Espresso: La resistencia japonesa en Iwo Jima
Querido primo Teo:
Si en "Banderas de nuestros padres" Clint Eastwood retrataba a una sociedad necesitada de unos héroes en los que cimentar su esperanza, en "Cartas desde Iwo Jima" se centra en la mentalidad japonesa, unos soldados que sabiendo que caminaban hacia una muerte segura siguieron una misión sin ninguna posibilidad de éxito para las tropas japonesas.
La cabeza visible de la armada japonesa fue el teniente general Tadamichi Kuribayashi, interpretado en la película por un Ken Watanabe más que convincente.
Tras la batalla del golfo de Leyte en octubre de 1944, las pérdidas del ejercito japonés eran muy evidentes y el alto mando tenía claro que su participación en la Segunda Guerra Mundial se saldaría con una dolorosa y sangrienta derrota.
Iwo Jima fue para los japoneses el último bastión de la Segunda Guerra Mundial, el enclave más destacado. Debido a la concienciación que había en la derrota, sólo quedaba retirarse de la mejor manera posible firmando una paz honrosa con Usamérica, que dejara claramente de manifiesto que no se producía por una rendición del ejercito japonés, sino por un acuerdo entre las partes. Toda esta estrategia tenía como objetivo no desprestigiar la figura casi divina del emperador.
Iwo Jima dejó claro la intención japonesa. O los usamericanos firmaban un armisticio o Japón se defendería y lucharía hasta la extenuación. La isla era el escenario de resistencia ideal ya que sus características geográficas, el ser una isla con un alto nivel de azufre y cenizas de lava complicaría mucho la misión usamericana que tenía como próxima parada ese islote.
La tropa japonesa comenzó a construir una gran cantidad fortines, tanto en territorio llano como en las laderas y en las cumbres de los montículos, en las vertientes de los barrancos y de las simas. Consiguieron construir una telaraña de túneles que unían todos esos fortines con el objetivo de sorprender a las tropas usamericanas y reducirles su campo de acción.
El lema del teniente Kuribayashi era claro. No se permitiría la lucha cuerpo a cuerpo y para rendirse tendría que ser el propio soldado usamericano el que tendría que expulsarlo personalmente de la guarida.
La orden, aunque funesta, estaba determinada. Iwo Jima sería el camposanto de toda una tropa de valientes héroes japoneses. Eso si, sobre la sangre derramada del ejercito usamericano. Iwo Jima sería para los japoneses el último bastión, el cementerio de 18.000 hombres que fueron enviados a una muerte segura.
Tus primos foreros.