Cine en serie: "Genius", el cerebro de Einstein
Querido Teo:
Einstein acaba de morir. Su hijo y un científico discuten. El primero desea cumplir los deseos de incineración de su padre y el segundo que le permitan extraer su cerebro para conservarlo y estudiarlo. El hijo de Einstein accede finalmente, aunque señalando que en su cerebro no podrían encontrar al hombre. Creo que su padre no estaría de acuerdo con él. Somos nuestro cerebro, pero hasta aquí llega la ficción de la primera serie dramática ofrecida por National Geographic a los espectadores.
En la realidad el patólogo Harvey, el rememorado en el último capítulo de "Genius", ya lo había extraído y conservado en formol cuando se produjo aquella entrevista. Logró la autorización pero fue despedido y viajó durante varios años por diversas ciudades acarreando el cerebro debidamente troceado. Aquella decisión le costó su carrera y su matrimonio, aunque medio siglo después logró cumplir la promesa que le hiciera a Hans Einstein; el cerebro de su padre fue objeto de una investigación científica. Harvey murió hace poco, en 2007, a los 94 años, y los trozos de cerebro que aún conservaba fueron a parar a sus herederos. Tres años después, éstos los donaron al Museo Nacional de Salud y Medicina donde pueden verse hoy.
La serie es excelente por la habilidad con la que se trama la historia basada en la mejor biografía del personaje, "Einstein: Su vida y universo" de Walter Isaacson. Es respetuosa con lo ocurrido y, al mismo tiempo, presentada en forma de melodrama político con dosis de tensión y romanticismo realistas.
Basta con comparar las imágenes del hombre y los dos actores que lo encarnan, Geoffrey Rush y Johnny Flynn, para valorar el esfuerzo de producción por el parecido, que se extiende a la ambientación. Las exposiciones científicas son comprensibles y breves, a favor de mostrarnos más sobre el entorno en el que se produjeron. Lo menos conocido para la mayoría será la vida romántica de Einstein, lo bastante tumultuosa para alguien que decía abiertamente no creer en la monogamia por antinatural, y que permite dos interpretaciones excelentes de Emily Watson como Elsa Einstein y, sobre todo, de Samantha Colley como Mileva Maric, la primera mujer del científico, donde se ha conseguido además un parecido extraordinario.
Einstein escribió a su hermana: "Una vida como la mía, no habría necesidad de novelarla". No se puede ser el mayor genio físico y, además, comprender el arte dramático necesario para recrear una vida como la suya. Como rezaba el chiste que copió Billy Wilder para cerrar su película "Con faldas y a lo loco": "Nadie es perfecto". La primera serie biográfica de National Geographic no ha despertado al clásico tropel de buscadores de gazapos científicos, demostración de que también en ese aspecto se han cuidado los guiones. Se huye del tono culebrón, lo que no juega a su favor para alcanzar la popularidad, y que se agradece. Espero con toda curiosidad al próximo personaje. Será Pablo Picaso.
Carlos López-Tapia