San Sebastián 2019: Una trinchera de miedo y sacrificio, conciliación familiar en el espacio, la clase obrera más desprotegida y Susan Sarandon levanta un remake familiar
Querido Teo:
San Sebastián es una sucesión de reparadores lugares comunes que son el refugio después de todo un año cinéfilo. Lugares donde tapear, sitios donde perderse y, por supuesto, salas y teatros que con el Kursaal, el Victoria Eugenia y el Principal como principales centros del hervidero festivalero viven más de una semana intensa y llena de cine, con viejos conocidos que no pueden dejar de repetir y nuevos fieles al embrujo que deja esta ciudad en estos días. Un cierre a la temporada festivalera, pero también en cierta manera el inicio de otra, como da buena cuenta parte de la selección que va desfilando en las distintas secciones. Nosotros no hablaremos aquí de las películas ya comentadas en otros festivales (como el gran número de las películas de Cannes que pueblan la sección de Perlas) pero sí de todo lo que veamos jornada a jornada.
“La trinchera infinita” se ha convertido ya en uno de los grandes títulos españoles de la temporada, proyectado en un San Sebastián que acostumbra a lanzar las tres o cuatro cintas más esperadas de la cosecha. No es habitual ver una película dirigida a seis manos pero los artífices de “Loreak (Flores)” o “Handia” se unen al completo para albergar una cinta que bien podría ser una más ambientada en la Guerra Civil pero que lo que es no es más (ni menos) que la historia real de amor, reclusión y sacrificio de Higinio y Rosa, un matrimonio que vivió más de tres décadas viviendo una relación paralela con él escondido en su propia casa perseguido por el régimen franquista con el único delito de ser acusado de un chivatazo y, sobre todo, de estar en el bando de los perdedores. La cinta se desarrolla durante 147 minutos que, a pesar de su duración, no hacen más que dotar de fuerza y emoción a una cinta sutil que se apoya en el trabajo de sus dos actores pero también en lograr que la cámara se maneje con viveza, brío y tensión a pesar del escaso escenario en el que se mueve y ver todo a través de los ojos del protagonista que atisba lo que hay alrededor a través de su zulo, así como las rendijas y sonidos que escucha y la cautela con la que tiene que vivir continuamente con su mujer y su hijo con el miedo pegado al cuerpo como compañero indeseado pero perenne.
“La trinchera infinita” es valiosa como documento histórico sobre el dolor de una España dividida y herida que vive entre la soledad, los traumas del pasado, el miedo y la evolución de un matrimonio obligado a transformarse ante las circunstancias pero que, aún en los peores momentos, mantiene esa sensación de complicidad y sacrificio habiendo sido rodado con sumo intimismo lo que es el conflicto vivido en un país cuyos coletazos fueron (o todavía son) largos como tentáculos marcando la forma de vivir de esos ocultos de la sociedad, por ideología o condición, guardados bajo la alfombra de la intransigencia y el odio. La cinta está rodada con gran inteligencia y da la impresión de que este equipo de directores y guionistas siempre toman la decisión correcta, en un fino equilibrio para que esos 30 años (dentro de su cotidianidad) hagan mantener siempre el interés y la sensación de que continuamente están pasando cosas, lo que muestra la gran planificación en la puesta en escena y en la dosificación de la historia que no tira de obviedades y que se aprovecha de simbolismos como la evolución resignada en la mirada de él (obligado a ser un ermitaño de sí mismo que ya ni siente ni padece) o la evolución física y psicológica de ella, representante de una generación de mujeres fuertes y que vivieron en sangre, dolor, violencia y violaciones las barbaridades de un régimen que de provisional se antojó como perenne ante ese armisticio que nunca llegaba.
A pesar de un arranque tan potente como reiterativo, la cinta no hace más que crecer mientras pasan los años y los personajes van acumulando dolor, sentimiento de oportunidades perdidas (como un viaje de novios siempre retrasado) o el criar a un hijo con semejante panorama en el que el padre no existe a ojos de los demás, en uno de esos pueblos de la Andalucía profunda en el que los chismes y chivatazos abundan. Un retrato del miedo en la España del franquismo con un magnífico Antonio de la Torre y una Belén Cuesta que demuestra que puede con todo lo que le echen, brillando tanto en drama como en comedia, y que construye una Rosa bandera de muchos mujeres y que sufre en cuerpo y mente los desmanes del régimen en un descenso a la locura que supone como desgaste para cualquier matrimonio en esta situación. Sentimos la asfixia y la rabia de su personaje y con su mirada y voz magnética, incluso en los momentos de sexo desesperado, o aquellos en los que no queda otra que fingir ante las evidencias de lo que allí está pasando, saca el alma del personaje y lo convierte en el leitmotiv de la cinta, catapultando a Cuesta al próximo Goya a la mejor actriz. Un trabajo cinematográfico tan complejo como mayúsculo, aunque sin renunciar a un tono sencillo e íntimo que en cierta manera hace justicia a todas esas vidas truncadas (física o metafóricamente) que dejó un conflicto como la Guerra Civil reivindicando su valentía y el hecho de que el amor mutuo, y el cultivarlo aunque sea en las peores circunstancias, es capaz de todo.
“Proxima” fue una de las tres películas preseleccionadas por Francia para el Oscar 2020 y es que lo nuevo de Alice Winocour se adentra en el subgénero espacial tan en boga en el cine actual y que ha arrojado un buen número de títulos y es que, en cierta manera, esta cinta entronca con “La llegada”, “Interstellar” y “Ad Astra” alejándose, eso sí, de toda épica espacial ya que eso no es más que un contexto para retratar la relación de una madre y una hija de siete años en un mundo como el laboral en el que la conciliación se antoja imposible si no se tiene un apoyo familiar o económico detrás importante. Eva Green es una madre separada de su marido que está a punto de estar recluida en Rusia durante tres semanas con el equipo con el que va a emprender una expedición espacial a Marte y entre chascarrillos de sus compañeros, por el hecho de que ella sea mujer y francesa, la cinta se adentra en cómo una niña se tiene que preparar a la situación que va a afrontar lejos de su madre durante un año. Un interesante alegato defendiendo el calor necesario de la familia, el afecto y el contacto de una madre y una hija, tan necesario como el respirar, y que precisamente supera con sencillez y emotividad algún derrotero en ese aspecto que amenaza con cargarse no sólo la operación espacial sino también la credibilidad de la película. Un acierto el retrato feminista que hace de la película con sus aristas y complejidades en un mundo de hombres y la química que transmiten Eva Green y Zélie Boulant.
“Mano de obra” es una interesante pero formulaica ópera prima mexicana que desglamuriza el desencanto de la clase obrera, aprisionada por la vileza de un sistema impersonal. Su autenticidad es su arma, sus obviedades su lastre a la hora de retratar con minimalismo y verdad una estructura laboral que no ofrece ninguna garantía de seguridad centrándose en un grupo de obreros y en la lucha de un hombre que, tras morir su hermano en un accidente laboral, y siendo acusado por parte del peritaje de que estaba borracho a pesar de que los que lo conocen saben que era poco dado a la vida, reclama lo que es justo al responsable del inmueble, una indemnización para su cuñada, para más inri embarazada. Y es que si Loach o los Dardenne bañan de épica y algo de efectismo su cine, en esta cinta dirigida y escrita por David Zonana no se ve más que el fango de una vida marcada por la opresión, el clasismo y la demostración de que los trabajadores no son más que peones de un sistema que ni les va a dar las gracias ni les va a proteger de ninguna manera. Ellos con sus circunstancias y sus miserias. Una crítica a nuestro tiempo y a un determinado sector especialmente maltratado históricamente en este aspecto en una cinta que enarbola su rabia sin alharacas y sí con una descorazonadora avalancha de verdad.
“La decisión” ha sido la película encargada de inaugurar la sección oficial de este año y lo curioso es que es el remake de la película danesa que ya se proyectó en 2014, “Corazón silencioso”, y que incluso se llevó el premio a la mejor actriz para Paprika Steen. Roger Michell ha llevado el remake anglosajón que no sorprende argumentalmente pero que está rodado con la misma sobriedad, humor negro y frescura a la hora de centrarse en un núcleo familiar y en la mezcla de desconcierto, comprensión y sacrificio con el que el marido, las hijas y las parejas de éstas asisten a la decisión de la madre, que sufre una esclerosis múltiple degenerativa, de poner fin a su vida cuando pase el fin de semana en el que les ha reunido por última vez. Sutilidad y buen trazo a la hora de definir a unos personajes que no salen durante la película de esa casa en la que, en cierta manera, se pondrán en paz con ellos mismos, con la vida y se conocerán como nunca lo habían hecho anteriormente entre las manías perfeccionistas, las dudas frutos de la fragilidad emocional o la insistencia cansina para intentar llamar la atención y hacerse de querer de unos y otros. La clave para levantar esta historia ha sido contar con un gran reparto en el que destaca especialmente una Susan Sarandon que se pone como coraza la satisfacción de la libertad de decidir cuando su vida ya no da más de sí a la hora de vivirla como ella quiere y el poder contar con la presencia de todos sus seres queridos por una última vez cuando ella todavía es consciente de ello y puede disfrutarlos. Kate Winslet, Mia Wasikowska, Sam Neill, Rainn Wilson y Lindsay Duncan redondean una propuesta que, se haya visto o no el original, merece ser valorada por ella misma manteniendo los mismos atributos positivos que nos gustaron de aquella.
Además de las películas el Festival ha contado con la presencia de Kristen Stewart que ha presentado dentro de la sección Perlas "Seberg", la cinta en la que interpreta a la malograda actriz y que ya pudo verse en el Festival de Venecia.
Entrega del Premio Nacional de Cinematografía para Josefina Molina.
Y primeras imágenes de la serie de HBO basada en el bestseller literario de Fernando Aramburu, "Patria", que se estrenará en 2020.
Nacho Gonzalo