"Mommy"
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El argumento: En una Canadá ficticia se aprueba una ley que permite que los padres angustiados abandonen a sus hijos enfermos en el hospital. Sin embargo, Diane "Die" Despres, una valerosa viuda, decide educar ella misma a su hijo Steve, que padece ADHD. Kyla, una misteriosa vecina, les ofrece su ayuda. La relación con esta generosa mujer se hace cada vez más estrecha y surgen preguntas sobre el misterio de su vida.
Conviene ver: En "Mommy" el director Xavier Dolan vuelve a explorar la relación maternofilial con un melodrama familiar que narra la historia de una madre que acaba de quedarse viuda y deberá ocuparse de su hijo adolescente violento e inestable entrando en juego también una enigmática vecina. Una relación histérica e intensa que para es una versión mejorada de su ópera prima, “Yo maté a mi madre”, y confirma las sensaciones de un cine lleno de referencias cinematográficas, musicales (que van de Dido o Lana del Rey pasando por Andrea Bocelli, Celine Dion y Oasis) y autobiográficas en el que Dolan crece cada día más como autor (jugando experimentalmente con el montaje vertical) reservándose él en esta ocasión detrás de las cámaras y cediendo a Antoine-Olivier Pilon su alter-ego respaldado por dos habituales de su filmografía como Anne Dorval y Suzanne Clément. Un paso más dentro de su carrera aportando un toque genuino y necesario en una época de convencionalismos. La película de Dolan tiene como hilo argumental la relación madre e hijo y, sin embargo, los verdaderos protagonistas de la película son el abandono y la ausencia. En todos sus matices y posibilidades, voluntarios o no, pero constantes en todas las relaciones que la cinta presenta. Las fotos como mudo testimonio de quienes se fueron; las disputas de los que ahí siguen, luchando por salir adelante; y el vacío. Ese hueco que dejan en los abandonados, aquellos que la vida y las circunstancias apartan de su camino. “Mommy” presenta tantas facetas y detalles que parece casi improbable que alguna de ellas no pellizque algún punto sensible del espectador. El director ha logrado un equilibrio tal entre la vertiente artística, la solidez de la historia y el tratamiento cinematográfico poco convencional de un tema que lo es tanto como la familia que el resultado final es redondo y sutil. Un ejercicio de buen cine, con una fotografía y una banda sonora cuidadas y estudiadas hasta el milímetro, unas interpretaciones magistrales, etc… Todo ello bajo la dirección de alguien que aún no ha cumplido treinta años. La película, además, nos sitúa ante un abismo; el de la importancia que tienen los lazos humanos, esa que cada uno le da a los vínculos afectivos. Su eliminación nos puede dejar mutilados emocionalmente, pero capaces de afrontar una nueva partida. La enseñanza terrible de nuestra propia levedad con una escena a ritmo de Wonderwall que entra en la Historia del cine.
Conviene saber: Representante de Canadá al Oscar 2015 y premio del Jurado en el Festival de Cannes 2014.
La crítica le da un OCHO