La mujer en la Luna, estrenada en 1929, combina los cuentos utópicos con el cine negro. Un profesor venido a menos, cuyas estrambóticas teorías son ridi-culizadas por el mundo científico, intuye que en el satélite de la Tierra existen enormes reservas de oro y prepara con algunos fieles una expedición espacial. A la tripulación del cohete lunar se unen, además, dos hombres: el ingeniero jefe de una compañía cinematográfica y un estudiante de astronomía. Ambos se disputan el favor de una mujer, que también viaja en la nave, con lo que el drama de celos se prolongará lejos de la Tierra. Un avispado joven se colará como polizón en el cohete, además de un intruso: contratado por una compañía financiera internacional, el agente Turner ha robado los planos de construcción de la nave espacial y exige que se le permita participar en la expedición. Después del despegue del cohete y del aterrizaje con éxito, la visión del futuro sigue los derroteros convencionales del cine de aventuras. El profesor y el agente mueren en su pugna por el oro, un acto de sabotaje limita a dos el número de personas que pueden volver a la Tierra, y la pareja de amantes se queda sola sobre el lejano planeta. Willy Fritsch, que ya había actuado en Spio- ne, da vida aquí al personaje del simpático héroe. Comentando la manera de trabajar de Lang, que no trataba muy bien a sus actores durante el rodaje y que se encargaba de ponerles nerviosos antes de las tomas, afirma: «Intentaba Ftransmitir a sus actores miedo y tensión, pues pensaba que ese miedo se transmitiría luego de alguna manera al público. Enamorado de sus decorados y, más aún, de sus trucos como director, el maestro saboreaba cada minuto en el estudio. Los rodajes se prolongaban hasta altas horas de la madrugada». La película se rodó en las instalaciones de la UFA en Neu-Babelsberg. Se utilizaron 30 vagones de arena del norte de Alemania para construir el paisaje de cráteres lunares. El fracaso de la película, en el que la fantasía científica de Lang creó imágenes visionarias, se debió a su sentimentalismo y su falta de lógica, achacables al guión de Thea von Harbou. Pero 40 años antes del primer cohete tripulado a la luna, plasmó lo que luego se parecería de forma asombrosa a la realidad. «Las escenas en que el cohete se prepara para el lanzamiento parecen sacadas de un documental. Solamente cuando alcanzan la luna cesa toda autenticidad científica y técnica: la Luna tiene atmósfera, y su superficie está recubierta parcialmente de nieve.» Para el impresionante pasaje del despegue y lanzamiento del cohete, Lang inventó la cuenta atrás: «Cuando estaba rodando el despegue del cohete, me dije: si cuento uno, dos, tres, cuatro, diez, cincuenta, cien, el público no sabe cuándo acaba la cuenta, pero si cuento hacia atrás, diez, nueve, ocho, siete, seis, cinco, cuatro, tres, dos, uno, cero, todo el mundo lo entenderá perfectamente». La mujer en la Luna no debía ser una mera utopía, por ello Lang contó con el asesoramiento de expertos científicos: el Profesor Hermann Oberth, cuyo libro publicado en 1923, "Die Rakete zu den Planetenraumen", fue leído por Lang con entusiasmo, y Willy Ley, el asistente de Oberth. Ley emigró más tarde a los Estados Unidos, mientras que Oberth dirigió el programa espacial de cohetes impulsado por los nazis en Peenemünde; los cohetes cinematográficos de La mujer en la Luna se parecían tanto a los de los experimentos que allí se hacían que la película estuvo prohibida durante el Tercer Reich. Pero nada más acabar el rodaje el film utópico se había quedado ya obsoleto: el cine sonoro iba a revolucionar el arte del cine.