Sitges 2018: El baño de masas de Nicolas Cage
Querido primo Teo:
El sábado ha sido uno de los días de más expectación en el Festival. La llegada de Nicolas Cage para recoger el Gran Premio Honorífico congregó a las puertas del Melià desde primera hora de la mañana a una multitud que esperaba ver de cerca a su ídolo. Cage llegó y no defraudó. Firmó autógrafos y más tarde posó para los fotógrafos en un concurrido photocall. De pie, sentado, sonriendo, serio, de mil maneras. A veces sorprende que las grandes estrellas tengan un comportamiento tan profesional y aguanten estoicamente los disparos de cámara durante tantos minutos y luego vengan algunas estrellitas (o intento de) patrias y posen con mala cara lo justo y necesario. Fue curioso porque antes de Cage venían los directores de “Summer of 84”, y creo que jamás se hubieran pensado que iban a congregar a tanta prensa. Pobres, si ellos supieran…
Por la noche en la alfombra roja de "Mandy" pasó algo que yo no recuerdo haber visto nunca en el Festival. Cage se bajó del coche antes de llegar a pie de alfombra para saludar a sus fans y firmar autógrafos. A mí estos detalles me emocionan, qué quieres que te diga. Eso sí, luego a nosotros no nos hizo casi ni caso. Después de dos horas esperando para fotografiarle casi ni se paró delante nuestro. Pensaría: ya os he visto esta mañana, ¿qué más queréis? En otro momento me hubiera enfadado pero visto lo que hizo con los fans me quedé contenta.
Una vez dentro recogió su premio, volvió a posar poco rato, dio su discurso y se fue. Parece mentira que hayan pasado meses desde que sabíamos que venía y todo haya pasado en un suspiro. Me gustaría poderte hablar de su película pero me tuve que salir de la sala. La cosa prometía, la atmósfera tenebrosa, la música…presagiaba algo bueno pero el uso excesivo de imágenes que parecían borrosas hizo que me empezara a marear y tuve que abandonar el Auditori. La veré, está claro, pero aquí no ha podido ser.
La que sí que vi, y disfruté como una enana fue “Verano del 84”. Los directores de “Turbo kid” se han vuelto a marcar un film de estética ochentera y les ha quedado una cosa bastante recomendable. Un grupo de amigos adolescentes se proponen averiguar, tras una sospecha, quien es el culpable de varias desapariciones en la zona. Con clichés típicos de la adolescencia, pero también con un punto de madurez, se logra empatizar con los personajes y meterse en la historia. Te dan ganas de ir a ayudarles a encontrar al culpable y disfrutar de la aventura. Como pasó en “Turbo kid”, el director tiene muy claro lo que quiere y al menos en mi caso ha conseguido engancharme. Ni qué decir que la música también es destacable. Sin duda, una delicia para los fans de este tipo de films.
La última película del día fue “El apóstol”. Quizás esté feo decirlo pero en este caso no leí ni la sinopsis. Sale Dan Stevens. En pantalla grande. Sección oficial. Pues ahí que me voy. Ya podía gustarme la película. Iba a salir de ahí a la una de la mañana y encima eran dos horas de película. Qué miedo, yo que soy de la que a partir de la hora y media ya empiezo a mirar el reloj. Pues por suerte salí contenta. La película te mantiene en tensión desde casi el primer momento, cuando sabes la misión de su protagonista, que tiene que infiltrarse en una secta para salvar a su hermana, allí retenida.
Rodada en Escocia, tal y comentó su director en la presentación, tenemos la oportunidad de disfrutar de unos paisajes preciosos gracias a una cuidada fotografía. Las actuaciones son correctas, a destacar sobre todo a alguien que nunca suele fallar, Michael Sheen, como “jefe” de la secta donde se infiltra el personaje de Stevens, que también convence con su actuación. Con elementos de terror, su dosis justa de sangre y algún punto sobrenatural, creo que Netflix ha estado acertada al producir esta película.
Tu prima.
Imogen