Cine en serie: “Un juego de caballeros”, el origen del deporte rey
Querido Teo:
En el siglo XV en la fiesta del santo patrón de Florencia, San Juan Bautista, se organizaban partidos de fútbol en Piazza Santa Croce. El juego tenía 27 jugadores en cada equipo y como escribe un contemporáneo: «Se jugaba menos con los pies que con los puños». 500 años más tarde el balompié es menos tumultuoso, ha perdido más de la mitad de sus jugadores, y resulta ser un juego dominado por los únicos que disponen de tiempo: la clase alta, de caballeros. No por casualidad el responsable de esta miniserie es el mismo que el de “Downton Abbey", o la más reciente “Belgravia”, de nuevo en el siglo XIX.
La serie nos lleva al momento en que, bajo cuerda, jóvenes jugadores que destacan en sus clubes, son "contratados", rompiendo la regla de amateurismo que rodeaba al juego. Una hipocresía muy victoriana y mantenida hasta no hace mucho tiempo.
"Un juego de caballeros", seis episodios, se mueve entre el Darwen FC, equipo formado por los trabajadores de una fábrica de telas en el condado inglés de Lancashire, y los ganadores habituales de la copa nacional, The Old Etonians, formado por aristócratas que además son los dirigentes de la primera Asociación de Fútbol del Reino Unido, los que ponen las reglas.
A pesar del desequilibrio evidente, por primera vez parece posible que un equipo de obreros sea el mejor del país, gracias en gran medida a un futbolista histórico, Fergus Suter, albañil escocés. El otro protagonista reencarnado es Arthur Kinnaird, hijo de un barón y banquero educado en Eton.
El fútbol es el eje del relato, pero no esperéis largas secuencias y múltiples partidos, porque no es menor el trabajo dedicado a conocer las tensiones sociales de la época a través de historias personales. Kinnaird tendrá que probar a su estricto padre que es más que un jugador de fútbol, al tiempo que su vida de recién casado enamorado parece en la cuerda floja. Suter también tiene frentes ante él, el amor, la necesidad de rescatar a madre y hermanas de un padre violento en la casa familiar, y su convicción de que pasar de un equipo a otro por una oferta mejor, no es la traición que todavía hoy consideran muchos.
Una mezcla muy bien envuelta de deporte, historia y drama, con la excelente puesta en escena habitual de Fellowes. Hijo de diplomático, Julian Fellowes creció cerca de las familias más acomodadas de Gran Bretaña, y es una experiencia que está llenando nuestras pantallas de victorianismo con aroma nostálgico, con una base hábil de clasismo humanista. La mezcla ha salido bien porque acepta espectadores indiferentes al fútbol y aficionados alejados del melodrama.
Carlos López-Tapia