Cine en serie: "La conjura contra América", el germen del odio ideológico
Querido Teo:
"La conjura contra América" ha sido uno de los grandes estrenos del primer semestre de 2020 pero, como siempre ocurre con David Simon, sus series van ganando con el tiempo y es de esperar que la adaptación de la novela de Philip Roth llegue en algún momento a ocupar el lugar que merece. Una vez más ha sido HBO la plataforma que nos ha permitido degustar la nueva serie del creador de “The Wire” o “Treme” y su ninguneo en los Emmys 2020 (sólo es candidata a mejor fotografía) no le hace justicia.
“La conjura contra América” es una de las obras capitales del escritor y que fue publicada en 2005. 400 páginas que han derivado en seis capítulos de una hora de duración cada uno para mostrar con una ambientación exquisita y un sólido empaque esta ucronía que, desarrollada en los primeros años de la década de los 40 del siglo pasado, pretende no obstante mostrar un mensaje muy actual como es el auge de los populismos y el enfrentamiento basado en la discriminación de raza, etnia o religión. Y es que lo que escribió Roth no sólo nos lleva a la Usamérica que pudo ser en los años más tensos de la II Guerra Mundial en los que las tropas de Hitler amenazaban con dominar el mundo y llevarlo al caos, sino que sin pretenderlo también ha sido premonitorio con un Donald Trump que ya encara (esperemos) sus últimos meses de mandato en el que, sin duda, el mundo ha cambiado y no precisamente a mejor.
La serie toma la perspectiva de la mirada tan inocente como tierna, confundida y azorada de Philip, que no es otro que el propio autor, el hijo menor de una familia de judíos de origen que vive en un barrio de Newark (Nueva Jersey), un lugar que vive marcado por los guetos, una economía que todavía sufre las consecuencias del crack de 1929 vivido una década antes y las noticias que llegan desde una II Guerra Mundial que amenaza con involucrar a Estados Unidos de nuevo. Ese deseo de no volver a la guerra, con el coste personal de vidas que supone, es la baza de la que se aprovecha Charles Lindberg, aviador y héroe de guerra que a través de un populista pero simple discurso se hace con el sillón de la Casa Blanca frente a Franklin Delano Roosevelt, al que presenta frente a la población como "el candidato de la guerra".
Herman Levin (Morgan Spector) es el padre de familia que, al igual que pasó con Donald Trump en las elecciones de 2016, al principio desdeña al candidato republicano siguiendo el devenir de la actualidad a través de la radio y los noticiarios del cine, entendiendo que Estados Unidos nunca lo elegirá como presidente en las elecciones ante la sensación que él tiene provocada por la burbuja de su barrio, en el que la mayoría son judíos como él pero que por otro lado no dejan de estar integrados en un país que sienten como suyo. Craso error teniendo en cuenta la complejidad de una nación como Estados Unidos, las distintas gentes que lo habitan y, sobre todo, el hecho de que como en todo pueblo las ideas y mensajes más populistas pueden tener un enorme calado extendiéndose como un incendio difícil de sofocar cuando ya es demasiado tarde.
Lindberg nunca se presentó en verdad a las elecciones pero la serie (y novela) parten de los mensajes aislacionistas que llevó a cabo el piloto en contra de la guerra y a favor de Hitler entre 1939 y 1940 aprovechándose de que muchos le vieran como un ídolo de referencia conectando además con su drama personal de que años antes (en 1932) saltara a los papeles la noticia del secuestro y posterior asesinato de su hijo de sólo 20 meses. Lindberg se hizo popular cuando decidió optar a un premio de 25.000 dólares ofrecido en 1919 por el filántropo francés nacionalizado estadounidense Raymond B. Orteig para ser el primer piloto que realizara un vuelo trasatlántico sin escalas entre Nueva York y París, algo que consiguió el 20 de Mayo de 1927 tras un vuelo de 33 horas y 32 minutos a bordo de su monoplano Spirit of St. Louis.
“La conjura contra América” se va oscureciendo mientras la USA esperanzada en vivir en paz y consolidar su prosperidad ve cómo crece en ella el antisemitismo, al principio de manera velada y con comentarios en apariencia inocentes y después a través de la alineación, incluso de importantes figuras de la comunidad como la del rabino del que se enamora la algo díscola hermana de la mujer de Herman que, en realidad, no busca otra cosa que prosperar socialmente y dejar de ser una solterona aunque eso implique terminar siendo, sin pretenderlo, una colaboracionista. Y es que a la hora de propagar el veneno del fascismo el control de los medios es fundamental para que el mensaje se module en el ambiente y posteriormente se plasme en hechos a través de instrumentos que a veces no son más que personas perdidas que se dejan querer con el fin de sentirse útiles en la causa y encontrar su sitio en el mundo.
Todo mientras los hijos de la casa, Sandy (Caleb Malis) y Philip (Azhy Robertson), que si fuera por ellos el mundo sería más sencillo teniendo sus propios intereses como la pintura de uno y el coleccionar sellos por parte de otro, no terminan de entender bien las disputas y preocupaciones de sus mayores que van desde cuando intentan mudarse de barrio a uno más pudiente (en el cual no serán bien recibidos), las virulentas discusiones entre Herman y su sobrino Alvin (Anthony Boyle), al cual acogió en su casa al no tener padres y que ve la vida y lo que está pasando en el país con el bravor algo inconsciente de la juventud, o ese programa juvenil por parte del gobierno para que jóvenes judíos pasen una temporada con otras familias de la América profunda con el fin de amoldarse a otra forma de ser y de pensar aunque ello se venda como una inocente manera de enriquecerse a nivel personal y que no es muy diferente a lo que proponía la Revolución Cultural de Mao en China.
“La conjura contra América” gustará a los aficionados de las series de “qualité”, esas de ritmo reposado pero indudable marchamo de calidad con aire clasicista a lo “Mad Men” o “Boardwalk Empire”, pero ahondando en ellas sugerentes lecturas y detalles sobre nuestro tiempo. Y es que la mudanza “forzada” que sufre Sheldon, el niño apasionado del ajedrez y vecino de la familia protagonista, no es más que la deportación que hoy viven tantos refugiados cuando intentan aspirar a una vida mejor. Una trama que deja los momentos más descorazonadores de la serie a la hora de mostrar hasta qué punto llega la vileza del ser humano con sólo la sencillez y desgarro de Bess (Zoe Kazan), la esposa de Herman, ante lo que se intuye al otro lado de la línea de esas llamadas a cobro revertido.
Lo mismo ocurre en el caso de un Alvin que, sintiéndose un pelele en unos Estados Unidos en los que no encuentra su hueco, pasa a servir al ejército de Canadá con el fin de solventar el problema de raíz que, según él, no es otro que matando nazis, quedando en cierta manera entre dos aguas cuando ninguno de los dos países le harán sentir como un ciudadano del mismo. Todo mientras el rabino Lionel (John Turturro) y Evelyn (Winona Ryder) se dejan cegar por los cantos de sirena de un Lindberg que les hará creer en la buena fe de sus acciones y con el que se pavonearán en más de un evento aunque sea a costa de perder la relación con su familia y, además, la consciencia de lo que realmente está pasando en un país más revuelto y dividido que nunca.
“La conjura contra América” es un retrato del odio y el miedo, así como de incertidumbre para un futuro que sólo se ve como una huida hacia adelante en pro de la supervivencia. Los Levin no dejan de ser una familia como cualquier otra, con sus fricciones y sus distintas personalidades, pero que, como tiene que hacer todo un país, sólo podrán combatir el fascismo que les rodea estando unidos. Y es que la serie representa muy bien como las ideas nacionalistas y xenófobas no sólo son difundidas por los más viles sino, y es en lo que encuentran su éxito, por personas que creen estar actuando de una manera coherente y noble pero que en, verdad, no son más que propagadores de esa lacra que suelen comenzar como ideas motivacionales pero derivan en rechazo, discriminación, violencia y muerte.
Es verdad que los que han leído la novela pueden sorprenderse de que en los dos primeros capítulos ocurra tan poco, ya que la serie se explaya en la presentación de personajes y en el ambiente que vive unos Estados Unidos en los que reina la idea de querer vivir al margen de la nueva guerra, pero ese es el planteamiento necesario para que los siguientes cuatro capítulos sean un prodigio de atmósfera, narración y desarrollo convirtiéndolo en un intenso thriller a nivel narrativo y en toda una pesadilla para unos personajes que asisten a la deriva de una nación que denota su podredumbre tanto moral como a la hora de ofrecer "oportunidades" para aquellos que no bailan al son marcado por el paradigma que imponen los que mandan y a los que, al menos, lo que les hará mantenerse vivos y cuerdos es el amor que se profesan y la dignidad que conllevan sus actos.
Aunque cuando escribió la novela muchos pensaron que lo que Philip Roth retrataba era el desencanto de un país que había elegido a George W. Bush por segunda vez, en verdad lo que hizo el escritor es mostrar a través del pasado los hechos que vivimos en el presente. Una sociedad en la que el #BlackLivesMatter sólo es el emblema de un odio racial todavía muy arraigado en el país, además del recelo con el que se mira a la población musulmana, estigmatizada desde los atentados del 11-S, o la solidaridad de boquilla y mucha doble moral con el que las instituciones y los ciudadanos afrontan el fenómeno de la inmigración.
Todo mostrado en la serie a través de una cotidianidad en la que vemos reuniones familiares y a niños jugar en la calle mientras la amenaza es tan invisible como real como demostrará una ciudadanía que da “las llaves del reino” a un presidente que, al fin y al cabo, entre sus proezas aeronáuticas, su planta de actor de cine y sus eslóganes repetitivos pero directos, no es más que un defensor de la causa nazi, algo que la mayoría de votantes o no se interesaron en saber o simplemente no quisieron ver fascinados como estaban ante el envoltorio de una figura que, dejando a su país al margen de la guerra, no fuera óbice para que le hiciera pagar y sufrir un gran precio. Un recorte de libertades que mirando hacia el pasado o hacia el futuro también se ha visto en series recientes como “The handmaid´s tale” con la que comparte ese reflejo de Canadá como la tierra prometida.
“La conjura contra América” ha tenido una acogida dispar pero consideramos que es una propuesta impecable en su calidad y pertinente por lo que cuenta, y por cómo lo cuenta, ante la planificación en escena de ese creador que es el que más ha contribuido a dotar a HBO de esa aura de prestigio que posee, además de contar con un reparto en el que hay que destacar el portentoso trabajo que hacen sólo con sus ojos Zoe Kazan y el pequeño Azhy Robertson, que ya era el hijo de “Historia de un matrimonio” (2019). David Simon y Ed Burns han conseguido un nuevo hito en su colaboración tras “The Wire” y “Generation kill”.
Nacho Gonzalo