"El cuento de las comadrejas"
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El argumento: Cuenta la historia de una bella estrella de la época dorada del cine, un actor en el ocaso de su vida, un escritor cinematográfico frustrado y un viejo director hacen lo imposible por conservar el mundo que han creado en una vieja mansión ante la llegada de dos jóvenes que presentan una amenaza que lo puede poner todo en peligro.
Conviene ver: Juan José Campanella ha vuelto al cine (si exceptuamos la experiencia animada en “Futbolín”) una década después de su obra maestra, “El secreto de sus ojos”, que terminaría reportándole el Oscar gracias a un título en el que todo encajaba como un guante con el que el director argentino demostró su magisterio tanto detrás de las cámaras como a la hora de transmitir sentimientos en la pantalla. La bonhomía, cinefilia y humanismo del director nutre de alma a su cine y eso vuelve a plasmarse en una cinta como “El cuento de las comadrejas”, una gozosa rareza en su filmografía apoyándose en una premisa teatral, en el trabajo de unos actores veteranos en estado de gracia y en su retrato de las miserias humanas a través de una industria como la del espectáculo en la que los focos de la fama son casi como un beso de Judas antes de llevarte al infierno del ostracismo, aquí acentuada por los vaivenes políticos y los coletazos de la dictadura argentina. Una comedia negra macabra llena de sorna, referencias (desde “El crepúsculo de los dioses” a “El juego de la sospecha”) y que vive de la construcción de personajes, de sus brillantes diálogos (heredera de las comedias clásicas los 40 y 50 llena de ritmo y réplicas punzantes e ingeniosas) y de un impecable armazón actoral conformado por Graciela Borges, Oscar Martínez, Luis Brandoni, Clara Lago, Marcos Mundstock y Nicolás Francella. Una cinta sobre la añoranza de la juventud y la dualidad entre lo antiguo y lo nuevo, con la entrada del personaje de Clara Lago en su segunda película con acento argentino y estupenda ante su sibilino y embacuador rol, que pierde mordiente conforme pasa el metraje en favor de sensibilidad y que es un canto al cine, a las historias que merecen ser contadas y a un oficio como el del actor, tan fascinante como oscilante y complejo. Un juguete que ha orquestado Campanella cuyas piezas, dentro de su obviedad, están perfectamente engrasadas.
Conviene saber: Remake de la película “Los muchachos de antes no usaban arsénico” (1976) de José A. Martínez Suárez.
La crítica le da un SIETE