"Luis Buñuel. La forja de un cineasta universal"
A Luis Buñuel, el primer representante internacional del cine español, no le faltan biografías. La que se suma ahora tiene varias peculiaridades importantes. Su autor es el hispanista irlandés y nacionalizado español Ian Gibson; se concentra en sus primeros 38 años, hasta el embarque en Le Havre camino del exilio americano; y su extensión permite mostrar el entorno histórico, familiar y social, esas circunstancias que con suerte pueden rozar las motivaciones del biografiado. El resultado es ameno, interesante de principio a fin, al margen del grado de conocimiento del cine de Buñuel que tenga cada lector.
Título: “Luis Buñuel. La forja de un cineasta universal”
Autor: Ian Gibson
Editorial: Aguilar
Gibson es un viajero muy experto en la época que contempla. La ha visitado tras las huellas de Machado, Lorca y Dalí, incluso ha podido entrevistar ampliamente a supervivientes de aquella España entre una república y una dictadura cuya herencia no ha desaparecido. Es inevitable pensar que pocas personas podrían abordar a Buñuel con más posibilidades de éxito. Equivale a acertar en la selección de momentos, dudar de creencias establecidas y localizar a la persona detrás del personaje, una idea vulgar pero también esencial en este caso porque Buñuel pretendió dirigir su recuerdo como había hecho en su profesión.
Buñuel, como recuerda Gibson, odiaba las grabadoras en las entrevistas. No le permitían retocar lo dicho, o incluso negarlo, como negó hasta su muerte la pertenencia al Partido Comunista. El Buñuel que se desprende de estas páginas tiene mucho más de persona que de director de cine, al fin y al cabo Gibson se interesa tanto por la forja que lo da forma como por el propio Buñuel. Ha sido una decisión, un enfoque, que agradecerán sus lectores.
El sur de Europa siempre ha valorado bien la capacidad de los anglosajones para la biografía por su habilidad de distanciamiento, por una psicología menos apasionada que la latina, pero Gibson la sostiene sin dejar de realizar acotaciones ante las contradicciones más flagrantes entre lo sostenido por su biografiado y el resultado de su investigación. El trufado de datos históricos, acontecimientos políticos y sociales, da a la obra un entramado apetitoso en sí mismo. Son también valiosas las imágenes de espejo que aportan muchos familiares y amigos o enemigos de Buñuel, ese trabajo de tiburón que nada en torno a su “víctima” tan natural en los biógrafos. El peso específico de Gibson le ha permitido dedicar más espacio de lo habitual a este periodo de formación del cineasta, su relación con Francia y los movimientos de vanguardia que lo transformaron como a tantos otros.
Su esposa, que Buñuel hizo desaparecer siempre que pudo de su vida pública o social, es una fuente caudalosa, como también lo son la colección epistolar con su madre y los datos propios del autor sobre la vida en la Residencia de Estudiantes. La situación de mal gobierno, picaresca, corrupción, lentitud judicial y retroceso económico que vivimos en España ha dejado a Gibson sin la subvención aragonesa que le hubiera permitido continuar su historia de Buñuel, truncada o interrumpida en 1938. Pero tal vez esto haya posibilitado la concentración en unos años más atractivos para el país que los posteriores de gris dictadura. Gibson va a levantar alguna ceja entre los amantes de Buñuel y no decepcionará a los seguidores de sus libros, que tendrán este en las librerías a partir de la semana que viene. Para hacernos idea del estilo y contenido bastan estas tres páginas de la llegada de Buñuel a París. Por facilitar la lectura he retirado los números a las múltiples notas que documentan cada entrecomillado o dato.
Carlos López-Tapia