Cine en serie: "Fosse/Verdon", la cara y la cruz del mundo del espectáculo
Querido primo Teo:
La tan cuestionada traca final de “Juego de tronos” ha monopolizado la atención mediática y desgraciadamente eso ha provocado que algunos trabajos de esta temporada televisiva que estamos a punto de finalizar hayan quedado en un segundo plano. Uno de ellos ha sido la principal apuesta de la cadena FX, “Fosse/Verdon”, que es uno de esos productos con sello de garantía. Primero por aproximarse a una de las parejas artísticas y sentimentales más emblemáticas de mediados/finales del siglo XX (la formada por Bob Fosse y Gwen Verdon), segundo por contar con dos actores de la talla del oscarizado Sam Rockwell y Michelle Williams como protagonistas y tercero por tener el respaldo creativo de Lin-Manuel Miranda, uno de los nombres que han contribuido al reverdecimiento de la escena musical de este siglo XXI.
“Fosse/Verdon” es mucho más que un biopic al uso, aunque evidentemente hace un repaso a la vida y obra de dos figuras legendarias como fueron Bob Fosse y Gwen Verdon. Es una radiografía que por un lado explora el mundo del espectáculo que, al igual que Mefistófeles, captura el alma de quien ansía alcanzar la cumbre, y por el otro se adentra en la relación de una pareja unida por compartir la misma visión del arte más que por el amor o una hija en común. Cuando se conocieron Bob Fosse y Gwen Verdon ambos ya tenían asumido que sus vidas personales eran un estorbo en su camino al estrellato. Gwen renunció al papel impuesto de madre y esposa para convertirse en la mejor bailarina de Broadway y alzarse con su primer premio Tony a la edad de 29 años por “Can-can”, y Bob para sobrellevar su esclavitud a la perfección se anestesió con el sexo, las drogas y el alcohol provocándole problemas de salud y convirtiéndose en el peor referente posible para su hija.
Bob Fosse (1927-1987) era un bailarín notable pero carecía de una presencia tan impoluta como la de Fred Astaire (además comenzó a quedarse calvo siendo muy joven) y no pudo convertirse en una estrella cinematográfica de su calibre. Le salvó su talento como coreógrafo que le llevó a los escenarios de Broadway y ahí sí que no tuvo rival dejando su huella en espectáculos como “Juego de pijamas” y “Malditos yanquis”. Fue precisamente en este último en donde conoció a Gwen Verdon (1925-2000), que ya era una de las actrices de la escena musical más cotizadas e inició su relación sentimental con ella. En ese momento Bob estaba casado con quien era su segunda esposa, la actriz y bailarina Joan McCracken, con serios problemas de salud debido a su diabetes.
Bob siempre fue consciente del magnetismo que tenía en las mujeres y que fuera uno de los pocos coreógrafos heterosexuales de la ciudad le garantizó un buen número de amantes entre sus bailarinas. En la pelirroja con voz cavernosa de Gwen Verdon había mucho más que un polvo de una noche. Bob encontró en ella a alguien a quien podía desafiar porque era una igual. Halló a su alma gemela, a la única cómplice posible para manifestarse artísticamente. Formaron el tándem perfecto. Si por separado los dos brillaban, cuando se juntaban surgía algo prodigioso porque se mejoraban mutuamente llegando incluso a la dependencia en aquellos proyectos que no tenían en común, sin ir más lejos Verdon actuó como asesora de Fosse tras una llamada de auxilio durante el rodaje de “Cabaret”. Fue precisamente en la filmación de esta película cuando la pareja se separó al enamorarse Bob de su traductora.
“Cabaret” encumbró definitivamente a Bob Fosse, el film se hizo con 8 Oscar, entre ellos el de mejor dirección, aunque no materializó el de mejor película que fue para la también incontestable “El padrino” de Francis Ford Coppola. El año 1973 le marcó especialmente: primero, porque se alzó con la triple corona ya que en pocos meses de diferencia consiguió el Oscar por “Cabaret”, el Tony por “Pippin” y varios premios Emmy por “Liza with a Z”, segundo, porque sufrió una crisis nerviosa que le llevó a ingresar en una centro psiquiátrico tras intentar suicidarse, su mente no pudo seguir soportando su altísimo nivel de exigencia aderezado con todo tipo de excesos.
Si a nivel cinematográfico “Cabaret” fue la película que le hizo pasar a la posteridad y le llenó de galardones, la obra maestra absoluta de Bob Fosse fue indudablemente “All that jazz” de 1979 en donde hizo un ejercicio de exorcismo que expuso todas sus miserias personales y profesionales atreviéndose además a mirar de frente a la muerte (en 1974 tuvo que ser operado del corazón tras sufrir su primer infarto) y que le proporcionó la Palma de Oro. Tener a “All that jazz” que es uno de los mejores musicales que se han rodado como referente ha sido muy difícil para “Fosse/Verdon”, pero sus responsables se las han ingeniado muy bien para no limitarse al material que ya conocemos. Evidentemente “All that jazz” está muy presente en esta miniserie de FX y el viaje es el de un afamado coreógrafo que lleva años siendo un condenado a muerte, pero a pesar de que en un principio parecía que nos íbamos a encontrar con un biopic convencional hay episodios que son realmente fascinantes en donde a nivel narrativo se homenajea a algunas de las obras de Fosse.
“Fosse/Verdon” se encarga de reivindicar a quien se mantuvo en la sombra, Gwen Verdon. La actriz ganó a lo largo de su carrera 4 premios Tony obtenidos en el cortísimo plazo de cinco años por “Can-Can”, “Malditos yanquis”, “New girl in town” y “Pelirroja” pero, a pesar de poseer uno de los pares de piernas más legendarios de Broadway, fue una víctima de la tiranía de la industria. Fue Shirley MacLaine quien protagonizó la versión cinematográfica de "Sweet Charity", “Noches en la ciudad” en España, y Gwen desempeñó el papel de asesora, la película fue un sonoro fracaso que estuvo a punto de truncar las aspiraciones cinematográficas de Bob Fosse. Y mientras Fosse era triplemente laureado (Oscar por “Cabaret”, Tony por “Pippin” y Emmy por “Liza with a Z”) ella se vio relegada a una serie de trabajos alimenticios. Al igual que cualquier aspirante a luminaria Bob Fosse nos lleva al huerto gracias a su magnetismo, pero es Gwen Verdon quien nos arrebata por su tesón. Ese que le llevó a superar el raquitismo gracias a su formación en el ballet, a triunfar sobre las tablas, aunque para eso tuviera que abandonar a su primer marido el periodista de The Hollywood Reporter James Henaghan y a su hijo prácticamente recién nacido (se vio obligada a casarse con él con apenas 17 años al quedarse embarazada, en la miniserie se insinúa que fue el fruto de una violación), el que le ayudaba a soportar la humillación de las reiteradas infidelidades de su esposo y el que le hizo enfrentarse a Bob Fosse por su empeño de estrenar en Broadway el musical “Chicago” a pesar de que ya superaba la cincuentena y que no estaba en las mejores condiciones físicas, como regalo a su hija para poder solucionarle la vida con sus derechos.
Otra de las virtudes de “Fosse/Verdon” la encontramos en el dúo formado por Sam Rockwell y Michelle Williams. Entre los dos hay muchísima química y nos creemos a esa pareja que pasa de la pasión inicial a la complicidad final y que, para llegar a ese punto, atraviesa muchas fases y ambos no solamente se crecen cuando comparten escenas sino que, al igual que los personajes reales, se mejoran mutuamente.
De Sam Rockwell poco se puede añadir. Es uno de esos actores que tienen la capacidad de interpretar cualquier personaje y que cuando aparecen en pantalla te olvidas de todo lo que está alrededor. Su talento fue reconocido en el 2018 con el Oscar al mejor actor de reparto por “Tres anuncios en las afueras” y su interpretación de Bob Fosse es una muestra más de lo que puede llegar a darnos. Superados los primeros episodios, en donde sí que se tiene la sensación de que hay un gran trabajo de composición, y no sólo a nivel de peluquería y maquillaje, Rockwell se muta tanto en Fosse que llega a desaparecer y jamás ha resultado tan magnético.
El trabajo de Rockwell (extraordinario) palidece al lado de una estratosférica Michelle Williams. Si a su compañero de reparto sí que se le notaba cierto esfuerzo en el tramo inicial, en el de la actriz que en su momento fue nominada al Oscar por interpretar a Marilyn Monroe no hay nada de eso. La intérprete resulta carismática, sexy, ingeniosa, sarcástica, dramática y siempre lo hace con la facilidad de quien va a comprar una barra de pan. Lo da absolutamente todo tanto a nivel físico como emocional y hace un trabajo vocal para simular el tono de voz de Gwen Verdon que es realmente prodigioso y, al igual que hizo en su momento con la Monroe, logra ir mucho más allá del icono, no se limita a la simple imitación porque le aporta alma y carne. Es una lástima que en la carrera hacia el Emmy a la mejor actriz en miniserie se haya topado con una también descomunal Patricia Arquette en “Fuga en Dannemora”, pero independientemente de que la Williams sea galardonada o no es evidente que nos encontramos ante una de las mejores actrices que tiene el Hollywood actual y cuyo talento no ha sido reconocido por la Academia porque, a pesar de alcanzar con facilidad la excelencia, es imposible discutir sus candidaturas por “Brokeback Mountain”, “Blue Valentine”, “Mi semana con Marilyn” o “Manchester frente al mar” siempre hay alguien que termina eclipsándola. Michelle Williams puede verse reflejada en esa niña estudiosa que siempre saca excelentes notas en clase, pero es tan discreta, y es tan obvio que no va a bajar sus calificaciones, que pasa completamente desapercibida ante los demás.
Alrededor de los dos pivotan una serie de personajes que representan al mundo del espectáculo. Los más destacados son el dramaturgo y guionista Paddy Chayefsky (encarnado por un eficaz Norbert Leo Butz), el mejor amigo de Bob Fosse, y Ann Reinking (interpretada por Margaret Qualley, monocorde hasta que en su escena final resulta sorprendente en un momento de pura desesperación), bailarina y actriz que se convirtió en una de las parejas estables de Bob Fosse después de su ruptura con Gwen Verdon y de la que el coreógrafo y director llegó a enamorarse porque ella no estaba interesada en él. También hay que mencionar que muchas estrellas actuales de la escena musical de Broadway han encontrado su hueco en “Fosse/Verdon” destacando evidentemente a Lin-Manuel Miranda que, además de ejercer de productor ejecutivo (junto a la pareja protagonista y Nicole Fosse), se reserva el breve papel de Roy Scheider protagonista (alter-ego de Bob Fosse) de “All that jazz”.
Mención especial merece Nicole, la hija de Bob Fosse y Gwen Verdon. Una niña deseada, que llegó en un momento en el que la pareja pensaba que no podía tener descendencia, y que creció en un ambiente de artistas con una vida desordenada y en el que las drogas o el alcohol estaban a su alcance. A nadie le extrañó que Nicole Fosse se convirtiera en carne de centros de desintoxicación siendo tan sólo una adolescente. El personaje está interpretado de una manera más natural incluso en los momentos más incómodos por Chandler Head (en su versión más pueril) que por la veinteañera Juliet Brett.
En una temporada en la que se han estrenado grandes miniseries como las recién comentadas en esta sección “Chernobyl”, “Así nos ven” o “Fuga en Dannemora” ha sido difícil para “Fosse/Verdon” garantizarse su calado más allá de la atención dada debido a sus implicados e historia. Esta producción de FX ha merecido mucho más de lo que ha obtenido. Ahora que ya nos vamos a meter en la temporada de premios en la que probablemente encuentre su hueco podéis rescatarla en la plataforma HBO España.
Mary Carmen Rodríguez
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