"El padre"
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El argumento: Anthony, un hombre de 80 años mordaz, algo travieso y que tercamente ha decidido vivir solo, rechaza todos y cada uno de los cuidadores que su hija Anne intenta contratar para que le ayuden en casa. Anne está desesperada porque ya no puede visitarle a diario y siente que la mente de su padre empieza a fallar y se desconecta cada vez más de la realidad. Dado el ir y venir de sus recuerdos ¿cuánto de su propia identidad podrá recordar con el paso del tiempo? Anne sufre la paulatina pérdida de su padre a medida su mente se deteriora, pero ¿no tiene ella derecho a vivir también su propia vida?
Conviene ver: "El padre" es la ópera prima de Florian Zeller llevando al cine su exitosa obra de teatro, una pieza que no ha hecho más que recibir parabienes desde su estreno en París en 2012 y posteriormente en Londres en 2015 y en Estados Unidos en 2016 ganando el Olivier para Kenneth Cranham y el Tony para Frank Langella. Incluso en España hubo un reciente montaje, también en 2016, protagonizado por Héctor Alterio y Ana Labordeta. Ahora es Anthony Hopkins el que lleva a cabo un portentoso recital en una cinta en la que todos pueden sentirse identificados ya que, quién más quién menos, ha tenido a su lado familiares y allegados que han ido consumiéndose por la enfermedad, como es el caso del Alzheimer que va nublando la mente del protagonista haciéndole perder su identidad frente a la sensación de impotencia de su abnegada hija, la cual ya no sabe que más hacer. Un padre y una hija que, para intentar paliar lo que está pasando, primero tendrán que asumirlo y no pretender cerrarse en la postura de que no está pasando nada y son despistes propios de la edad. Un tema universal que tantas personas han vivido muy cerca y que conecta con las experiencias y vivencias de cada uno.
El gran acierto de Zeller como director es que no lleva a cabo una traslación a la pantalla de manera rutinaria y acartonada, con la excusa del origen teatral, sino que nos introduce en la mente de ese anciano transmitiendo al espectador esa confusión que tiene en la cabeza, entre lo que es realidad y ficción, las caras que ya no recuerda, o las puras ensoñaciones y los miedos más intrínsecos, todo sin salir de su apartamento y favoreciendo la intriga dentro del drama. Es por ello que la puesta en escena y especialmente el montaje y su juego de puertas cobran un protagonismo inesperado para ser una propuesta de este corte, que podría haber optado por el academicismo más formal, y mostrando ideas sugerentes permitiendo potenciar aún más el gran trabajo de sus actores, sobre todo un Anthony Hopkins brillante que demuestra (para quien se le hubiera olvidado) lo mayúsculo actor que es el que se convierte, sin duda, en el mejor (y más complejo) trabajo de su carrera. Olivia Colman está en ese nivel propio de ser una de las actrices del momento que, con suma sencillez, transmite naturalidad y emoción elevando cualquier personaje dándole empaque y honestidad, en este caso como una hija que es la que supedita su vida a su padre neutralizándola también a ella la enfermedad aunque ella no la padezca y viéndose superada por la situación. El Alzheimer como una enfermedad compartida que no sólo sufre el enfermo sino también todos los que le rodean y que, en verdad, son los plenamente conscientes de que esa persona ya no es la que conocieron y que sufren el drama personal de que eso ocurra pero también el no saber cómo encararlo frente al paso irrefrenable de un tiempo que juega en contra.
Una película que no es complaciente al reflejar el lado más amargo de la enfermedad, así como la angustia que padecen unos y otros, sin estridencias, en ese momento en el que son los hijos los que tienen que hacerse cargo de unos padres que, ya sin la fachada de seguridad y autonomía que siempre han sacado a relucir, ahora no son más que unos chiquillos dependientes y desorientados, con arrebatos propios de los sentimientos más primarios como la rabia y el egoísmo perdiendo todo filtro y en la que cada pequeña acción, preparar la cena, ponerse la ropa o encontrar el reloj, se convierte en una odisea evidencia de ese deterioro dentro del laberinto del que no saben ni pueden encontrar la salida. Una historia sólida, contundente y universal que toca al espectador de cualquier lugar al conectar con la sensación de verse incapaz, el no valerse por sí mismo, ser un lastre para los demás o ver como la persona querida ya no es más que un pálido reflejo de lo que fue. Un rompecabezas en el que la película hace partícipe al espectador a la hora de encajar las complejidades de la mente y el sufrimiento provocado por una demencia que arrasa sin compasión con todo lo que pilla a su paso.
“El padre” sabe transmitir ese dolor en su fascinante juego de espejos y, por tanto, es toda una muestra con gran solvencia y realismo de lo que es la vida en su lado más oscuro y lo que padecen (o han padecido ya) tantas y tantas familias. Una puesta en escena sobria pero nada conformista, con dos piezas de ópera que suenan como leitmotiv evocador para una mente en el que los destellos de luz son cada vez más escasos, y unos actores en estado de gracia, elevan todavía más el texto y lo que cuenta la obra hasta convertirla en una de las mejores cintas de la temporada y en ya una referencia tanto en lección actoral, en la forma de adaptar una obra de teatro aprovechando lo que puede aportar el recurso cinematográfico, y en cómo mostrar la degeneración progresiva de un ser humano que se evapora en su esencia perdiendo una esencia ya imposible de recuperar perdiéndose entre los laberintos de sus miedos, obsesiones y recuerdos de lo que fue algún día.
Conviene saber: Vista en Sundance y Toronto fue la ganadora del Premio del Público en el Festival de San Sebastián 2020. Ha conseguido 6 nominaciones en los premios BIFA del cine independiente británico.
La crítica le da un OCHO