"Historia de un matrimonio"
La web oficial.
El argumento: Un director de teatro y su mujer, actriz, luchan por superar un divorcio que les lleva al extremo tanto en lo personal como en lo creativo.
Conviene ver: "Historia de un matrimonio" llegaba con unas críticas excelentes tras su paso por el Festival de Venecia y, aunque finalmente se fuera de vacío dentro del consenso que es la decisión de todo Jurado, en Toronto también despertó las mismas sensaciones y es que Noah Baumbach vertebra su obra más personal pero también más madura heredando la forma de hacer un tipo de cine deudor de los 70 y que ya ha recibido comparaciones con algunos de los mejores títulos del primer Woody Allen, el clásico que mostró en el cine el lado más descarnado de un divorcio en “Kramer contra Kramer” (1979) o incluso una cinta anterior del propio Baumbach, “Una historia de Brooklyn” (2005). Un guión preciso y rico en los diálogos y réplicas dando alma a sus personajes. Apabullante en su sencillez y rotundidad que se inicia con un prólogo magistral que presenta las rutinas y vidas de ambos personajes, él (Charlie) director de teatro y ella (Nicole) actriz, que poco a poco van minando su relación de la que pende el bienestar de su hijo pequeño y el modo de vida que hasta ese momento han mantenido en el que los dilemas, sueños e inseguridades de este gremio en el que trabajan es el día a día en sus conversaciones y preocupaciones frente a los sueños de uno y otro y la incertidumbre de un trabajo y de una situación familiar que les tiene a caballo entre Nueva York y Los Angeles.
Adam Driver y Scarlett Johansson no pueden estar mejor dando humanidad y hondura a unos personajes complejos, ambivalentes y temerosos de lo que está por venir con momentos de lucimiento para ambos ya que aúnan momentos de egoísmo por haber dejado morir la relación anteponiendo sus carreras profesionales pero también otros en los que despiertan compasión por el intento de recomponer sus vidas sin dañar ni a los demás ni a sí mismos. Es de alabar como Baumbach maneja con brío y frescura la cámara, sabiendo cuando tiene que poner un contrapicado, imprimir nervio o dejar la cámara reposar en el potente primer plano de sus cómplices intérpretes, la relación entre los personajes, y es que si en otros títulos de su filmografía las ínfulas "indies" coartaban en cierta manera las relaciones entre los personajes llegando en ocasiones a la petulancia, aquí el timing actoral de los actores funciona de manera milimetrada tanto en el gesto, el equívoco y la réplica como se puede ver en esa refrescante escena en la que entran en juego la madre y la hermana del personaje de Scarlett Johansson cuando está a punto de llegar el de Driver y le tienen que entregar una notificación o cuando éste tiene una torpe herida en el brazo coincidiendo con la visita de una asistente social. Aunque la actriz alcanza uno de sus trabajos más complejos y redondos, y es que desde casi el principio de su carrera no había demostrado todo su potencial de talento dramático y naturalidad, Adam Driver puede lucirse metiéndose al público en el bolsillo, empatizando con él conforme va a avanzando la película y se ve más el discurrir de la misma desde su perspectiva, incluso con el número de Being alive del musical “Company” (Sondheim también está en el tema que canta el personaje de Nicole con su madre y su hermana) que resuelve con magisterio y que no está puesto por casualidad porque es esa soledad y ese punto de inflexión en su vida en la que todo lo que ha construido amenaza con dinamitarse, siendo consciente a través del dolor de lo que es estar vivo, teniendo también un momento al final de la cinta con su hijo entre sollozos que conmueve al espectador con suma naturalidad y verdad. Y es que, aunque se pretenda que la relación se vea desde la visión de ambos, la balanza cae del lado del personaje masculino al no ocultar ser descaradamente el alter-ego del realizador en esta cinta con tintes autobiográficos sobre el propio divorcio de Baumbach con la actriz Jennifer Jason Leigh. Eso sí, la cinta tiene la habilidad de cambiar el tono y el punto de vista cuando vemos la desesperación que vive él ante la posición de ella durante la batalla legal para después también mostrar como él es incapaz de ponerse en la piel de otro que no sea él mismo ante su absorbente trabajo en el teatro. Un título de gran sensibilidad y nada impostado sobre el amor después del amor y dos miradas que no terminan de confluir la una en la otra.
Por su parte, Laura Dern interpreta a la abogada del personaje de Johansson y, aunque recuerda mucho a su Renata Klein de “Big little lies”, se reserva algunos de los mejores momentos de la cinta incluso con un alegato feminista sobre la virgen María tendente a la ovación del público y que le lleva ser una escena muy potente que redondea un trabajo con posibilidades de Oscar ya que es en la categoría de actriz de reparto y en la de guión original donde la cinta tiene mayor terreno ganado aunque no haya que dejar de mencionar el trabajo de otros nombres como Alan Alda, Merritt Wever, Julie Hagerty o Ray Liotta, así como la cálida fotografía de tonos tenues y pardos y la deliciosa música de Randy Newman que baña de elegancia e incluso carácter juguetón, nostálgico y acogedor al que es el punto de consagración de un director que, como los buenos vinos, ha llegado a su punto justo de maduración con un trabajo impecable, universal, emotivo y duro pero también sumamente entretenido gracias a ese guión que se mueve a ritmo del tic tac de un reloj suizo y en el que se ve la realidad de una de esas tantas parejas condenadas a no poder vivir ni juntos ni separados y que sufren los baches de la insatisfacción de unas vidas que no son las que ellos querían con la mochila de sus cargas en la que cuando hay hijos de por medio se mueven en arenas movedizas para no terminar también destrozando la vida de unos y otros entre custodias compartidas y juicios virulentos en los que los abogados hacen negocio de la confrontación. Una cinta que se recordará con el tiempo y se estudiará ante su portentoso y sólido guión a la hora de mostrar en el cine lo que es el desmoronamiento casi imperceptible pero real de lo que fue una relación llena de amor, proyectos en común y sueños pero que día a día ha terminado engullida por la rutina, la compleja convivencia y, en realidad, los intereses distintos de cada uno de ellos ante los oleajes de la vida y narrando con sencillez esas emociones que por su profundidad y fiel reflejo son de las que te dejan roto por un amor que, a pesar de tácticas en los tribunales o reproches de pareja, se resiste a irse definitivamente como muestra un final que da aire y esperanza.
Conviene saber: A competición en el Festival de Venecia 2019 y finalista en el Premio del Público del Festival de Toronto 2019.
La crítica le da un NUEVE