"Annette"
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El argumento: Henry es un monologuista cómico de humor incisivo. Ann, una cantante de renombre internacional. Centro de todas las miradas, juntos forman una pareja feliz rodeada de glamur. El nacimiento de su primogénita, Annette, una niña misteriosa con un destino excepcional, les cambiará la vida.
Conviene ver: "Annette" llega a salas como uno de los acontecimientos que ha levantado más expectación entre la cinefilia los últimos meses. No sólo por la expectación del proyecto y por sus buenas críticas en Cannes sino por ser lo nuevo de Leos Carax, uno de los directores más sugerentes e inclasificables del panorama internacional que no duda en provocar al espectador y abrir nuevos caminos en el lenguaje fílmico como ya ocurriera en su último trabajo, “Holy motors” (2012). Casi una década después nos llega su nuevo trabajo, una ópera rock que tira de alharacas pero también de drama introspectivo con marionetas contando como baza con la música de la banda Sparks (compuesta por los hermanos Ron Mael y Russell Mael), hilo conductor y envolvente de la historia, y que pega un puñetazo en la mesa a la hora de hablar de frustraciones artísticas, roles de pareja y la forma de equilibrar los sueños y los proyectos de futuro de uno sin dañar al que está al lado.
“Annette” es una tragedia romántica contemporánea sobre el arte y el deseo en clave musical interpretándose las canciones en directo y con Adam Driver y Marion Cotillard dándolo todo como protagonistas en una pieza operística sobre la dependencia de una relación, la maternidad, el duelo, la violencia y los sacrificios y egos profesionales. Todo en un viaje desaforado, surrealista y sin red en el que son más títeres de las circunstancias de lo que estarían dispuestos a reconocer y en el que todo cabe siendo presentado escénicamente de manera apabullante e hipnótica lo que lleva a la cinta a ser una pieza compleja, difícil de encuadrar y sobre todo moldeable para cada tipo de espectador según entre o no en una propuesta que hace de su imperfección virtud sabiendo que su misión no es la de contentar a todos sino de hacer algo distinto y, sobre todo, inolvidable, sea para bien o para mal. Leos Carax presenta un cine alejado de los cánones, indescifrable, libre y tan artificioso como personal.
En la película Adam Driver es Henry McHenry un cómico transgresor y polémico, con cadáveres en los armarios que denuncian algunas de las personas que han trabajado con él, posiblemente en el papel más complejo y extremo llevado a cabo hasta ahora por el actor y que no duda bromear en una actuación sobre el terrorismo o si ha matado a su mujer, y Marion Cotillard es Ann Defrasnoux, una cantante de ópera de enorme prestigio que termina quedando minada a él, más cuando tienen una hija en común (representada por un muñeco que añade un tono alucinógeno y tétrico) que les hace encauzar su existencia en base a ese prisma común jugando incluso con la simbología de los cuentos de hadas, diferenciando entre la princesa y el lobo pero también haciendo una simbología con la ópera, y cómo ha potenciado en sus historias el machismo a lo largo de los siglos, o la presión de unos medios carroñeros a golpe de flash sin ningún escrúpulo que tiran de titular y exclusiva.
Leos Carax propone a lo largo de unos intensos 140 minutos, tan ambiciosos como irregulares, una cinta sugerente, barroca y con gran valor cromático, con importancia del verde para él, rojo para ella, y tonos azulados y sombríos en general, que se abre con un prodigioso plano secuencia, una voz en off que cala y que se centra en los peajes de una élite que fascina y esclaviza con un estatus luminoso que provoca que muchos se cieguen llegando al abismo de un alma rota y una masculinidad herida desencadenante de la espiral que lleva a la otra parte a una negación reincidente y dañina que está marcada por el hecho de vivir en una realidad anclada en la apariencia y que necesita representar éxito frente a los demás.
Un entorno esquivo, excéntrico y asfixiante en el que resuenan los ecos de la violencia machista, la corriente del #MeToo y la época de la cancelación cultural y de ese debate tan encendido de hasta qué punto hay que separar la obra del artista. Un retrato de un mundo de aura tenebrosa que ha querido fomentar la fama, la gloria y el dinero y que, incluso para los que lo alcanzan, no deja de tener un rastro mefistofélico de condena por una sociedad que es la principal culpable de todo ello en su deambular hacia una oscura redención al haber intentado igualar lo que es la felicidad personal de cada uno con lo que nos han querido vender que era el camino a seguir por ser lo socialmente aceptado. El final entre un padre y una hija en un locutorio no puede ser más brillante haciendo que el viaje haya valido la pena si nos esforzamos por ver más allá de la parafernalia.
“Annette” es cine valiente, diferente e imprescindible, suponiendo todo un derroche de originalidad y un vaivén de emociones en una época en la que este arte parece haber perdido la virtud de la sugerencia más preocupado como está en amoldarse a una fórmula que por un lado garantice el éxito sin riesgo y que por otro deje a todos contentos debido a la dictadura de la corrección política. Tenía que llegar alguien como Leos Carax para zarandear con fuerza ese árbol y que cayeran los frutos que dignifican al cine como elemento de comunicación y manifestación artística, no sólo como referencia visual sino como diagnóstico de un mundo empobrecido moralmente bañado de rivalidad, patetismo y deshumanización.
Y es que el hecho de ser libre nunca ha estado más en cuestión construyendo roles y moldes en los que en el caso de salirse se provoca el rechazo. Una película que desesperará a muchos, será incomprendida por otros tantos y dejará reflexivos a tantos. Cine que genera el debate y que sobre todo tiene esa aureola de arte y cuestionamiento del mismo como reflejo de nuestros miedos y preocupaciones más internas como especie en una propuesta que exige al espectador pero que por otro lado le devuelve un desenfrenado viaje imprescindible de ver para degustar, posicionarse y, sobre todo, caer rendido ante una comunión para los sentidos que dentro de su distorsión y abstracción explora muchos fantasmas de los males endémicos de una época de vaivenes, indefinición y cuestionamientos mientras se amparaba a "monstruos" y se derrochaba insatisfacción. Toda una experiencia en forma de fábula siniestra y que hay que ver siendo tan divisoria como imprescindible.
Conviene saber: Mejor dirección en el Festival de Cannes 2021.
La crítica le da un OCHO
Magnífica crítica que comparto al 100%. Película incómoda de ver que te remueve en tu asiento pero te va atrapando con su propuesta sincera y descarnada. Gran acierto del enfoque musical, con el que los personajes se desnudan y nos desnudan, que nos enfrenta con nuestros fantasmas, dejando al descubierto los miedos, las fobias del ser humano en este mundo despiadado. Obra rompedora, nada aconsejable para "pasar el rato", más bien para salir del cine inquieto y con necesidad de interpretarla y compartir la experiencia.