“Da 5 bloods: Hermanos de armas”, Spike Lee hace justicia con los olvidados de Vietnam
Querido Teo:
"Da 5 bloods: Hermanos de armas" es el título que Spike Lee ha estrenado directamente en Netflix y que es su nuevo trabajo después de la exitosa "Infiltrado en el KKKlan" con la que se llevó el Gran Premio del Jurado en el Festival de Cannes 2018 y el Oscar 2019 al mejor guión adaptado. Y es que estamos ante un Spike Lee que confirma que sigue en una tendencia en la que su rabia y nervio está más incandescente que nunca.
“Da 5 bloods: Hermanos de armas” es la reivindicación histórica bañada de acción, sátira y mala leche con la que Spike Lee vuelve a ofrecer un cóctel reflexivo sobre el devenir de la raza negra a lo largo de la Historia y ese maltrato congénito todavía hoy presente en una sociedad que no ha superado los coletazos de la esclavitud en forma de un racismo contemporáneo manifestado en el abuso policial, la desconfianza entre blancos y negros y la sempiterna desigualdad de oportunidades que lleva incluso a que en un gran número de ciudades en Estados Unidos la población siga viviendo de manera segregada entre calles residenciales de blancos y los barrios negros. La cinta empieza como una “buddy movie” de cuatro amigos que se reencuentran en Vietnam décadas después de combatir en la guerra con el fin de cumplir una última misión aunque, en verdad, lo que se pretende es contar como los negros sólo fueron meros peones enviados a la guerra como carne de cañón ante las promesas de un tío Sam que como país sólo quiso utilizarlos como mano de obra bélica y moldeable, desarraigada y fácil de convencer en pro de algo mejor.
Cuatro ex combatientes afroamericanos, Paul (Delroy Lindo), Otis (Clarke Peters), Eddie (Norm Lewis) y Melvin (+Isiah Whitlock Jr.), cuyos nombres son clara referencia a la formación inicial del grupo musical The Temptations, regresan a Vietnam en busca de los restos del que fue jefe de su escuadrón, caído en combate, “Tormenta” Norman (Chadwick Boseman), y la promesa de un tesoro escondido compuesto por ingentes cantidades de oro. Junto al hijo de Paul (Jonathan Majors), se enfrentarán a obstáculos naturales y humanos, y constatarán los estragos causados por la inmoralidad de la Guerra de Vietnam. Más en una nueva misión que no será tan fácil como esperan cuando acaban envueltos en ella el guía local, un grupo de activistas que desactivan bombas enterradas (entre ellos la actriz francesa Mélanie Thierry), unos guerrilleros acostumbrados a manejarse en la selva vietnamita al mejor postor, y un rico empresario francés (Jean Reno) que también pretende sacar tajada de la misión emprendida por estos cuatro negros veteranos que se mueven entre bromas propias del colegueo, los traumas que arrastra cada uno y la motivación personal e individual que en ellos reside a ritmo de las canciones protesta de Marvin Gaye.
“Da 5 bloods: Hermanos de armas” se va hasta las dos horas y media ante el regodeo de Spike Lee a la hora de no andarse por las ramas y subrayar algunas de las denuncias de la película entre sus habituales pullas y la camaradería reinante en los cuatro veteranos. Y es que el director vuelve a utilizar amplio material de archivo, especialmente al principio de la película, adentrándose en la relación de los negros en la Historia del siglo XX en Estados Unidos, especialmente en la década de los 60 y 70 con la Guerra de Vietnam en ebullición y la figura representada por Martin Luther King en la lucha por los derechos civiles y su asesinato en Tennessee el 4 de Abril de 1968 por parte de un hombre blanco, mientras muchos negros eran reclutados y enviados a la contienda. Y es que uno de los datos más demoledores que arroja la cinta es que si bien la población negra representaba en aquellos años el 11% en Estados Unidos, a la hora de combatir en Vietnam ese porcentaje pasó a ser del 32%.
Al igual que en su anterior trabajo la figura del populismo de Donald Trump también está presente, no sólo referenciado como “el agente naranja” que es como se refiere Spike Lee a él en declaraciones de prensa, sino representado en la gorra roja que lleva uno de los protagonistas con ese lema del “Make America great again” popularizado por el presidente en su campaña electoral de 2016 y que lleva a la burla de sus compañeros que le comparan con el único negro que salía en los mítines de Trump con una forzada sonrisa.
Hay referencias musicales, estéticas e históricas, entre ellas la aparición ficcionada de Hanoi Hannah, la locutora que desde Radio Hanoi se hizo popular al ser unas emisiones que desde Vietman iban dirigidas a los soldados americanos con el fin de minar la moral de las tropas. Sus mensajes, frecuentemente irónicos, ofrecían todo tipo de información que los soldados consideraban de espionaje: ofrecía las listas con los nombres de todos los soldados caídos o capturados, nombraba por la radio las supuestas ubicaciones de las unidades, o incluso aportaba datos de batallas que los soldados desconocían, haciéndoles saber que podrían estar siendo espiados. Allí se narraban constantes consignas sobre la inmoralidad de la presencia americana en la guerra, o sobre como los mandos les mentían sobre los avances, y como les ocultaban las derrotas. En el caso de los negros se forzaba en el mensaje en el que se les acusaba de que mientras su comunidad sufría el drama de la muerte de Martin Luther King ellos estaban en Vietnam defendiendo a un Estados Unidos que no les tenía el menor respeto en una guerra que, como se dice en la cinta, al igual que en todas ellas no termina mientras permanezca viva en la mente de los que la padecieron.
“Da 5 bloods: Hermanos de armas” se mueve entre picos y valles pero se mantiene por su vigorosidad, denuncia y capacidad de entretenimiento incluso en escenas en las que está presente el choque cultural (cuando en el mercado les intentan vender un pollo) o las fuerzas de flaqueza que se sacan como espíritu de supervivencia ante la aparición de un campo de minas. Todo en un coctel que, si bien se pierde a la hora de hablar de algunas relaciones paternofiliales, incluso algunas que son puestas como un obvio brochazo para mostrar las relaciones que se establecieron entre soldados y mujeres vietnamitas esos años dando fruto a hijos que luego vivían como apestados al ser considerados bastardos engendrados por el enemigo, la cinta es un apasionante y certero retrato sobre el imperialismo yanqui, el racismo permanente en su propio país frente al que han tenido que luchar e inmunizarse los negros, y los traumas que deja cualquier guerra en forma de vidas truncadas, sueños rotos y mentes que ya han perdido la razón.
La película es larga e irregular pero Spike Lee se luce y se gusta con toda sus armas como director en una cinta que, si bien homenajea en ocasiones a títulos como “Apocalypse Now” (cuyo cartel aparece en una cantina y con la música de Wagner sonando en una de las escenas) o “El cazador”, entronca más con la denuncia beligerante de “Nacido el 4 de Julio”, el retrato de la avaricia aventurera de “El tesoro de Sierra Madre” o la locura caótica y desenfadada de “Tropic Thunder”. Todo sin olvidar menciones al mismísimo "Rambo" con buenas risas ante la irrealidad del personaje encarnado por Sylvester Stallone.
Una mirada a la percepción que tiene la sociedad de la raza negra, así como sentimientos en algunos de sus personajes como la culpa por acción u omisión, y en la que se entrega de pleno un reparto muy convincente (a pesar de que su intención inicial era haber contado con otros actores habituales de su filmografía) tan hábil en las partes más desengrasantes como las más dramáticas, vertiendo una pátina de emoción ante unos tipos que vuelven hacia atrás de los pasos que dieron en su momento, encontrando en su regreso al que fue campo de batalla bañado por el napalm una respuesta a su existencia y a la causa que defendieron. Algo mucho más contundente y certero de lo que el propio Lee ya mostró en “Miracle at St. Anna” (2008) con cuatro soldados negros en la II Guerra Mundial.
En “Da 5 bloods: Hermanos de armas” está el Spike militante, aquel que 30 años después de “Haz lo que debas” sigue siendo consciente del problema que mueve todo su mundo y en el que se demuestra que el paso del tiempo y de las personas, en vez de evolucionar para mejor, fundamenta una sociedad en la que se vuelve consistentemente a los mismos errores. Por eso su cine se antoja tan vivo, pertinente y atemporal ya que si bien aquella película suena ahora tan cercana a la hora de adentrarse en el microcosmos de Harlem no lo es menos una cinta como la que nos ocupa que muestra la América de Trump y también los gritos de indignación del #BlackLivesMatter. Y es que la historia es cíclica y todo proviene de algo como las palabras que suenan tan actuales como la renuncia del boxeador Muhammad Ali en 1978 a combatir en una guerra frente a un enemigo que no siente como tal, la hazaña de los atletas Tommie Smith y John Carlos en los Juegos Olímpicos de 1968, las palabras del activista Kwame Ture, o el sacrificio del soldado Milton Olive III para salvar a sus compañeros.
Contando con la música de su habitual Terence Blanchard, Spike Lee interpela al espectador y lleva a cabo una serie de decisiones formales tan características como discutibles como es el caso de contar con los mismos actores representando a sus versiones jóvenes en la recreación de lo ocurrido en la selva en 1971, algo que no deja de chocar frente a la mayor lozanía de Chadwick Boseman, y que casi se ve más como una ensoñación de ellos mismos sobre esa época más que lo sucedido realmente sobre un formato 4:3 con fotografía de grano en 16mm, deseo personal del director no muy bien acogido por Netflix ante su alto coste y la preferencia de la plataforma por el formato digital. Los personajes rompen la cuarta pared y también cierta coherencia formal de una historia que corre el riesgo de tropezar ante la desbordante mezcla de géneros que plantea el director.
A Spike Lee le ha faltado una mayor contención a la hora de redondear una cinta satisfactoria en general pero desbordada en duración, discusiones reiteradas y planos largos entre la maleza tropical de la selva. Eso sí, desde luego el que más se luce en la función es un Delroy Lindo que en su tercera colaboración con el director está estupendo como ese cabecilla vehemente, dolido, desnortado y carcomido por la culpa de no haber estado a la altura de lo inculcado por su compañero fallecido, teniendo una relación tormentosa con su hijo y reprochando a unos Estados Unidos que no ha dado a los suyos los derechos por los que ellos lucharon.
Un Lindo tan dolido como excesivo, entre alucinaciones y crisis de ansiedad por la selva declamando cual personaje de Shakespeare, es el más traumatizado, a pesar de su apariencia de seguridad jerárquica, frente a un grupo de hombres en el que también destaca su mejor amigo, Otis, enganchado a unos medicamentos y que crece como personaje ante esa mirada tan tierna como sabia con la que Clarke Peters aporta gran humanidad a todos sus trabajos, habiendo trabajado ya con Spike Lee en "Red hook summer" (2012).
“Da 5 bloods: Hermanos de armas” se permite incluso un final conciliador ante la locura de estos tiempos para unos hombres que, vivos o muertos, tienen su dignidad y el legado de los suyos como mejor arma para cambiar las cosas, aunque eso sea a través de avances mínimos e intermitentes. Quizás la voz de Spike Lee sea redundante, excesiva e histriónica pero nadie puede negar que se erige como una voz frente a la Historia de los oprimidos, aquellos que siguen sufriendo, cargando con el estigma y el hecho de que nacer negro ya implique jugar con unas cartas marcadas por siempre. Un entretenimiento con denuncia en el que un vehemente Spike Lee pide justicia para una generación de olvidados pertenecientes a una raza oprimida, eso sí, con la seguridad del que siente y sabe de verdad de lo que habla frente a los que enarbolan banderas y mensajes fruto del postureo de galería.
Nacho Gonzalo