San Sebastián 2017: Los fanatismos del poder ilimitado y cuatro historias de pareja

Querido Teo:

Última jornada en el Festival de San Sebastián que no ha podido ser más intensa. “El capitán” se une al carro de posibles favoritas a la Concha de Oro, se ha completado la sección de Perlas con las disfrutables “El viaje de sus vidas” y “La gran enfermedad del amor”, “La buena esposa” ha puesto un cierre más que digno a la sección oficial y “Loving Pablo” nos ha hecho desconectar la neurona fruto del cansancio y del tono de parodia involuntaria que tiene la película.

“El capitán” de Robert Schwentke es una cinta alemana que se adentra en el terreno de los fanatismos y populismos a finales de la II Guerra Mundial, siendo una situación muy comparable a la que vivimos actualmente con una Europa incierta y la tensión nuclear latente que hace peligrar el mundo. En un poderoso blanco y negro, la cinta se adentra en un soldado desertor que a los 19 años se hace pasar por un oficial, solamente gracias a conseguir una indumentaria a tal efecto y ponerse en modo de líder, mientras va ascendiendo en el escalafón del ejército nazi implantando su propio sistema de justicia y contando con un grupo de desertores frente a los que amenazan la Alemania del régimen pasando de víctima, a verdugo y juez. La cinta es tan estridente y chillona como su personaje, entre explosiones, soflamas y violencia pero con el humor negro como arma nos cuenta a través de una especie de farsa los peligros del poder ilimitado y el cómo desde abajo el sistema de poder nazi se vio tambaleado por un impostor pero tan abyecto como el mismo en los últimos coletazos del fascismo hasta unos estupendos créditos finales. Una cinta que debería tener presencia en el palmarés por su calidad, impacto y mensaje.

"El viaje de sus vidas" de Paolo Virzì es el salto al cine anglosajón del director de “La prima cosa bella” y “Locas de alegría”. Un director que ha sabido combinar muy bien el drama, con la comedia y la emoción. Ese cóctel funciona como un reloj en esta cinta que no se avergüenza de ser convencional pero que es muy difícil que no conmueva hasta a los más escépticos. La historia de un matrimonio de ancianos, que se han amado durante muchos años, y que (enfermos ambos pero sin perder las ganas de vivir y la curiosidad por los viajes) deciden emprender las últimas grandes vacaciones de su vida a bordo de su caravana para estupor de unos hijos que ni comparten esa ilusión por la vida y que miran con cierta envidia el amor devoto e incondicional que se tiene la pareja formada por unos excelentes Helen Mirren y Donald Sutherland. Ellos logran a través de sus anécdotas, vivencias, abrazos y reproches creernos que llevan toda una vida juntos y en la que, a pesar de los avatares incluso en la etapa final de sus vidas, siempre ha primado el amor que se profesan actuando cada uno de ellos como bastones emocionales del otro. Una delicia tierna, inspiradora y emotiva sobre esa emoción convertida en sentimiento y sobre el paso del tiempo inexorable en el deterioro físico y mental  de cada uno. Y es que aunque la enfermedad y la muerte sobrevuele a esta pareja, la cinta es un canto esperanzado por el placer de disfrutar de la vida.

"La gran enfermedad del amor" llegaba a San Sebastián con la vitola de ser una de las comedias del año y la verdad es que la cinta logra ese objetivo aunque sea un título que gustará más al público “millennial” que al que se suele conocer como “señoras con amigas”. Una película muy de su tiempo y que es una autobiografía de la relación del cómico Kumail Nanjiani con la que se convirtió en su mujer, Emily, teniendo que superar, entre otras dificultades, una rara enfermedad y el choque cultural y de caracteres de Kumail con su familia (que aunque vive en Estados Unidos sigue anclada en la tradición y en la costumbre de los matrimonios concertados) como con los padres de Emily que, en un primer momento, le miran con desdén y desconfianza. Lo mejor el culto a la stand-up USA, los guiños y la crítica a los arraigos culturales de cada religión y modo de vida y unos divertídisimos y robaescenas Holly Hunter y Ray Romano como los padres de Emily. Una película que garantiza un buen rato y que, sin ser revolucionaria, logra tener un humor trasgresor y contemporáneo pero también deudor de ese género de comedia romántica que siempre viene bien que sea reivindicado como algo que ni mucho menos debe de quedar caduco. La cinta está dirigida por Michael Showalter, director de la infravalorada “Hello, my name is Doris”.

Para concluir la sección oficial, aunque fuera de concurso, este año San Sebastián no apostó por una comedia o un drama vacuo sino por una sólida y firme propuesta como "La buena esposa", cinta de producción sueca de Björn Runge adaptando la novela de Meg Wolitzer. Una cinta perfectamente medida, austera y teatral en lo formal, pero que se centra en un matrimonio que lleva 40 años casados y que recibe la noticia de que el marido, Joe Castleman, ha recibido el Premio Nobel de Literatura. Ese proceso y la entrega de ese galardón estará marcado por la revolución sentimental de la mujer, Joan, que se cuestiona hasta qué punto ha estado a la sombra de su marido enriqueciendo el talento de él mientras ella lo ha sacrificado todo sobre todo a nivel profesional. Una mujer invisible tanto por una sociedad machista como por una alianza tan acordada como injusta y que en su madurez, y con la vida asentada y resuelta, es cuando toda la construcción emocional de su interior mezcla del conformismo, la prudencia, la corrección y el rencor acumulado se derrumba. La cinta recuerda mucho en la descripción marital a la reciente “45 años” en como ella (Charlotte Rampling) abría los ojos sobre la relación con su marido y su posición en el mundo. Una película que sabe que su gran baza es una Glenn Close que ofrece su mejor interpretación en, al menos, un par de décadas siendo la auténtica estrella de la función sin necesidad de excesos sino desde la composición de una mujer normal (algo no tan habitual en su carrera) que ve aflorar un tormento emocional interno desencadenado por el Nobel de su marido pero acumulado tras muchos años de conveniencias y deslices sólo mantenidos por la resignación y el sacrificio que fomenta el amor. Ese dicho de “detrás de cada hombre, hay una gran mujer” llega a otro nivel cuando su personaje, al ser preguntada por su profesión, responde que es una “hacedora de reyes”. Quizás sólo falle en los necesarios pero convencionales flashbacks (de joven Close es interpretada por su propia hija), que ayudan a desentrañar ese matrimonio, y en la impostada subtrama con un hijo desorientado y depresivo abrumado por la fama y el nombre de la obra literaria de su padre (interpretado por un solvente Jonathan Pryce) y presionado por el periodista que pretende ser el biógrafo de su padre y que estará dispuesto a todo por conseguirlo (Christian Slater).

Y en Perlas fuera de las votaciones del Premio del Público se vio “Loving Pablo” de Fernando León de Aranoa, una cinta que sufre dos problemas que lastran su visionado. El primero es también la sobreexplotación de la historia del narcotraficante Pablo Escobar, entre series y proyectos de todo tipo, lo que resta de novedad a la historia, y por otro un tono de comedia involuntaria representado en el personaje de Penélope Cruz, una exitosa presentadora de televisión que vive junto a Pablo el ascenso y caída de su figura. Una cinta con frases lapidarias y sonrojantes, pelucones y maquillajes culebronescos, pero también un tramo final que mantiene la intriga en lo referente a la persecución de Escobar por la DEA y un Bardem que, como siempre con su talento y entrega, logra posiblemente construir el mejor Escobar que hayamos visto hasta ahora.

Nacho Gonzalo