Rocco y sus estrellas: Escuela de guerrilleros

Querido Teo:

Hay eso que se llama cine guerrilla y esa otra variedad que se debería de llamar cine de guerrilleros. El primero es el más cacareado, Robert Rodríguez como mejor ejemplo. La mayor parte de las veces un sustituto de cine barato. Posibilista. Si funciona es una obra de arte que sólo el ingenio de una buena escaramuza hizo posible. Y si no funciona… ya se sabe, no  todas las batallas salen victoriosas. Pero el cine de guerrilleros lo forman esas gemas nacidas de la locura de alguien que lo quería todo y no paró en nada para conseguirlo. Guerrilleros como Francis Ford Coppola en su magnífico “Apocalypse Now” o Werner Herzog y su “Fritzcarraldo”. El primero se ha dado a la bebida, o al menos a sus vinos, pero el segundo es lo que nos gustaría pensar del Che si siguiera vivo. Como ejemplo ahí está la última locura de este realizador alemán: su escuela de guerrilleros. El costo es elevado, 1.450 dólares por cabeza por un finde, el del 8 al 10 de enero, de clases. Pero promete ser un buen regalo de reyes si tienes lo que hay que tener para participar. Y no me refiero sólo a tiempo y dinero. El que avisa no es traidor. La ya bautizada como Rogue Film School está a favor de la censura y en contra de los listillos en clase. Herzog será tú dictador y aunque el curso tendrá lugar en Los Ángeles, donde el realizador reside desde hace años, no se podrá mencionar la palabra yoga, ni la comida orgánica, ni la corrección política. El realizador de “Aguirre y la cólera de Dios” descargará su furia sobre el que se atreva a sacar su ordenador portátil. Y le creo perfectamente. Estar junto a él, seas Christian Bale, Klaus Kinsky o Rocco, no es fácil. Pero tiene su punto. Una dinamo llena de sarcasmo del que raspa como el aguardiente. Alguien que ve más madera de director en el “celador de un manicomio” y en el típico “gorila de discoteca” que en el estudiante de cine de turno. Y que piensa ofrecer clases como “la neutralización de la burocracia” o “la conquista de lo inútil”, como se titula su último libro. O también esa otra sobre “la energía que te da salir ileso de un tiroteo”, experiencia que vivió en sus propias carnes. Un curso sólo comparable en su genialidad y locura al que Marlon Brando preparaba con Tony Kaye cuando  los dos estaban igual de locos y que algún día, no lo dudo, saldrá a la luz.

Otro tipo de locura es la de Kiefer Sutherland y la que quiere enseñar a sus alumnos. Pocos actores son tan agradables, afables, articulados y siempre lleno de energía positiva como Kiefer. Al menos cuando está a mi lado porque luego está ese Sutherland, que incluso a los 42 años y en la cúspide de la fama como el Jack Bauer de “24”, sigue teniendo problemas con la bebida y con su temperamento. Esos demonios que están sedados cuando habla ilusionado del curso que empezó a impartir hace 10 días en el Centro Canadiense de Cine de Toronto. De momento sólo tiene ocho alumnos a los que piensa enseñar otra táctica guerrillera. “Me di cuenta que todas las escuelas de interpretación que conozco te preparan para ser eso, actor, para darlo todo en el escenario, delante de las cámaras. Pero nadie te enseña a conseguir el trabajo”, se ríe. Por eso su curso destinado a jóvenes actores preparados para tener esa oportunidad les quiere dar la seguridad necesaria para conseguir el papel, para superar con éxito esa otra parte de ser actor que es la de superar la prueba de rodaje. Un consejo de profesional a profesional: por mucho genio que tengas, el equilibrio gana. “Nunca he visto a ninguno de esos que salen de la prueba diciendo que se han comido el escenario quedarse con el papel. Más bien han conseguido eso, asustar al productor que tiene en juego el presupuesto de la película”.

Rocío Ayuso (Los Ángeles)