“La noche de los reyes”
La web oficial.
El argumento: Un hombre es enviado a La Maca, una prisión costamarfileña en medio del bosque, que tiene la particularidad de estar gobernada por sus propios presos. Siguiendo la tradición, con la primera luna roja es designado por el jefe como el nuevo "romano", lo que implica que ha de contar una historia para el resto de prisioneros. Tras descubrir lo que el destino le aguarda, empieza a narrar la vida del legendario rebelde Zama King, sin otra opción que la de alargar su relato hasta el amanecer.
Conviene ver: “La noche de los reyes” es una película que mezcla el drama carcelario con la fantasía. La acción transcurre en La Maca, una prisión de Costa de Marfil situada en medio de un bosque. Allí ingresa un joven ladrón que no tardará en descubrir que son los presos quienes han asumido el control. Según manda la tradición durante la primera luna roja el jefe lo bautizará como Roman, y deberá contar una historia para los prisioneros. El relato ha de durar toda la noche porque de lo contrario él podría correr peligro así que él tirará de su ingenio para narrar la vida del legendario rebelde Zama King. El director Philippe Lacôte nos sorprende con una película de realismo mágico y que puede ser entendida como un cruce entre una producción carcelaria en donde entre los presos hay luchas para hacerse con el poder y además de ha establecido un juego de supervivencia con “Las mil y una noches” con uno de los reclusos emulando a Sherezade relatando historias para poder mantenerse vivo en el infierno.
La narración se acompaña de unas secuencias visualmente muy poderosas y evocadoras de la tradición de Costa de Marfil y estos pasajes sirven al protagonista para evadirse de alguna manera de la opresión que le rodea. A nivel interpretativo hay que destacar la frescura del debutante Bakary Koné, Steve Tientchey, que impone como el líder de la prisión y del inquietante Denis Lavant, como el único prisionero de raza blanca del lugar. Con un ritmo intenso, que no pierde en ningún momento, desmontando los tópicos de las películas desarrolladas en prisiones, que suelen ir entre la épica emocional usamericana y la truculencia verista de las propuestas europeas o asiáticas, la cinta nos lleva a una cárcel perdida en Costa de Marfil en la que son los presos los que han creado su ecosistema y jerarquías de poder siendo los funcionarios meros figurantes.
Recordando al nervio de “Un profeta” (2009) o la propuesta de teatro representado de los hermanos Taviani en “César debe morir” (2012), en “La noche de los reyes” asistimos a un país fraccionado y receloso del que esa prisión es buen ejemplo en el que más que presos hay gente que ha visto como su vida se ha ido por el sumidero y que son sólo meros peones del tablero que marca ese Barbanegra que lleva los hilos. Se sustenta en la tradición oral africana tan propia de tribus alrededor de una hoguera siendo aquí este reto un jaque continuo en el que Roman pasa tanto a despertar admiración como a ser el que más recelos provoca si osa a salirse de las normas allí marcadas. Algo meritorio en una cinta realmente atrayente entre ese ambiente de velas, sudor y trapicheos para un género del que parece que ya se ha contado tanto como es el carcelario. En el reparto nos encontramos a Denis Lavant en un pequeño papel, con gallina al hombro y continuando con su galería de excéntricos personajes, y la imponente figura de Steve Tientcheu (una especie de Idris Elba francófono) al que pudimos ver en “Los miserables” (2019).
El viaje a La Maca es tan oscuro y mugroso como atrayente en una historia que permite combinar el poder evocador de los relatos, como es el caso de la historia del rebelde Zama King que Roman desarrolla entre falsos finales y saltos en el tiempo, sabiendo que es un contador de historias enjaulado y sin futuro, y la del día a día en una prisión que vive al margen de lo que hay fuera aunque no pueda evitar ser un fiel reflejo social y que, en realidad, no es más que la vida que hay debajo de la alfombra, también con sus luchas de poder, y que muchos no quieren ver concibiendo centros como éste en meros acumuladores de despojos humanos, siempre tendentes a la violencia y bordeando los límites de la locura, más que centros que fomenten la reinserción incluso en países que parecen tan dejados a su suerte como Costa de Marfil. Un viaje rotundo y vibrante que sin llevarnos a la guerra hace que podamos oler no el napalm pero sí la desesperanza de que cada día más de vida parezca una prórroga del destino frente a un horizonte desolador.
Conviene saber: Vista en el Festival de Toronto 2020 y representante de Costa de Marfil para el Oscar 2021 a la mejor película internacional.
La crítica le da un SIETE