20 años no es nada: Verano de 1999
Querido primo Teo:
Es probable que el verano de 1999 aún permanezca en el recuerdo de los cinéfilos como uno de los más satisfactorios de las últimas décadas. Al menos uno de los más icónicos para varias generaciones, que pudieron asistir a los estrenos de varias películas que aún a fecha de hoy son consideradas clásicos de la cultura popular.
Y qué mejor ejemplo que el título que inauguró la temporada estival en España. “Matrix” llegó a los cines patrios el 23 de Junio, y no se me ocurre una mejor fecha que San Juan como símbolo de lo que significó para el cine de acción. “Matrix” arrojó a la hoguera a todo el cine de género que se había venido realizando hasta la fecha para poner los cimientos de aquello en lo que se convertiría en la próxima década. “Matrix” es así, más que una película, un puente entre dos épocas. Y lo es, curiosamente, siendo estrictamente clásica en su narrativa no visual. Las hermanas Wachowski bebieron del mito de la caverna para narrarnos el periplo del héroe que ya había descrito Joseph Campbell en 1949, siguiendo estrictamente todos sus pasos. Pero lo hicieron revistiéndolo de ropajes propios del cyberpunk, del cine de acción oriental y pusieron sobre el tapete por primera vez el bullet time, un efecto en el que la cámara rota a velocidad normal alrededor de una acción que transcurre a cámara lenta. “Matrix” recibió las alabanzas del público y de la crítica especializada, los que hacían bullying en el instituto fliparon con sus escenas de acción, y los que lo recibían, con su vertiente intelectual, e incluso el profesor de Filosofía se hacía el enrollado hablando de ella en clase. Warner Bros. ganó más de 300 millones de dólares con ella y medio año después terminaría llevándose 4 premios Oscar (montaje, efectos especiales y los dos de sonido).
Y “La amenaza fantasma” sería la principal damnificada del éxito de “Matrix”. El Episodio I de "Star Wars" era la película más esperada de todo el año, y su éxito en taquilla fue descomunal, superando los 1.000 millones de dólares de recaudación de la época, a pesar de ser una de las primeras películas colgada al completo en internet (así fue mi primer visionado, un par de meses antes de su llegada a los cines españoles, a finales de Agosto). Pero muy pocas veces un éxito tan evidente tuvo un sabor tan amargo. La Academia ignoraría la propuesta de George Lucas, concediéndole tan solo 3 nominaciones a los Oscar, en una ceremonia de la que se iría de vacío. Y el fervor popular con el que fue recibida (que no os engañen los revisionistas, el público acudió en masa, las colas eran kilométricas y el entusiasmo de la gente, real) se enfrió con el paso del tiempo. Hoy en día, y tras ser objeto de burlas durante más de una década, el público está empezando a poner en valor a "La amenaza fantasma". Puede que tenga problemas de ritmo y que Jar Jar Binks sea un colosal error, pero cuenta con personajes carismáticos (Qui-Gon Jinn), varias secuencias de acción memorables, una grandísima partitura de John Williams y varios momentos de una fisicidad que desaparecería en los siguientes capítulos de la saga, en los que George Lucas ya terminaría cayendo irremisiblemente en la locura digital que acabó por devorarle. Y, con todos sus problemas, al menos Lucas tenía un plan. Puede que no fuera el mejor plan del mundo, puede que fuera aburrido, pero al menos era adulto. Y existía. Que no es algo que puedan decir todos los que posteriormente terminaron desarrollando la saga.
Otro de los blockbusters que dio una alegría a las taquillas a lo largo de ese verano fue "La momia", la película que convirtió en estrellas a Brendan Fraser y Rachel Weisz, su pareja protagonista, e, incluso, a su director, un Stephen Sommers que venía de darse un batacazo monumental con la estupenda "Deep rising" y que nunca se había visto en otra igual. En la actualidad, toda una generación recuerda "La momia" como una especie de versión apócrifa de las aventuras de Indiana Jones, esencialmente porque quien no conoce a Dios, a cualquier santo le reza. "La momia" es una descompensada aventura de cartón piedra que podría tener cierta gracia como propuesta de serie B, pero a la que el público debería haber exigido más teniendo en cuenta que costó 80 millones de dólares y que era la principal apuesta veraniega de Universal. La película ni asusta, ni provoca carcajadas, ni siquiera genuina emoción. Y la historia de amor no termina de funcionar por la incapacidad demostrada de Fraser para tener química con sus partenaires femeninas. Probablemente la pareja que mayor complicidad ha mostrado con el actor a lo largo de su carrera fuera el gorila de "George de la Jungla" o Ian McKellen en "Dioses y monstruos", en la que demostró ser bastante mejor momia que Arnold Vosloo.
El éxito de "La momia" se contrapuso al batacazo que se pegó John Carpenter en su revisión de otro mito del terror clásico con su "Vampiros". Tanto fue así que la película tardaría hasta diez meses en estrenarse en España. Y para cuando lo hizo, en lo más crudo del crudo verano, tampoco tenía mucho sentido, tan alejada de las fechas de Halloween para las que había sido concebida. "Vampiros" era una propuesta en las antípodas de "La momia". Una película sangrienta, áspera, polvorienta y profundamente nihilista, protagonizada por un héroe atípico y desagradable interpretado por un James Woods que por aquel entonces estaba acostumbrado a convertirse en el MVP de todos y cada uno de los proyectos que encadenaba (que eran muchos). El público no conectó con esta propuesta tan profundamente hawksiana, algo, por otro lado, tan propio de Carpenter, a medio camino entre el western y la revisitación de "¡Hatari!", pero, tampoco nos asustemos, endiabladamente jugona y divertida.
Adjetivos, estos, que ojalá pudiéramos aplicar a "The haunting (La guarida)", otra de esas películas que ese verano quiso recuperar la tradición clásica del cine de terror pero que, al igual que "La momia", en ningún momento se atrevió a intentar asustar o dar miedo, no fuera a ser que fuera a incomodar a alguno de sus espectadores y no pudiera recuperar los 80 millones de dólares (¿les suena la cantidad? Sí, exactamente el mismo presupuesto que "La momia") que Dreamworks puso sobre la mesa para rodarla. Al final, los únicos que perdieron dinero con la película fueron los espectadores que pagaron la entrada. Y, con el tiempo, se llevaron 5 nominaciones a los Razzies y dejaron la sensación de una gran oportunidad perdida. Tras el colosal fracaso de "Speed 2", "The haunting (La guarida)" fue el segundo clavo en la tapa del ataúd de la carrera de Jan de Bont, del que todavía nadie se explica cómo pudo pasar de la pericia artesanal con la que se desenvolvió en "Speed" apenas cinco años antes a este tren de la bruja en el que ni siquiera pudo aprovechar los majestuosos decorados, obra de Eugenio Zanetti, de los que disponía, y se empeñó en ensuciarlos con una tecnología digital que todavía no estaba preparada para lucir tan bien como él creía.
El que sí que no engañó a nadie fue Russell Mulcahy, que con "Resurrección" entregó el típico exploit de "Seven" que todos esperábamos si era él el que lo traía debajo del brazo. Que, mira, si resulta que la historia la había escrito el mismísimo Christopher Lambert, que, a su vez, se había reservado el papel protagonista, pues al final ni tan mal entregar ese cesto si contabas con esos mimbres, Mulcahy. La película es la típica basura previsible que uno puede esperarse de ese dúo, pero, también, rabiosamente entretenida y carente de pretensiones, que no es poca cosa teniendo en cuenta que trata sobre la caza de un asesino en serie que mutila a sus víctimas para reconstruir el cuerpo de Cristo.
Y no sobre Cristo, sino sobre el diablo, versaba la propuesta que Roman Polanski estrenó a finales de Agosto. Una coproducción española que partía de un guión de Enrique Urbizu que adaptaba "El club Dumas" de Arturo Pérez Reverte. La película fue un estrepitoso fracaso económico que no hacía sino confirmar que el Johnny Depp pre "Piratas del Caribe" era puro veneno para la taquilla. Y el caso es que, aún estando claro que es un Polanski menor, durante los dos primeros tercios de su metraje hay una gran película negra agazapada en "La novena puerta", una interesantísima propuesta sobre la importancia de los libros y los poderes subterráneos que rigen la realidad, rodada con todo el mimo, la maldad y el misterio de los que es capaz su director.
Pero el gran éxito del cine español de esa temporada fue, sin duda, "La lengua de las mariposas", un fenómeno crítico y popular que generó uno de los ya clásicos escándalos del Festival de San Sebastián cuando se fue sin una sola mención en su palmarés tras encabezar todas las quinielas de la prensa especializada. El caso esa fue la suerte que marcó toda la carrera de la película de José Luis Cuerda, que tuvo un discreto paso por toda la temporada de premios (tuvo 13 nominaciones a los Goya y sólo ganó el de mejor guión adaptado) al tener la mala suerte de coincidir con el fenómeno que fue "Todo sobre mi madre". El paso del tiempo no le ha sentado mal a "La lengua de las mariposas", en parte por el clasicismo de la gramática visual de Cuerda, aunque también juegan a su favor su cuidada fotografía, el naturalismo de sus actores y la sensibilidad de su historia. Probablemente hoy en día, en unos tiempos en los que el espectador está más polarizado en lo ideológico y, en consecuencia, mucho más crispado, hubiera sido una propuesta mucho más divisiva, y unos hubieran intentado golpear a otros con la película en la cabeza y habría llamamientos a boicots y el ruido sería tal que al final nadie terminaría disfrutándola como debiera. Los tiempos, que han cambiado. Y no necesariamente para mejor.
También sería curioso saber cómo se hubiera recibido hoy en día a "París Tombuctú", la que terminaría siendo la última película de la filmografía de Luis García Berlanga, el más prestigioso director español en activo en ese momento (ese cetro sería recogido por Pedro Almodóvar a partir de ese mismo 1999). "París Tombuctú" es la sublimación del cine de Berlanga, su alfa y su omega. Todas sus obsesiones están ahí y, están además, en cantidades industriales, como si el productor hubiera optado por la opción de pagar un euro más y convertir su menú en gigante. Porque "París Tombuctú" es una película de las de comer con las manos y masticar con la boca abierta, mientras no paras de reír y de hablar. Una película que desborda mediterraneidad y fetichismo. Hace falta haber cumplido muchos años para poder rodar una película tan joven, tan radical, erótica y arriesgada como "París Tombuctú". Y para atreverse a poner el broche de oro a toda una carrera con el plano final de esta cinta: aquel en el que, tras un breve paneo, la cámara se detiene sobre un toro de Osborne en cuya base puede leerse “Tengo miedo”, texto al que le corresponde una escueta firma: “L”.
El que no tuvo tiempo a sentir miedo fue Stanley Kubrick, que, tras fallecer de un fulminante infarto el 7 de Marzo de 1999, estrenaría, cuatro meses después (seis en España, país al que llegaría el 17 de Septiembre), "Eyes Wide Shut", su película póstuma. Una película onírica, malsana y enfermiza sobre la sexualidad. Una obra capital de tal calado que, para hacerle justicia, merecería un artículo propio más que un breve párrafo en éste. Mucho se escribió en su momento sobre un rodaje que se alargó durante más de 400 días, a lo largo de los cuales se cambió a varios de sus intérpretes y que se llevó por delante el matrimonio de Kidman y Cruise e, incluso, la vida de su director. La crítica y el público no supieron cómo reaccionar a la película de Kubrick, las reseñas fueron tibias, la temporada de premios ignoró completamente la propuesta y Warner apenas ganó 30 millones con el proyecto. Pero el paso del tiempo le ha ido sentando cada vez mejor a "Eyes Wide Shut", hasta el punto de que en la actualidad se la empieza a reconocer como una de las películas imprescindibles de uno de los directores con una carrera más robusta de la Historia del cine.
Y un poco como reverso de "Eyes Wide Shut" funcionaba "Notting Hill". Si había habido dos comedias románticas representativas del cine de los 90, estas habían sido "Pretty woman" y "Cuatro bodas y un funeral". Pues bien, "Notting Hill" cogía a los protagonistas de ambas, Julia Roberts y Hugh Grant, a los que dichas películas habían lanzado al estrellato, y les ponía a enamorarse y desenamorarse por las calles de Londres. "Notting Hill" funcionaba, además, como perfecta síntesis de las dos corrientes del género predominantes en la década: la británica y la americana. El perfecto guión de Richard Curtis (y perdón por la redundancia) incluía todos los lugares comunes posibles, y los convertía en una zona de confort de la que el espectador no querría salir jamás. Tras esta película, Notting Hill dejó de ser un barrio de Londres para convertirse en un lugar feliz del cinéfilo medio.
Y apenas una semana después que "Notting Hill", el viernes 23 de Julio, llegaría a las carteleras españolas "10 razones para odiarte", una libérrima versión de "La fierecilla domada", de William Shakespeare, adaptada a la realidad de un instituto americano de finales de los 90. Y, si bien en el mercado estadounidense no terminó de funcionar del todo mal, y sirvió para presentar en sociedad a un jovencito de pelo rizado y madera de estrella llamado Heath Ledger, su carrera comercial internacional fue desastrosa y acabaría acarreándole unas pérdidas de casi 10 millones de dólares a Disney. El tiempo le ha terminado haciendo un gran favor a esta simpática comedia romántica adolescente, que ha visto como su culto iba incrementándose con el paso de los años, hasta terminar convirtiéndose en una película bastante generacional.
Otra adaptación de un clásico de la literatura a la realidad adolescente americana de finales de la década fue "Crueles intenciones", que convertía a los personajes de "Las amistades peligrosas", de Choderlos de Laclos, en adolescentes pijos y despreocupados de Manhattan. El reparto, encabezado por Sarah Michelle Gellar, Ryan Phillippe y Reese Witherspoon, era tan noventero que, si se hubieran planteado la posibilidad de rodar un remake español su equivalente sería Silke, Jesús Vázquez y Raquel Meroño. Al contrario que "10 razones para odiarte", "Crueles intenciones" fue un éxito comercial inmediato, una película muy popular entre los adolescentes desde el mismo momento de su estreno (con aportaciones tan icónicas a la cultura pop como el hilillo de saliva que queda entre las boca de Sarah Michelle Gellar y Selma Blair tras su beso en primerísimo término) contando, incluso, con una respetable aceptación crítica, lo cual no deja de ser curioso teniendo en cuenta lo antipático, pobre y desagradable de la propuesta.
Aunque, si de revisitaciones pop de iconos culturales hablamos, el rey de la temporada veraniega de 1999 fue "Austin Powers: La espía que me achuchó", exitosísima secuela de un éxito eminentemente estadounidense de 1997. Esta disparatada comedia, protagonizada por un agente secreto que parodiaba la figura de James Bond, convirtió durante un par de años a Mike Myers en una estrella. Aunque si por algo es recordada en España es por el disparatado doblaje realizado por Florentino Fernández. Así, del mismo modo que Myers daba vida hasta a tres personajes, el, por aquel entonces, presentador de "El informal", robaba completamente la película llenándola de chascarrillos locales muy celebrados por la audiencia. "Austin Powers: la espía que me achuchó" ha acabado por convertirse en una de esas comedias que sus fans, entre los que me incluyo, han podido ver decenas de veces, hasta el punto de poder repetir sus diálogos de memoria y celebrar sus mejores chistes segundos antes de que se muestren en pantalla.
Y si el verano del 99 comenzaba, cinematográficamente hablando, con el estreno de "Matrix", finalizaba, a mediados de Septiembre, con la llegada a las carteleras españolas de "Nivel 13", que sería considerada un poco como su hermana bastarda. Porque lo cierto es que las similitudes entre ambas eran reseñables. Algo que, en el fondo, tampoco era tan sorprendente teniendo en cuenta que el tema del individuo gris que se cuestiona la realidad era un tema recurrente en el cine comercial del cambio de milenio. El mundo decidió ignorar "Nivel 13" porque tuvo la mala fortuna de llegar apenas tres meses después de la que acabaría convirtiéndose en la película definitiva sobre el tema, y el público no quiso saber nada más al respecto. Pero eso no quiere decir que no sea una maravillosa película, triste y crepuscular, llena de grandes ideas visuales y narrativas. Un título que hubiera merecido una reivindicación que el aficionado no ha querido otorgarle. Un pequeño secreto a redescubrir.
Y así, del mismo modo que en el póster de "Nivel 13" el protagonista abandonaba la realidad que conocía para adentrarse en un terreno incierto, el espectador afrontaba el que sería el último otoño de la década, pensando que, tras las películas que le había ofrecido el verano del 99, aquello sólo podía ir a peor. Una vez más, el espectador se equivocaba.
Daniel Lorenzo