Conexión Oscar 2020: El regreso de Renée Zellweger
Querido primo Teo:
A Renée Zellweger se le ha dado por acabada. Hasta que su interpretación de Judy Garland cautivó en el Festival de Telluride, y posteriormente en el de Toronto, la texana era un sinónimo del pasado, alguien que vivía de las rentas de haber rozado el estatus de actriz preferida del mundo durante los primeros años de la década de los 2000 hasta que se convirtió en una presa fácil para el escarnio que le llevó a desaparecer. Renée Zellweger conoce muy bien lo que es saborear las mieles del éxito, que le hizo ganar el Oscar por “Cold Mountain” porque la industria quiso recompensarla al no dárselo por “Chicago”, y también el trago más amargo de la tiranía de Hollywood. A sus 50 años protagoniza el “comeback” del 2019 al meterse en la piel de Judy Garland alguien que representó como pocos las luces y las sombras del mundo del espectáculo.
El público se enamoró de Renée Zellweger casi al mismo tiempo que Jerry Maguire en el exitoso film de Cameron Crowe. Tenía 27 años y llevaba dos ganándose la vida en Hollywood, le costó abandonar su Texas natal pero se dio cuenta de que si quería ser actriz poco futuro tendría si se quedaba en un lugar en el que lo más destacable que hizo fue una entrega de “La matanza de Texas”. Fue candidata al SAG y Hollywood quiso explotarla como la chica, aprovechándose de una imagen bastante pulcra de vecinita mona e incapaz de meterse en problemas de la que se enamoraría cualquiera, ella detestaba que la comparasen y no solo físicamente con ese icono de la castidad como era Doris Day.
En el año 2000 la cotización de Zellweger en la industria comenzó a dispararse. Tras varios años encallada en papel de florero pudo demostrar finalmente sus cualidades de estrella en “Persiguiendo a Betty”, un regalazo que le llegó de la mano de Neil LaBute en donde la actriz se metió a todo el mundo en el bolsillo con su interpretación de una mujer traumatizada por la muerte de su esposo que pierde la noción de la realidad y se obsesiona con la estrella de una telenovela. Aquella texana había llegado a Hollywood para quedarse, fue galardonada con el Globo de Oro y se hizo con el papel de la versión en carne y hueso de Bridget Jones, algo que no gustó demasiado porque a pesar de que pueda encajar perfectamente en el rol de mujer que es un desastre con piernas ni tenía el físico ni evidentemente era británica pero todo se podía mejorar. Zellweger supo callar las críticas con una interpretación tan entregada que nadie dudó de sus posibilidades de llegar a los Oscar, algo que no consiguió con “Persiguiendo a Betty”.
Si “El diario de Bridget Jones” fue un enorme éxito y le proporcionó su primera nominación al Oscar, Renée Zellweger con su siguiente película, la adaptación cinematográfica del musical “Chicago” llevada a cabo por el coreógrafo Rob Marshall, consiguió convertirse en una de las reinas de Hollywood y de paso en una de las actrices favoritas del planeta. Encajó perfectamente en un personaje tan icónico de la escena como es el de Roxie Hart realizando una exhibición de todo su potencial: resulta magnética, sexy y sumamente divertida desenvolviéndose perfectamente en los números musicales. El Oscar por “Chicago” se le escapó, fue para una también incontestable Nicole Kidman en “Las horas”, y desde ese momento Hollywood sintió que estaba en deuda con ella.
Esa recompensa llegó con “Cold Mountain” de Anthony Minghella. El Oscar a Renée Zellweger se le había entregado meses antes de que el film se convirtiera en el mayor desastre de la carrera al Oscar del 2004. Contaba con la ventaja de que su personaje era el alivio cómico de esa odisea trágico-romántica ambientada en la guerra de secesión y que se zampaba a todo lo que tenía alrededor. Harvey Weinstein hizo que fuera la reina de todas las entregas de premios de esa cosecha y fue su acompañante de butaca en la ceremonia (una imagen que la perseguirá a ella y a muchas otras actrices). Cuando subió a recoger la estatuilla a la mejor actriz de reparto sintió que el universo le compensaba de esta manera por no haber interpretado a Ada Monroe, un papel por el que peleó con uñas y dientes hasta que se lo dieron a Nicole Kidman, pero en lo que no pensaba era en las palabras de Lester Burnham tras salir aliviado de una ducha matutina “a partir de aquí todo irá cuesta abajo”.
Un año después de alcanzar la cima de Hollywood, o mejor dicho el escenario del anteriormente conocido como el Kodak Theatre, y de ser considerada una de las actrices preferidas del planeta, comenzó a sentir que su presencia ya incomodaba. Su interpretación fue de lo más vapuleado de “Cinderella Man” de Ron Howard, otra película que estaba confeccionada milimétricamente para los Oscar y que no funcionó y no fue por culpa de la actriz. Su participación en “Appaloosa” de Ed Harris fue considerada un error de casting y aquellos proyectos destinados a su lucimiento, como “Miss Potter” pasaron completamente desapercibidos.
La carrera de Renée Zellweger fue dando tumbos y sentirse esclavizada por una actividad que no le estaba dando frutos le llevó a una depresión. En el año 2010 decidió retirarse y estuvo completamente apartada durante seis años. Lamentablemente en ese período nadie la echó en falta y solamente se acordaron de ella para humillarla de la peor manera posible por su aspecto cuando se dejó ver en un acto. Regresó metiéndose una vez más en la piel de Bridget Jones, algo que fue una sorpresa porque “El diario de Bridget Jones: Sobreviviré” aunque tuvo un buen rendimiento en la taquilla no contentó tanto como su predecesora y la propia actriz no estaba muy por la labor de volver a pasar por el calvario de subir y bajar de peso en tiempo récord. Sorprendentemente "Bridget Jones´ baby” a pesar de no contar con Hugh Grant, memorable en la piel del canalla Daniel Cleaver, ni con una campaña promocional tan avasalladora como la de las primeras entregas funcionó muy bien en la taquilla y a la crítica le agradó más de lo que se podía prever.
Pero el verdadero regreso de Renée Zellweger no se ha dado con esa película, ni obviamente con “What/If”, calificada como una de las peores series lanzadas por la plataforma Netflix y que ni siquiera ha alcanzado el estatus de “placer culpable”. Se ha producido con “Judy” el biopic de Judy Garland dirigido por el británico Rupert Goold en donde aborda el período final de la vida de la diva. En el invierno de 1968 Judy Garland ofreció durante cinco semanas unos conciertos en un club nocturno londinense. Estaba arruinada, perseguida por acreedores, el fisco y por un buen número de promotores cabreados por incumplir sus contratos y era prácticamente un cadáver andante de tan solo 46 años, su cuerpo menudo y su mente aún más frágil ya no podían aguantar mucho más y a nadie le extrañó que la Garland abandonara el mundo de los vivos víctima de una sobredosis de barbitúricos el 22 de Junio de 1969. Meterse en la piel de Judy Garland fue una experiencia desafiante para Zellweger que quiso ir mucho más allá del icono y también de la leyenda en torno a su declive y su muerte prematura.
En la galería de juguetes rotos de la industria del espectáculo ocupa un lugar destacado Judy Garland. Frances Ethel Gumm pertenecía a una familia vinculada al teatro musical y con apenas dos años ya debutó sobre las tablas. Poseía un talento extraordinario y eso le llevó a ser explotada por todos los que la rodeaban, desde unos padres que querían que la niña fuera una estrella hasta un Estudio incapaz de ver más allá de los números. A la edad de 17 años se convirtió prácticamente en un icono gracias a “El mago de Oz” pero ya estaba sufriendo las consecuencias del sistema. La Metro-Goldwyn-Mayer controlaba todos sus movimientos, además fue víctima de abusos, y para perpetuar su imagen infantil la sometió a una severa dieta de adelgazamiento, proporcionándole anfetaminas y posteriormente sedantes porque la criatura iba como una moto. No había alcanzado la mayoría de edad y ya dependía completamente de estimulantes, somníferos, antidepresivos y alcohol para poder funcionar. Arthur Fleck decía que no había experimentado ningún momento de felicidad en su vida y probablemente Judy Garland, que fue una de las artistas más queridas por el público, tampoco los tuvo algo que le llevó a intentar quitarse la vida en varias ocasiones. Fue una auténtica desgraciada por eso su monólogo en “Ha nacido una estrella” (con la que regresaba a la interpretación tras una temporada apartada) resulta tan desgarrador ya que en realidad se estaba describiendo a sí misma.
El factor "comeback" es determinante para acaparar la promoción. No hay nada como una vieja gloria a la que rescatan del ostracismo pero eso no garantiza ni el triunfo ni mucho menos la permanencia, que se lo digan a Burt Reynolds, Mickey Rourke o a Michael Keaton. Ni siquiera a Matthew McConaughey que culminó con el Oscar al mejor actor conseguido por “Dallas Buyers Club” su proceso de reconversión. Hollywood no suele dar segundas oportunidades y mucho menos a las mujeres, a no ser que te llames Ingrid Bergman, pero Renée Zellweger no parece tener una rival a su altura en su camino hacia la segunda estatuilla.
Mary Carmen Rodríguez
Gracias,
La verdad me imaginaba mucho un artículo como este desde que vi el primer trailer de "Judy" el pasado mes de mayo.
Realmente espero con ansiedad esta película como fan que fui de Zellweger hace ya algunos ayeres.
¿Hay otra actriz que haya protagonizado un regreso estelar culminado en estatuilla dorada, bien sea la primera o la segunda? No sé cómo fue la carrera "entre oscars" de Vivien Leigh y Helen Hayes. Deberían poner algunos ejemplos ustedes, que están más enterados.