“Toro salvaje”, el cuadrilátero de la autodestrucción
Querido Teo:
Siempre se ha dicho que el cine no ha llegado a reflejar en la pantalla grande buenas películas sobre el mundo del deporte, pero eso se convierte en una sentencia falsa cuando vemos como el celuloide ha tratado al boxeo. Sobre la lucha que refleja esta práctica, el cine usamericano ha podido reflejar esos valores que tanto le gustan, y que van desde la superación personal, la consecución del sueño americano, la amistad, el compañerismo pero también la fatalidad y la autodestrucción. El ring ha servido como marco para reflejar en el cine temas relevantes de la sociedad como el terrorismo del IRA en "The boxer" (1997) de Jim Sheridan, la eutanasia en la multipremiada "Million dollar baby" (2004) de Clint Eastwood, la depresión económica en "Cinderella Man" (2005) o las relaciones entre padres e hijos en "Creed" (2015).
El boxeo no surgió en el cine como un deporte duro y varonil, sino que en sus primeras manifestaciones fue explotada su vena cómica, que, como todo en la vida, este deporte también posee. Los causantes de esta tendencia fueron artesanos cinematográficos como Charles Chaplin y Búster Keaton, que pensaron que el tema también daba para unas cuantas risas entre mamporro y mamporro aprovechándose del humor físico del cine mudo. Poco a poco los espectadores se fueron acostumbrando a ver reflejado el ambiente pugilístico en el cine con una vertiente más dramática, que con el paso del tiempo ha sido la imperante y, en verdad, la más auténtica.
Muestra de ello es "El ring", película de 1928 de Alfred Hitchcock en la que lo destacado era el triángulo amoroso que vivían los protagonistas. Ejemplos hay muchos, y con el permiso de la saga de “Rocky”, sin duda “Toro salvaje” es la cinta más definitoria sobre este subgénero además de aupar la carrera de un Martin Scorsese que venía de un momento de altibajos tras la icómnica “Taxi driver” (1976) pero también el fiasco del musical “New York, New York” (1977). “Toro salvaje” sigue golpeando como una de las mejores tiempos de un cineasta y un tiempo 40 años después de su estreno.
“Toro salvaje” tiene a Robert De Niro como Jake LaMotta, un boxeador de peso mediano cuya rabia sadomasoquista, celos sexuales y brutal apetito exceden los límites del cuadrilátero y destruyen su relación con su esposa y su familia. Joe Pesci interpreta a Joey, el hermano y mánager de LaMotta que lo ayuda a luchar contra sí mismo, y Cathy Moriarty es su esposa. Una película que obtuvo 8 nominaciones al Oscar ganando el premio al mejor actor y al mejor montaje.
Aunque ya quedan lejanos los grandes años de Robert De Niro no se puede negar que estamos ante uno de los mejores Oscar dados nunca en la categoría protagonista siendo uno de los mejores intérpretes de toda una generación. Un trabajo que lo encierra todo para un actor con la historia de auge y caída apasionante de un boxeador real, el nervio y oficio de la cámara de Scorsese, un intérprete en el mejor momento de su carrera y la irrupción de un nuevo cine lleno de fuerza que abría la que prometía ser una de las mejores décadas de la Historia del cine, máxima discutible pero que tiempo después se demostró que no fue tan revolucionaria como parecía prometer el final de los 70.
“Toro salvaje” muestra el devenir psicológico de Jake LaMotta, boxeador que quiere triunfar en un mundo que al final le acabará pasando factura por su violencia enfermiza e incontrolable, sus adicciones y sus relaciones con la mafia. De Niro llevó a cabo una de esas interpretaciones marca Actor´s Studio sólo destinadas a los grandes, un exceso controlado y descarnado con una gran complejidad psicológica y física a la hora de encarar un personaje y una interpretación que siempre será recordada y que sólo hace demostrar el potencial que tiene el universo pugilístico cuando se adapta en la pantalla.
La cinta no sería lo mismo sin la complicidad que establecen entre sí Robert De Niro y Joe Pesci, hermanos en la cinta y que convivieron y entrenaron juntos durante el rodaje emergiendo una amistad que les ha acompañado hasta la actualidad. De Niro ganó 27 kilos para el papel, teniendo en cuenta que tenía que reflejar el auge y caída del icono, su ascenso y destrucción, aunque años después el reto sería superado con los 30 kilos ganados por Vincent D´Onofrio para “La chaqueta metálica” (1987) y Jared Leto para “Chapter 27” (2007), dando vida éste a Mark David Chapman, el asesino de John Lennon.
Martin Scorsese dijo acerca de esta película "Yo puse en 'Toro salvaje' todo lo que sabía, todo lo que sentía, y pensé que eso sería el final de mi carrera. Es lo que se llama un film kamikaze: se pone todo dentro, se olvida todo y después se intenta encontrar otra manera de vivir". Al director sólo le llevaron dos semanas escribir en el guión aunque lo hiciera en un paraíso como la Isla de San Martín en el Mar Caribe. Allí el director se recuperaba de su reciente divorcio, sus adicciones, la exigencia a sí mismo a la que estaba sometido y del fiasco de “New York, New York”, contando en ese tiempo con el apoyo de su fiel amigo De Niro y reescribiendo el borrador inicial escrito por Paul Schrader.
“Toro salvaje” se rodó a lo largo de 20 semanas, 10 para los combates y otros 10 para los distintos momentos de la vida del boxeador, implicando entre medias el exigido cambio físico de De Niro para el final de la película. La elección de la fotografía en blanco y negro no fue casual ya que Scorsese pretendía alejar cualquier intento de que fuera una película comercial, asemejándolo a los dramas de los 40 y 50 reflejando esa sensación de descenso a los infiernos que vive el personaje. Un trabajo brillante del recientemente fallecido Michael Chapman, reflejo de la autodestrucción casi como una ensoñación de la que es imposible salir.
Robert De Niro se mete en la piel de un Jake LaMotta desnortado, bronco y que se odia a sí mismo. El propio boxeador, campeón de peso medio en 1949, fue asesor durante el rodaje lo que contribuyó a alejar cualquier intento de hagiografía para este juguete roto cuyo estilo en el ring fue comparado con el de un matón de barrio, marrullero y experto en encajar golpes, tanto los de los rivales como los de la propia vida. Un personaje asilvestrado en busca de la redención, algo que no logrará con su cuerpo ni con su fuerza bruta sino con su espíritu y con su verdadera intención de querer cambiar.
“Toro salvaje” está considerada como una de las películas más rotundas e introspectivas de un Martin Scorsese cuya elegancia e intimismo en la dirección asemeja la propuesta a un estilo de “cinema verite”, centrándose principalmente en tres personajes y en los altibajos que sufren ante esa bomba de relojería física y emocional que es LaMotta. Un montaje vibrante, un blanco y negro poderoso y escenas eléctricas y majestuosas como esa en la que en el ring suena en un prodigioso inicio el Intermezzo de la ópera "Cavalleria Rusticana de Pietro Mascagni.
“Toro salvaje”, como buena parte de la filmografía de Martin Scorsese, ha ido creciendo con el tiempo convirtiéndose en toda una referencia de su cine. Una cinta que no necesitó de Oscar (ganó “Gente corriente” de Robert Redford) ni de taquilla para convertirse en una de esas cintas a preservar y ser rescatadas por los críticos dentro de la iconografía de la época. Un magistral retrato sobre la condición humana, la soledad y los demonios con los que nos enfrentamos desde otro ring, el de la mente, en una pelea constante por la supervivencia y la cordura.
Jake LaMotta murió en una residencia para ancianos de Florida el 19 de septiembre de 2017 a los 95 años tras una existencia llena de sinsabores. Gracias al cine, “Toro salvaje” vivirá siempre.
Nacho Gonzalo