"El renacido"

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El argumento: Año 1823. En las profundidades de la América salvaje, el explorador Hugh Glass participa junto a su hijo mestizo Hawk en una expedición de tramperos que recolecta pieles. Glass resulta gravemente herido por el ataque de un oso y es abandonado a su suerte por un traicionero miembro de su equipo, John Fitzgerald. Con la fuerza de voluntad como su única arma, Glass deberá enfrentarse a un territorio hostil, a un invierno brutal y a la guerra constante entre las tribus de nativos americanos, en una búsqueda implacable para conseguir vengarse.

Conviene ver: "El renacido" pasará a la Historia como la película por la que Leonardo DiCaprio consiguió su Oscar. Un ejercicio de supervivencia que parece enfocado para ello ya que la cinta es toda esa lucha del hombre frente a una naturaleza inhóspita y peligrosa. Una realidad llevada al extremo gracias al impecable trabajo técnico que hizo que el presupuesto se disparara en un complejo retrato de las miserias de la América profunda y trampera de principios del siglo XIX después de diseccionar el ego y la inseguridad de la profesión actoral en “Birdman”. El viaje emocional del protagonista se apoya en algunas evocaciones sensoriales un poco forzadas en las que Iñarritu se gusta a sí mismo. Aquí no tiene ese permanente plano secuencia de “Birdman” (que no dejaba de ser un truco) pero sí que se apoya en su forma en el cine de Tarkovski o el más reciente de Malick siendo su principal argumento que Emmanuel Lubezki se haya vuelto a lucir usando sólo luz natural y dándole un aura mística. Un arranque prometedor, con la batalla inicial con los nativos y el ataque del oso, deriva en una travesía más irregular en la que “Las aventuras de Jeremiah Johnson”, “Hacia rutas salvajes” o “El hombre de una tierra salvaje”, de la que esta cinta es remake inconfeso, cogiendo la historia de Hugh Glass y haciéndola mucho más cinematográfica ya que en la realidad el sentimiento de venganza es más mundano que por un hecho deleznable y la escena final de venganza en la nieve nunca tuvo lugar. Iñarritu ofrece un estilo de cine de otra época, más artesano y alejado de la pirotecnia de Hollywood a pesar de un presupuesto que se fue de las manos, en una especie de western sucio, nevado y gore en el que la sed de venganza va creciendo a golpe de herida y suciedad mientras Leonardo DiCaprio sufre de todo y de manera dilatada y reiterada (por mucho que lo intente es complicado sostener la premisa tras recibir el ataque del oso dos horas y media) y Tom Hardy crece en presencia con un villano arquetípico y efectivo que deja a años luz los otros nombres del reparto como Domhnall Gleeson y Will Poulter. Una cinta admirable en la parte estética pero que no logra empatizar con el espectador quedando vacía en su desarrollo (el espíritu de venganza te mantiene vivo a pesar de las mil y una incidencias que te ocurran) quedando como cine de aventuras salvaje, lirista y excesivo en el que el director no se contenta con hacer una película efectiva y disfrutable sino que peca de maximalista dejando la narrativa a su suerte tan preocupado como está de provocar la admiración reverencial del público y la crítica. Una proeza técnica, un sufrimiento de DiCaprio excesivo renaciendo continuamente, una historia ya vista y un conjunto demasiado largo evitan que la película llegue a más.

Conviene saber: 12 nominaciones al Oscar avalan al nuevo trabajo de Alejandro González Iñarritu.

La crítica le da un SIETE