San Sebastián 2019: Juventud británica y multicultural, el viaje de amor y supervivencia de Casey Affleck, el concierto góspel inédito de Aretha Franklin, la feel good movie de Daniel Sánchez Arévalo y un acartonado Ciro Guerra frente a los bárbaros
Querido Teo:
La jornada del jueves nos arrojó la última película a concurso de la sección oficial pero también otros gozosos visionados que van desde un histórico concierto de góspel a la última propuesta por un cine familiar y bienintencionado a cargo de Daniel Sánchez Arévalo.
“Rocks” es el nuevo trabajo de la directora Sarah Gavron (“Sufragistas”) y supone un estupendo drama social que no se ahoga en efectismos ni dramas telefilmeros con una protagonista que llena la pantalla como una joven de las barriadas londinenses que tiene que madurar de repente ante el abandono de su madre que le deja con una nota en la cocina diciendo “lo siento” teniendo a partir de ahí esquivar la actuación de los Servicios Sociales. Con la camaradería desbordante de "Girlhood" y sin el dramatismo oscuro de "Precious", "Rocks" apuesta por la solidaridad en un retrato fresco y auténtico con una protagonista (y su hermano) que son todo carisma en la pantalla. Un buen cierre para la competición con un reparto que aporta verdad y que parte de la idea de la directora de mostrar a una juventud en las aulas cada vez más universal propia del mestizaje y la emigración. Una cinta vibrante que nos muestra a un Londres multirracial alejado de las divagaciones del Brexit y con la realidad del día a día aportando frescura, una playlist con aire hip-hop y el reflejo de una adolescencia con mucho que aportar pero rabiosa por no tener las condiciones y el entorno para demostrarlo.
Casey Affleck demuestra que es uno de los grandes talentos del cine USA, no sólo como actor (siendo cada vez mejor) sino como director. Y es que, tras el documental “I´m still here” (2010), ahora es el turno de su primer proyecto maduro en esta faceta, ya que su anterior cinta no dejó de ser una boutade entre cuñados, y ahora nos lleva a un universo, que no por conocido, en esta era de distopías y apocalipsis, deja de estar bien resuelto. Entroncando con cintas como “Hijos de los hombres” (2006) o “La carretera” (2009), "La luz de mi vida" lleva a un mundo en el que una pandemia ha asolado al género femenino, sin dar más explicaciones de los motivos sean climatológicos o migratorios, estableciéndose una unión entre padre e hija por la supervivencia destacando por su intimismo, ternura y atmósfera con tensión en su huida hacia adelante y con conversaciones realmente conmovedoras bajo la música de Daniel Hart. La cinta no necesita ser novedosa para estar muy bien resuelta, especialmente en escenas como esa de arranque en la tienda de campaña en la que el padre narra un cuento a su hija en una adaptación libre de “El arca de Noé”, no necesitando de adornos para llevar a cabo una historia bien narrada y que solventa sus obviedades ante esa mirada de fidelidad y necesidad propia de la alianza de un padre y una hija en un viaje de amor hacia un futuro incierto.
“Amazing Grace” es un proyecto inédito de Sydney Pollack que, antes de su muerte en 2008, confió en el productor Alan Elliott para que finalmente se completara. Fue en Enero de 1972 cuando Aretha Franklin actuó durante dos días dando un concierto de góspel en la Iglesia Bautista Misionera New Temple en Watts, Los Ángeles, grabando lo que se convertiría en su álbum más vendido y que da título al documental. Las sesiones fueron filmadas por un equipo de rodaje liderado por el director Sydney Pollack, pero el material de archivo terminó en una bóveda ante el hecho de no poder sincronizar lo grabado ante la ausencia de claqueta y ha sido durante cuatro décadas uno de los tesoros cinematográficos perdidos de la música del siglo XX. Una rotunda, inspiradora y fascinante propuesta entre sudor, alabanzas, fe y pasión con la voz de Aretha Franklin en primer plano en el documental (o más bien concierto) de la grabación inédita sobre sus dos conciertos en 1972 volviendo a sus raíces. La cultura negra y el góspel reivindicado en un ejercicio cinematográfico que nunca había hecho justicia al género. Aretha Franklin como musa del mismo llegando al éxtasis en temas como Amazing Grace y Never grow old en la que asistimos al fervor de los asistentes (entre ellos el mismísimo Mick Jagger), la sensación generalizada de todos sus artífices de que se está viviendo un hito de la música. El poso emocional en la aparición del reverendo Franklin, padre y referente de la artista, así como de la leyenda del género Clara Ward, o la devoción y energía del reverendo James Cleveland, mientras vemos a Sydney Pollack hacer pruebas de cámara y tomar fotos la convierte en una experiencia que nos retrotrae a ese gozo de efervescencia música que se vivió en esa mítica fecha. Toda una joya para melómanos y el tributo definitivo a través de su arte y su voz de una de las grandes.
“Diecisiete” es una de las apuestas de Netflix para su catálogo en español esta temporada siendo el salto a la plataforma de Daniel Sánchez Arévalo, un realizador que no entiende el cine sin valorarlo como una terapia y como un conjunto de personajes con un marcado carácter entre la camaradería del afecto, el valor de la familia y el respeto a nuestros mayores. Su nueva película nos lleva a la relación de dos hermanos, Héctor e Isma, maltrecha por la separación y sobre todo por los continuos problemas correccionales del menor de edad al que hace referencia el título. Su improvisado afecto por un perro (al que bautiza como Oveja) dentro de las actividades del centro de menores en el que se encuentra les llevará a ambos a una road movie para conectar con sus raíces y a comprenderse como no lo han hecho nunca en una carrera contrarreloj en la que la llegada de los 18 años es el momento definitivo de la asunción de responsabilidades, cueste lo que cueste y sin red. La cinta se erige como la "feel good movie" del cine español este año con una naturalidad que desarma, el humor como ironía y unión y una emoción desbordante. Merece ser un nuevo fenómeno en la carrera de Sánchez Arévalo y es que, aunque los más cínicos reprocharán su humor blanco y descarada intención de conmover forzando algunos aspectos del cine social más común, es necesario que haya apuestas así desde un punto de vista tolerante, reparador y humanista reencontrándose con nosotros mismos y valorando lo que tenemos, lo importante y lo que no se puede perder. Y es que el mensaje de la cinta no es otro que aprender a perder para poder seguir viviendo. El talento, naturalidad y química de Biel Montoro y Nacho Sánchez, que van desde la réplica ingeniosa, lo que realmente sienten pero no se atreven a decir, o hasta el humor más facilón (y noventero) por momentos, es el arma de una de las cintas más regulares y redondeadas del cine de un director que, tras muchos cortos durante este tiempo, no ofrecía un largometraje desde “La gran familia española” (2013).
“Esperando a los bárbaros” es el nuevo trabajo de Ciro Guerra adaptando la novela de J.M. Coetzee que pierde su personalidad en su primer proyecto con vocación internacional que narra la historia de un magistrado británico que cuestiona su fidelidad al gobierno británico tras su actitud hacia los llamados “bárbaros”. Un manido retrato colonial incapaz de captar la profundidad de la novela. Aburrida e incluso sin capacidad de ofrecer escenas a recordar en una de esas historias rodadas como una epopeya de aventuras clásicas quedándose en la superficie y fallando en el terreno humano. El trío formado por Mark Rylance, Johnny Depp y Robert Pattinson es lo mejor de una cinta floja y esquemática que pretende aligerar carga y lo que hace es restarle valor metafórico y también impacto devaluando su crítica al imperialismo en un conjunto sin alma que bordea incluso la parodia en algunos momentos por lo subrayado de determinadas actuaciones de los personajes. Una ambiciosa adaptación con resultados olvidables.
Nacho Gonzalo