Sesión de cine-cebolla: "La milla verde"
Querido primo Teo:
La película de esta semana es una de las más emotivas de la década de los 90. "La milla verde" fue la segunda película de Frank Darabont, que repitió éxito tras su ópera prima "Cadena perpetua" (1994). Darabont tenía la complicada labor de no bajar el listón, después de realizar una de las películas más recordadas de la década, y por ello pisó sobre terreno firme: se mantuvo en el género del drama carcelario y volvió a adaptar un texto de Stephen King, con la diferencia de que esta vez sí introdujo elementos fantásticos. Al igual que “Cadena perpetua”, “La milla verde” fue un éxito de crítica y público y consiguió una nominación al Oscar a la mejor película, aunque el bueno de Darabont volvió a quedarse fuera de la categoría de mejor director.
Seguramente, el éxito de la película se encuentra en el equilibrio entre géneros: el drama, la fantasía y el humor. A pesar de su extensa duración, la atención nunca disminuye gracias a la proliferación de subtramas y al constante carrusel de personajes. Y es que “La milla verde” se beneficia enormemente del trabajo de un reparto de absoluto lujo (no tanto por nombres como por talento), liderado por un perfecto Tom Hanks que con esta película cerraba una década de oro que le había coronado como el mejor actor del mundo. Pero si hay alguien que destaque sobre el resto es ese inolvidable Michael Clarke Duncan en la piel del preso John Coffey (“como el café pero se escribe diferente”), que en su momento resultó ser toda una revelación, pero que con el tiempo se ha acabado convirtiendo en un actor “one film wonder”.
Aunque la película está repleta de escenas emotivas (la dolorosa ejecución de uno de los presos, John viendo una película por primera y última vez en su vida, o la curación de una enferma de cáncer), el premio al momento más lacrimógeno se lo lleva la secuencia de la ejecución de Coffey. Al comienzo del filme, los guardias de la prisión reciben aterrorizados a ese negro enorme acusado del asesinato de dos niñas. Pero a lo largo del metraje, Paul Edgecomb (Tom Hanks) y sus compañeros (y los espectadores con ellos), descubren la verdadera naturaleza de ese hombre. Será el propio Paul el que descubra (en otra escena conmovedora) que Coffey es inocente. En la escena seleccionada, los guardias de la prisión son incapaces de contener las lágrimas mientras asisten a la injusta muerte de ese “niño grande” que pide que no le tapen la cara porque la oscuridad le da miedo. La conexión entre John y Paul traspasa la pantalla, y la preciosa música de Thomas Newman hace el resto.
Tu primo.
Janaji