"Las niñas"
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El argumento: Año 1992. Celia, una niña de 11 años, vive con su madre y estudia en un colegio de monjas en Zaragoza. Brisa, una nueva compañera recién llegada de Barcelona, la empuja hacia una nueva etapa en su vida: la adolescencia. En este viaje, en la España de la Expo y de las Olimpiadas del 92, Celia descubre que la vida está hecha de muchas verdades y algunas mentiras.
Conviene ver: “Las niñas” nos trae la voz de Pilar Palomero que se une a la corriente de interesantes y jóvenes directoras que han surgido en el cine español en los últimos años como es el caso de Mar Coll, Paula Ortiz, Carla Simón, Lucía Alemany, Elena Trapé o Celia Rico pero que si bien cuentan con el respaldo inicial de la crítica y la industria no les ocurre lo mismo a la hora de seguir manteniendo su carrera encontrando oportunidades. Esta cinta es un retrato nostálgico de un tiempo que muchos recuerdan, el de esa España inocente, vivaracha y con errores de principiante pero que se abre al mundo tras décadas de oscuridad y represión. Una España que libera sus complejos y demuestra con eventos que hacen que el mundo esté pendiente de ella de todo lo que es capaz. Todo a través de la mirada de unas preadolescentes que estudian en un colegio de Zaragoza y que viven el choque generacional entre el despertar ilusionante de ella y sus amigas con la tradición marcada por los que han vivido en la España de las últimas décadas con el peso de la religión católica y el yugo del franquismo del que arrastran sentimiento de culpa y vergüenza en cada acto que se sale de la norma. Época de confusión y experiencias, sobre una España de contrastes, que van desde la selección para formar parte de un coro, y que ya muestra que en la vida nos están seleccionando y poniendo etiquetas continuamente, a una concepción del sexo que va desde lo oscurantista y servicial al marido y a Dios al hedonismo liberal y la determinación que aviva la televisión o las revistas juveniles de la época, así como la obligación social que les lleva a las chicas a ir por primera vez a una discoteca para demostrarse lo libres que pueden empezar a ser o sustituir los juegos de la infancia por participar en una ronda de chupitos aprovechando cuando los mayores las dejan solas, aunque eso sea aprovechado también para entre ellas posicionarse y lanzarse dardos.
Una película preciosista, emotiva, cuidada en el detalle y natural gracias al trabajo de su reparto y al desparpajo con el que se narra llena de referencias televisivas, musicales y sociales de la época como "Los Fruittis", la entrevista de Raffaella Carrà a Francisco Umbral, los cuestionarios de la revista Superpop o la música de Héroes del Silencio, Niños del Brasil y otros grupos aragoneses. Una muestra de cómo el contexto histórico condiciona y más si son en unos años ya complejos por sí, de definición personal en el que ni se es niña ni mujer entre la camaradería juvenil, la rutina de las monjas y el despertar físico, emocional y sexual, más cuando una nueva compañera que viene de Barcelona abre los ojos a un mundo en el que las normas no tienen que seguirse a pies juntillas. Sutilidad, sensibilidad y realismo a la hora de reflejar un país con más costuras de las que se creía y que todavía tenía que dar concesiones a la España del pasado por muy rápido que fuera el cambio. Una película que también es un ejercicio de memoria que muestra cómo se ha cambiado en tan poco tiempo identificándose con esas pequeñas anécdotas que la directora introduce de una manera que fomenta la nostalgia y qué hace meditar a uno sobre cuánto hemos cambiado siendo también muy reconocible para los que vivieron esos años. La efervescencia inicial con las charlas de las crías deriva en una emotiva y sentida relación maternofilial con unas estupendas Andrea Fandos y Natalia de Molina, una hija y una madre soltera que viven en un piso diminuto y que comunican con sus miradas convirtiendo a la cinta en heredera de “El espíritu de la colmena", “Cría cuervos” o "Verano 1993" con ese aire de cine de autor, casi documental, con cámara en mano y recursos orgánicos que poco a poco van poniendo también el foco en el rostro de una madre que al principio se intuye más que se ve y que, conforme la niña va madurando, empieza a comprender que ella también viene de sufrir lo suyo y ser víctima de una sociedad que señala con el dedo y que abronca desde el púlpito más que ampara con el abrazo, tocándole sacar adelante a su hija con el propósito de que no cometa los mismos errores que ella hasta que descubre que, en realidad, la mejor manera para ello es ser sincera con la niña y no seguir ocultándole cosas como si los problemas fueran a desaparecer de golpe fuera a tener delante a una cría por siempre. Retrato pulcro, sensible y humano, entre sencillez cotidiana y pequeñas anécdotas, sobre los verdaderos años de la transición social en nuestro país, tan luminosa por la expectativa de lo que podía venir como sombría por los yugos del pasado, desde la perspectiva de unas chicas que están deseando abrirse al mundo del que ellas serán tan partícipes como definidoras y que parecía complicado pero que, al contrario que ahora con la burbuja del estado del bienestar explotada, arrojaba entonces cierto halo de esperanza a la hora de confiar que las nuevas generaciones fueran a tener una vida mejor y más libre que las anteriores.
Conviene saber: Tras su paso por el Festival de Berlín 2020, “Las niñas” se hizo con la Biznaga de Oro a la mejor película en el Festival de Málaga 2020.
La crítica le da un SIETE