"Lo que arde con el fuego", el sólido, intenso y clasicista debut en la dirección de Paul Dano
Querido Teo:
"Lo que arde con el fuego" es el debut como director de ese intenso talento actoral que es Paul Dano y que no ha hecho más que crecer desde que consiguiera su primer papel destacado como el hijo que hacía voto de silencio dentro del variopinto grupo familiar de “Pequeña Miss Sunshine”. Más de una década después se ha convertido en uno de los actores más valorados de su generación y es que, a sus 33 años, su particular físico e inquietud artística le ha permitido abordar un tipo de personajes alejados del de otros compañeros contemporáneos. Teniendo en cuenta esa vena autoral, salta ahora como director y guionista (acompañándole en esta última faceta su pareja Zoe Kazan) de una cinta que adapta la novela de Richard Ford sobre un adolescente que asiste al desmoronamiento de la aparente felicidad del matrimonio de sus padres. La cinta inauguró la sección de la Semana de la Crítica del Festival de Cannes 2018 y en España se ha estrenado directamente en Movistar+.
La pareja está compuesta por Carey Mulligan y Jake Gyllenhaal y le corresponde al joven Ed Oxenbuld interpretar a ese adolescente de 14 años , hijo único, que desde su mirada ve como su vida tranquila y estable se revoluciona ante la nueva fase que experimenta la relación de sus padres a los que siempre ha querido, respetado y admirado. Un hecho que le ayudará, en parte, a crecer, abandonar la infancia definitivamente y tener que responsabilizarse tanto de sí mismo como de la nueva situación familiar ante unos padres que demuestran ser más egoístas e inmaduros que él.
La cinta está ambientada en la Montana de la década de los 60 y destaca en su diseño de producción y estética, notándose el esfuerzo de Dano por destacar en la puesta en escena sin que se percibiera su aire de novato. Y es que el actor metido a director demuestra un gran manejo de la cámara con detalle quirúrgico, primoroso en el detalle y en el simbolismo, e indudablemente clásico en el estilo y forma, sacando partido al torrente emocional que tiene la historia en sus profundidades y de la cual obtienen petróleo sus actores.
Paul Dano y Zoe Kazan han adaptado la celebrada novela corta de Richard Ford, "Incendios", sobre como un matrimonio sustentado frágilmente en la rutina de lo establecido cae hecho añicos cuando al padre le despiden de su trabajo de profesor de golf y decide irse a las montañas hasta el próximo invierno para ayudar a cavar zanjas que minen los habituales incendios en los bosques que colindan en el norte con Canadá. La actitud con la que encara este hecho la esposa y madre proviene de cómo ella cae en la cuenta de que siempre ha ido a remolque en la relación, estando obligada por las circunstancias de su marido a trasladarse a un lugar solitario que ni le gusta ni le hace sentirse identificada, habiendo renunciado años atrás a su carrera como profesora. Todo en forma de un inusitado rebrote de clarividencia tan desconcertante para ella y los suyos como catártico para su autodeterminación y necesidad de libertad.
La inseguridad propia de la adolescencia se ve acrecentada, desde la mirada del hijo y testigo de semejantes turbulencias, por cómo hace aguas esa imbatibilidad con el que uno siempre ve a sus padres hasta que es consciente de verdad tanto del paso del tiempo como de los avatares de la vida. Un padre con el suficiente orgullo para no querer volver al trabajo del que le han echado ni interesarle las propuestas que más convencen en este aspecto a su mujer, y una madre que en cierta manera se desmelena ante la ausencia de su marido teniendo un lío con un hombre separado de su mujer, mucho mayor que ella, bien posicionado económicamente y alumno suyo en el club de natación en el que colabora.
Una propuesta que vale su peso en oro no sólo por el retrato de unos personajes que se mueven en rebeldía, rabia, frustración, obstinación u orgullo, sino especialmente por las miradas de ese crío que ve cómo su madre tontea de manera frívola con su nuevo amante o cuando éste se ve obligado a confesar a su padre lo que ha pasado en casa realmente durante su ausencia. Y es que cuando el personaje femenino no tiene más que decir a su marido regresado que huele como una chimenea es que, evidentemente, algo irreparable se quedó por el camino de esa relación.
“Lo que arde con el fuego” conecta en cierta manera con la obra de otro escritor algo anterior a Richard Ford como es el caso de un Richard Yates cuya literatura ya sirvió de base para una cinta como “Revolutionary Road” (2008) con la que ésta tiene mucha similitudes en forma y fondo. Aquí no desde la perspectiva del espectador como “voyeur” sino desde la visión de un adolescente al que le crecen las alas a marchas forzadas dejando atrás definitivamente su dependencia infantil teniendo que ser autónomo por sí mismo tanto a la hora de conducir el vehículo familiar o tener que encontrar su propio trabajo. Y es que el Joe de 17 años de la obra de Richard Ford pasa a tener tres menos con el fin de acercarlo más a ese desligamiento de la infancia y acercarlo incluso a las propias vivencias de la infancia de Dano en la que él y su familia se mudaron varias ocasiones debido al trabajo de su padre como hombre de negocios.
Sin duda, y a pesar de que la novela también tiene el punto de vista de Joe, es el papel de la madre el que se lleva toda la atención. Carey Mulligan tiene un gran vehículo de lucimiento (que le valió una candidatura en los Independent Spirit Awards 2019) como esa mujer desorientada que llega a un punto en el que, ante la inestabilidad que se cierne sobre su matrimonio, y tras una vida en común idílica y convencional, no sabe ni qué es lo que quiere ni si realmente el problema está en la actitud de su marido o simplemente en ella misma reconociéndose ante un espejo por primera vez que no ha sido feliz. Todo ante nuevos intereses, deseos y sentimientos que rebrotan en ella cuando realmente sólo estaban esperando a salir teniendo que enfrentarse primero ella a sí misma para evitar hacer daño a los demás y que, por sus aceleradas acciones, su hijo termine mirándola con reproche.
“Lo que arde con el fuego” desprende un gran amor y respeto por la obra original siendo evidente la química que mantienen en su escritura la pareja formada por Paul Dano y Zoe Kazan que, a pesar de su juventud, destilan una gran madurez y poso a la hora de abordar toda la carga que encierra la obra y, teniendo que sacrificar buena parte de sus pasajes o conversaciones, no erradican su carga de profundidad ni traicionan el espíritu de una novela sobre la desorientación y sobre los claroscuros de ese “american way of life” en el que la búsqueda de oportunidades también deja muchos sueños y relaciones truncados por el camino ya que, aunque la condición humana es la de un ser sociable, también es inherente a él los diversos intereses y motivaciones que radican en la complejidad personal de cada uno a la hora de sentirse realizado.
Una cinta rodada con intimismo, clasicismo y primeros planos para una austeridad formal que aun así es resuelta con elegancia, dinamismo y, sobre todo, dando valor al peso del trabajo de sus actores, prevaleciendo la importancia del gesto, el silencio o la mirada frente a la réplica ingeniosa. A ello contribuyen Jake Gyllenhaal, Bill Camp y un sobrio pero enternecedor Ed Oxenbould como el joven protagonista y testigo de los hechos que conforman todos ellos un conjunto sutil y conmovedor.
Aunque hasta la fecha no se había adaptado ninguna de las obras del escritor, Richard Ford seguro que estará satisfecho ante la pulcritud, precisión y oficio con la que se ha abordado esta traslación de su novela que demuestra que tras sorprendernos como actor Paul Dano también puede dar muchas alegrías como director ya que el film rezuma calidad, inteligencia y la voz de un autor que se imprime de la melancolía y desesperanza de la obra pero también de la incertidumbre de estos momentos que nos ha tocado vivir.
Y es que aunque no sea una de las obras más conocidas del autor de “Un trozo de mi corazón” o “El día de la independencia”, sí que se erige como una de las más definitorias tanto de su tiempo como de la condición humana en general a la hora de enfrentarse, ayer, hoy y siempre a la crisis de la economía, la familia y los valores dejando al espectador profundamente conmovido.
Nacho Gonzalo