Recordando clásicos: "El hombre que ríe" (1928), mucho más que el rostro del Joker
Querido Teo:
No sé si os habréis percatado amigos, pero vivimos una época maravillosa cinematográficamente hablando, casi todos los meses se estrena una obra maestra y si tenemos suerte y Marvel así lo quiere incluso dos. Una de las últimas de estas maravillas, de estas obras más grandes que la vida y mejores que el amor de una madre es el Joker, así que aprovechando que el Pisuerga pasa por Valladolid, y que todo el mundo anda como loco con el supervillano más graciosete de Gotham, he pensado que era una ocasión inmejorable para hablar de "El hombre que ríe", un drama romántico muy notable, bastante olvidado hoy en día pero que tiene el honor de haber inspirado una de las caracterizaciones más famosas de la Historia del cine.
La película es una adaptación de una obra de Victor Hugo del mismo nombre que cuenta la historia de Gwynplaine, un hombre al que siendo un niño, y como consecuencia de una venganza familiar, desfiguran terriblemente el rostro, dibujándole una sonrisa perpetua. Pasan los años y el joven crece ganándose la vida como payaso hasta que un día descubre un secreto sobre su origen que podría cambiar su trágico destino. Conrad Veird da vida al protagonista llevando durante todo el rodaje una molesta prótesis, con la que logró esa monstruosa sonrisa que años más tarde inspiraría las facciones del Joker.
En los años 40 Batman protagonizó por primera vez una serie independiente de cómics de la mano de Bill Funger y Bob Kane, cocreadores del mítico personaje, es en ésta época cuando surge la idea del Joker por primera vez. Su autoría no está clara ya que las versiones de éstos y de Jerry Robinson (escritor que comenzó como entintador de Batman y logró ascender hasta colaborar en la creación de ciertos personajes como Joker o Robin) son contradictorias, lo que sí que he podido sacar en claro tras cierta investigación es que todos estaban de acuerdo en que necesitaban un gran antagonista para Batman, que pretendían dotarle de cierto humor y que se inspiraron en Veird para darle vida.
Sin embargo, más allá de de esta anécdota, "El hombre que ríe" es un fantástico drama, que pese a pertenecer al cine mudo bien se puede disfrutar casi 100 años después de su estreno. La dirección corre a cargo de Paul Leni, director alemán destacado representante del expresionismo que insufla toda la película de una atmósfera trágica con un erotismo latente, convirtiendo lo que podría haber sido un olvidable drama histórico en un extraño y perturbador cuento gótico. El buen pulso del director se evidencia a lo largo de todo el metraje, en el que presenciamos tanto escenas intimistas entre dos amantes como otras multitudinarias de muchedumbres enfurecidas, creando siempre una magnifica puesta en escena y logrando dotar a una película muda de casi dos horas de duración de un ritmo encomiable.
Se trata de una película con multitud de personajes pero realmente el centro de la acción gira en torno al triángulo protagonista. Por un lado tenemos a la inocente e invidente amante del protagonista, la bella Dea, buena hasta la extenuación y sin mucho donde rascar. Mucho más interesante en mi opinión es Josiana, el segundo ángulo de éste triangulo, una noble viciosa y malvada que se encapricha de nuestro Gwynplaine y que no se detiene ante nada para satisfacer sus apetitos.
Y, finalmente, tenemos al hombre que ríe, Gwynplaine, enamorado de Dea, atraído por Josiana y despreciado por la sociedad. La interpretación de Conrad Veird es digna de todos los elogios que podáis imaginar ya que únicamente con los ojos es capaz de transmitir en cada momento una emoción diferente, además pese a estar en una película muda he de decir que su interpretación está muy contenida, quitando un par de momento histriónicos la fuerza del personaje reside siempre en su mirada, llegando incluso a lograr que nos olvidemos de la su sonrisa y eso, amigos, es una gran hazaña.
Como habréis podido comprobar poco tienen que ver las historias de "Joker" y "El hombre que ríe" más allá de la macabra caracterización de sus personajes, lo que sí que me resultó curioso es que en ambos casos la sonrisa impostada de sus rostros no es más que una máscara para cubrir otros sentimientos mucho más oscuros. Y es que amigos hay una verdad que perdura en el tiempo, las sonrisas no siempre son muestra de felicidad y en muchas ocasiones nos encontramos con risas más tristes que las lágrimas.
Mrs. Muir