"Los lobos"
La web oficial.
El argumento: Max y Leo, de 8 y 5 años, viajan de México a Albuquerque, EEUU, con su madre Lucía en busca de una vida mejor. Mientras esperan que su mamá regrese del trabajo, los niños observan a través de la ventana de su departamento el inseguro barrio en el que está enclavado el motel donde viven, habitado principalmente por hispanos y asiáticos. Se dedican a escuchar los cuentos, reglas y lecciones de inglés que la madre les deja en una vieja grabadora de cassette, y construyen un universo imaginario con sus dibujos, mientras anhelan que su mamá cumpla su promesa de ir juntos a Disneylandia.
Conviene ver: “Los lobos” se adentra en el cine que ha tratado el tema de la emigración de una manera verista y afeada en su estética pero profundamente real y sensible en su acabado a través de la historia de unos niños que ven a través de sus ojos la llegada a un nuevo país y, sobre todo, el esfuerzo de una madre por sacarlos adelante en la que es una mezcla entre “Nadie sabe”, “The Florida project” y “Roma”. Una buena fotografía y las interpretaciones te introducen en ese universo en el que cada paso en falso puede truncar las esperanzas de toda una familia que vive entre la ilusión de un sueño por cumplir y la cruda realidad marcada por largas jornadas de trabajo que, aun así, implican un mayor esfuerzo que el sustento que se recibe. Hay mucho cuidado en los detalles y en la sensibilidad de las relaciones que se establecen entre esa madre que encadena dos turnos de trabajo diarios con unos niños (hermanos en la vida real) que tienen que valerse por sí solos ajenos a la realidad entre cuatro paredes durante jornadas eternas, pero sin que eso condene su inocencia y la capacidad de seguir imaginando a través de sus juegos siendo, al fin y al cabo, lo que les permite construir un oasis frente a lo que hay fuera a través de cintas de cassette grabadas por su madre sobre cómo comportarse y dibujos en las paredes, los lobos ninja que dan título a la película, y que en pantalla cobran vida documental para limar esa sensación de vacío y drama fruto de los agujeros de unas promesas de futuro que representan países que, si ni siquiera tienen para mantener a los suyos, dejan a los extranjeros en la cola de las prioridades. Unas personas que sufren una desprotección continua tan engañados como ilusorios ante una negra perspectiva en un país que no les garantiza mejores oportunidades respecto la violencia, miseria y ausencia paterna de la que ya parten. Un chute de realidad y también de mostrar, entre tanto ruido y confrontación política, cuáles son los verdaderos problemas de un mundo contemporáneo en el que muchos viven entre la pobreza y la falta de oportunidades en un momento en el que es tan complicado sacar adelante a los tuyos y más si te ven como el extranjero que viene de otro país.
Conviene saber: Es el segundo largometraje del habitualmente montador Samuel Kishi (“Somos Mari Pepa”).
La crítica le da un SEIS