interesándose por ese modo de vida propio de auténticos numantinos resistiendo frente a los cánones de los nuevos tiempos y que todavía defienden el valor de la tierra y de esa América que todavía conecta las raíces de las que partió todo defendiendo el espíritu de comunidad y una forma de dar algo de esperanza para alejar de los peligros de las calles a los jóvenes afroamericanos.
Nacho Gonzalo