"En la playa de Chesil"
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El argumento: Inglaterra, 1962. Florence y Edward, tienen poco más de 20 años. Ella de clase media alta, él de clase baja. Inocentes, vírgenes y enamorados cuando aún no se había publicado el primer LP de los Beatles y “El amante de Lady Chatterley” estaba prohibido, se casan y van a pasar su primera noche de bodas a un hotel, junto a la famosa Chesil Beach. Lo que sucede esa noche, entre sus palabras y sus silencios, cambiará sus vidas para siempre.
Conviene ver: “En la playa de Chesil” de Dominic Cooke es un drama romántico sobre una joven pareja que pasa su noche de bodas en un hotel cercano a la playa que da título a la película. Allí ocurrirán una serie de hechos, marcados por la moral de la época y las diferentes concepciones que tienen del sexo, que marcarán su relación para siempre en unos años en los que “El amante de Lady Chatterley” sigue prohibida y todavía no ha comenzado el fervor de The Beatles y es que la música, tanto clásica como los nuevos ritmos, es un personaje más del contexto de esta relación. Herederos de todavía una sociedad británica puritana y marcada por la tradición y las diferencias de clase, nos encontramos ante dos jóvenes que han cumplido casándose con lo que la sociedad esperaba de ellos, arrastrados por la inercia de su tiempo y el peso que tienen en ellos sus padres, pero sin hacerse las preguntas sobre lo que verdaderamente sienten y lo que quieren y necesitan para ser felices así como en la distinta forma que tienen de ver el amor y las relaciones conyugales. Billy Cooke y Saoirse Ronan (en su regreso a la literatura de Ian McEwan tras “Expiación”) son actores que expresan su relación sin palabras adoptando el rol dos personajes jóvenes, cultos e inteligentes, él apasionado de la Historia y ella una prometedora violinista, pero también inocentes marcados por las taras emocionales que arrastran y que condicionan su relación incipiente sustentada en cimientos más débiles de los que creían en un primer momento; seguramente por el hecho de haber dado el paso sin haberse conocido todavía lo suficiente y sin ser conscientes de las consecuencias de esa decisión. Saoirse Ronan vuelve a brillar en un papel que afronta de nuevo con una inusitada madurez a pesar de su juventud pasando de una chica inocente y conformista a una persona que se decide (aunque sea tarde) a coger las riendas de su destino. Su compañero es Billy Howle, una combinación de Eddie Redmayne y Domhnall Gleeson, que consigue su primer protagonista en cine resolviéndolo con determinación y aplomo viendo como sus sueños de futuro pueden verse truncados de un soplido. La película se desarrolla en prácticamente todo el metraje en las cuatro paredes de esa habitación de hotel en la que acabará confluyendo el conflicto de pareja y la diatriba a la que se enfrentan ya como casados, recordando al cine de Bergman, y sólo saliendo de allí para saltar en el tiempo al momento en que se conocieron, a las circunstancias familiares de cada uno, en unos años nada fáciles, y después para definitivamente rompernos con un epílogo separado en dos saltos temporales (1975 y 2007) que terminan cerrando la historia de dos personajes en la que siempre sobrevolará la pregunta de lo qué fue, lo qué es y lo qué pudo ser jalonado por una ambientación pulcra y una música exquisita pero que centra todo (de una manera casi teatral) en la relación, amor y choque de dos personajes (elevados por dos intérpretes que actúan como si llevarán en el oficio cuatro décadas) que sufrieron como el tiempo que les tocó vivir, en una luna de miel tan breve como amarga, no fue el mejor de sus aliados a pesar de la evidencia de que a pesar de todo siempre estuvieron enamorados, lo que no hace más que inundar de tristeza la premisa y el desarrollo de la historia.
Conviene saber: Dominic Cooke se encarga de una nueva adaptación al cine de una novela de Ian McEwan que sigue los pasos de otras como “El placer de los extraños” (1990), “El jardín de cemento” (1993), “El inocente” (1993), “El intruso” (2004) y “Expiación” (2007). “En la playa de Chesil” pudo verse en el Festival de Toronto 2017.
La crítica le da un OCHO