Espresso: Bill Cosby y Roman Polanski expulsados de la Academia de Hollywood

Querido Teo:

Como consecuencia de una inercia en el que el tema del abuso sexual ha marcado la temporada ya no es una excepción que la Academia de Hollywood haya decidido tomar cartas en el asunto. Si hace unos meses la decisión de expulsar de la institución a Harvey Weinstein, habiendo sido uno de los nombres de la industria que más supo tocar la fibra sensible de los académicos en las películas que él producía y distribuía, rompía el hecho de que sólo Carmine Caridi en 2004 fuera expulsado por enviar vídeos inéditos de películas a un amigo aprovechándose de formar parte de la Academia, ahora son otros dos nombres los que han sido baneados de la Academia ante las condenas recibidas por unos hechos que han teñido de fuel sus brillantes carreras.

El pasado Diciembre la Academia aprobó un código de conducta que eliminara cualquier abuso sexual o de poder entre sus miembros y ese es el fundamento para expulsar a Bill Cosby y Roman Polanski. El primero fue condenado la pasada semana por un delito sexual contra la joven Andrea Constand en 2004, acusaciones corroboradas por 60 mujeres que también habrían sido atacadas con la misma práctica llevada a cabo por el cómico drogándoles en la bebida hasta dejarlas a su merced.

Por su parte, Roman Polanski incluso tiene un Oscar a la mejor dirección por “El pianista” que ganó en 2003 ante el empuje final de la película en la carrera de premios de ese año adelantando por la izquierda a los favoritos Martin Scorsese por “Gangs of New York” y Rob Marshall por “Chicago”. El director sigue siendo un prófugo de la justicia usamericana al ser condenado por el caso de Samantha Geimer a la que violó cuando tenía 13 años en 1977.  El cineasta obtuvo la ciudadanía francesa, evitó la extradición y no ha vuelto a territorio USA en un juicio interminable que fue reflejado en el documental “Roman Polanski: Wanted and desired” juntándose los hechos cometidos por Polanski y el interés mediático del juez que quería una sentencia ejemplar para el director.

Nacho Gonzalo