50 películas que hay que ver antes de morir: "El gran dictador" (1940), valentía y genialidad
Querido diario:
El hombre más amado y el hombre más odiado del siglo XX, nacieron con cuatro días de diferencia en Abril de 1889. Casi medio siglo después, en el invierno de 1938, Hitler invadía Checoslovaquia, mientras su cónsul en Los Ángeles se enteraba del proyecto que tenía entre las manos Charles Chaplin, y amenazaba con «graves problemas y complicaciones» si se llevaba a cabo. Las consecuencias económicas de un boicot eran importantes, ya que los principales estudios de Hollywood obtenían entre el 30 y el 40 por ciento de sus ingresos en el extranjero. Chaplin había concebido "El gran dictador" a sugerencia del productor Alexander Korda, asombrado por su parecido físico con Adolf Hitler, cuando este todavía era respetado y hasta ensalzado por las democracias occidentales. El caos financiero creado tras el estallido de la bolsa en Nueva York había provocado cierres patronales, huelgas y un desempleo brutal. Las dudas sobre las ventajas del sistema democrático favorecían a las dictaduras.
A pesar de todo Chaplin ignoró el consejo de los grandes productores, la mayoría de ellos judíos, que intentaron disuadirle y el rodaje comenzó el nueve de septiembre de 1939 dentro del secreto más absoluto. Chaplin financiaba sus películas a través de United Artist, fundada por él mismo con otros socios y en un principio no se preocupó. El guión estaba mejor definido y terminado que en ninguna de sus películas anteriores y, además del parecido físico, no cabían dudas: la acción transcurría en el país ficticio de Tomania, una cruz doble era el símbolo y el tirano megalómano se llamaba Hynkel. Cuando Hitler decidió invadir la Unión Soviética, se había trabajado ya un año en la construcción de maquetas y se había gastado medio millón de dólares, pero las cámaras no se habían puesto todavía en marcha. ”…empecé a recibir alarmantes recados de la United Artists. Les habían advertido desde la oficina de la censura que tendría roces con ellos. También la oficina de Londres estaba muy preocupada con respecto a una película antihitleriana y dudaba que pudiera ser proyectada en Inglaterra. Pero estaba decidido a continuar, porque había que reírse de Hitler. Si hubiera tenido conocimiento de los horrores de los campos de concentración alemanes no hubiera podido rodarla: no habría tomado en broma la demencia homicida de los nazis. Sin embargo, estaba decidido a ridiculizar su absurda mística en relación con una raza de sangre pura. ¡Como si semejante caso hubiera existido nunca, fuera de los aborígenes australianos!.”
Al aviso de su productora se sumaron las cartas anónimas con todo tipo de amenazas, desde producir alborotos a lanzar bombas fétidas o disparar a las pantallas en todos los sitios donde se proyectara. Chaplin no creía que la policía fuera a proteger sus intereses y podía alejar a los espectadores. Llegó al extremo de entrevistarse con el jefe del sindicato de Estibadores para pedirle que pusiera a unos cuantos de sus “muchachos” en los pases, dispuestos a “ajustarles las cuentas” a los que provocaran disturbios. El sindicalista le convenció de que no era buena idea y que dudaba de que los nazis americanos dieran la cara por temor a ser identificados. Tuvo razón.
Desde la primera escena Chaplin consigue que la voz y el sonido sea una herramienta para la comedia. La arenga en una lengua imaginaria, pronunciada con una entonación inimitable y puntuada por onomatopeyas y borborigmos; estallidos, hipos, susurros, las invectivas, y la amplificación de los altavoces que vacían la calle y aterrorizan al humilde barbero, hacen del sonido un elemento esencial. Pero la realidad es que, al margen del final y del diálogo, en la última historia de Charlot no se traicionan sus raíces y en “El gran dictador” hay tres «ballets» del mimo que se despide. El primero es una danza «de traspiés» al borde de una acera tras un sartenazo por sorpresa, al ritmo de caja de música. El segundo es del dictador jugando con el globo terráqueo con música de “Lohengrin” como si fuera un globo infantil, tras una oleada de alegría que le transforma en Charlot. Lo acaricia y lo abraza con tanto ardor posesivo que se aplasta la nariz. El tercero es un afeitado a uno de los clientes de la barbería, al ritmo de Brahms, con gestos, soltura y movimientos que sólo Chaplin sabe hacer.
“El gran dictador” se estrenó en Nueva York, donde se mantuvo en dos cines durante quince semanas, y resultó la película que más dinero produjo de todas las de Chaplin, a pesar de que la mayoría de las críticas valoraron mal el discurso final. El Daily News de Nueva York llegó a acusar a Chaplin de “apuntar al público con el dedo del comunismo” y, en general, el momento que Chaplin había elegido para despedirse de Charlot, para sustituir la pantomima por la palabra, no alcanzó todo su valor hasta años después, cuando los hechos del nazismo hicieron comprender las cualidades de Chaplin para interpretar la situación. En un artículo en el New York Times, Chaplin se explicó: “Para mí es la conclusión lógica de la historia. Para mí es el discurso que el pequeño barbero hubiera pronunciado, el que debía pronunciar. Hay quienes aseguran que se sale de su personaje. ¿Y qué?. La película dura dos horas y tres minutos. Si durante dos horas y tres minutos es pura comedia, ¿no se disculpará que la finalice con una nota que refleja en forma honesta y realista el mundo en que vivimos, y no se disculpará un alegato en favor de un mundo mejor?... Era algo difícil. Mucho más fácil habría sido que el barbero y Hannah desaparecieran en el horizonte, rumbo a la tierra prometida, contra el crepúsculo resplandeciente. Pero no hay tierra prometida para los oprimidos del mundo.”
Los críticos profesionales no valoraron la negación del cine que significaba un rostro desnudo en un primer plano fijo sobre la pantalla. Les resultó cándido y demasiado simple que el artista fuera sustituido en esos tres minutos finales por un hombre que apela a la humanidad, que le grita su odio a la guerra, al maquinismo y a la esclavitud. Esa llamada mesiánica a la felicidad escandalizó e hizo sonreír cínicamente a muchos.
La película fue prohibida en varios Estados usamericanos, en la Europa dominada por el nazismo, y en algún país latinoamericano como Argentina, donde organizaron una línea de ferrys para cruzar desde buenos Aires a Montevideo y verla allí. No se exhibió en Alemania hasta 1958 y en España, la última dictadura en caer de Europa occidental, “El gran dictador” no se pudo ver hasta 1976. En la mayoría de los países donde si se estrenó, se hizo con cortes por presiones de los diplomáticos italianos y alemanes. Se cortó la escena del baile, por considerarla injuriosa para la vida privada del dictador italiano, y las escenas del campo de concentración y el baño de barro, cuando al poco los horrores de la realidad superarían con creces cualquier fantasía. El público fue quien la convirtió en un inmenso éxito mundial, reforzado cuando Japón atacó por sorpresa Pearl Harbor. Hoy podemos disfrutar con el talento del genio, pero no apreciar la valentía que significó “El gran dictador”.
Esta noche puedes disfrutarla a las 22:00 en TCM (dial 46 de Digital +)
Canciones para un programa de radio que ya no está 🙁
Primera Hora
101 - Morrissey - Irish Blood' English Heart.
102 - Goran Bregovic - Kalasnjikov.
103 - Jarvis Cocker - Angela.
104 - Gene - Haunted by You.
105 - The Stone Roses - She Bangs the Drums.
106 - Pacific Gas & Electric - Staggolee.
107 - The Free Design - Love You.
108 - Fountains Of Wayne - All Kinds of Time.
109 - Gotan Project - Triptico.
110 - Appleton - Don't Worry.
Segunda Hora
201 - The Prodigy - Omen.
202 - Aerosmith - Dream On.
203 - Guns N' Roses - Sweet Child o' Mine.
204 - James - Laid.
205 - D-A-D - Sleeping My Day Away.
206 - Radio 4 - Dance to the Underground.
207 - The Cure - Friday I'm In Love.
208 - Joy Division - Love Will Tear Us Apart.
209 - Dead Kennedys - I Fought The Law.
210 - Saves The Day - At Your Funeral.
[Bonus Track] Brian Eno & David Byrne - Regiment.
Una gran pelicula. La primera vez que la vi me la pusieron en el colegio, y desde entonces es una de mis peliculas favoritas sobre todo por el discurso final y por las escenas con el globo terraqueo.