Las listas de Vinz Clortho: Extrañas parejas policíacas
Bien hallada criatura Teo:
Continuemos con esta especie de terapia por entregas donde el Maestro de las Llaves, oxidado por la espera, encuentra alivio a su atormentada mente. Es usted más barato que esos psicólogos a los que acuden en masa algunos ejemplares de humanos. Me pregunto si un psicólogo de esos no sería mejor, habida cuenta del bien que hizo al cine de Woody Allen. Pero no me haga caso, pues no es de psicólogos de lo que quería hablar hoy aquí.
Te confieso que no soy muy fan del cine español. Corrijo. No soy muy fan del cine español por el mero hecho de ser español, que es la razón principal por la que los defensores de “lo patrio” esgrimen con cierto aire de irrefutabilidad cuando invocan que hay que elegir la marca España a la hora de ir a las salas.
Huyo yo de estas películas. Huyo por dos razones, la primera de ellas es que sólo algunos directores me inspiran total confianza (y aun así a veces acaban traicionando dicha confianza), y la segunda es porque desconfío de todo cine que necesita de un empuje desmedido de publicidad en radio, cine y televisión, y muchas de las películas patrias, acomplejadas por la máquina de hacer churros llamada Hollywood, de un tiempo a esta parte tiran de esos recursos aprovechando que tal o cual grupo mediático ha participado en la producción. Ya saben lo que gusta a los grupos mediáticos de aquí sacar pecho, tanto que yo diría que el autobombo ocupa un nada despreciable 60% de sus contenidos. Pero nuevamente vuelvo a salirme del guión.
A pesar de mi lógica (creo yo) aversión por el cine español ultrapublicitado, no pude resistir la tentación de acudir a ver "La isla mínima". Dos razones para ello: a) Alberto Rodríguez y b) Raúl Arévalo. Dos razones tenía antes de verla. Después de verla puedo encontrar múltiples más y, entre ellas, la química existente entre los dos protagonistas; policías y de espacios ideológicos contrapuestos. Un dispar dúo al servicio de la ley. Lo que el crimen ha unido que no lo separen las desavenencias idiosincráticas. Y de esas va la lista de hoy, de extrañas parejas policíacas.
Límite: 48 horas (Walter Hill, 1982)
Aunque a priori no nos pueda sonar el nombre, la filmografía de Walter Hill es bien interesante. Pocos profesionales del cine pueden jactarse de haber dejado obras de culto en diferentes géneros como "Los amos de la noche" (1979) y "El gran despilfarro" (1985) y, de paso, haber participado en proyectos televisivos de la talla de "Historias de la cripta" o "Deadwood". Además nos dejó esta extraña unión compuesta por Nick Nolte y Eddie Murphy, una película que sirvió para dar trazas a todo el subgénero que nos ocupa hoy; el de parejas impensables surgidas a la fuerza para resolver crímenes.
Arma letal (Richard Donner, 1987)
Los 80 es cine de palomitas. No importaban las disquisiciones morales siempre y cuando hubiera una buena dosis de acción, tiros y alguna que otra chica guapa. El aporte a finales de la década de Richard Donner vino de la mano de introducir una extraña pareja que inauguraría una saga palomitera. Mel Gibson (en pleno ascenso meteórico) y Danny Glover, uno blanco y con un historial de comportamientos erráticos y fama de perturbado (el personaje que interpreta, quiero decir), el otro negro como el betún, con una trayectoria intachable y preocupado por salir de una pieza en cada caso para poder retirarse del cuerpo y disfrutar de su familia. Cuando el refresco de cola y los mentos se juntan sólo puede salir algo tan refrescante, efervescente y cáustico como el dúo formado por Martin Riggs y Roger Murtaugh. Y no me vengáis con que sois demasiado viejos para esto…
The corruptor (James Foley, 1999)
Una interesante y olvidada cinta con Mark Wahlberg y Chow Yun-Fat que redunda en la fórmula anteriormente expuesta. Dos policías, uno de origen asiático y otro estadounidense, que deben obviar sus diferencias para parar las bandas organizadas de Chinatown. A medio camino entre el cine de acción y el thriller policiaco.
Socios y sabuesos (Roger Spottiswoode, 1989)
Antes de que "Philadelphia" (Jonathan Demme, 1993) y "Forrest Gump" (Robert Zemeckis, 1994) pusieran a Tom Hanks en la senda del “cine serio”, el oscarizado actor se hallaba encasillado en un tipo de comedia ligera alocada en la que destacaban más sus histriónicas muecas que su calidad dramatúrgica. Esta película, titulada en español en otro alarde de imaginación "Socios y sabuesos" (me vas a permitir que no explique el juego de palabras, pues hasta el más ignorante de los Zuuls vería insultada su inteligencia), es una vuelta de tuerca Disney a la fórmula de la pareja incompatible de policías, incorporando un chucho que repartía equitativamente justicia y babas según se suceden los fotogramas. Como suele pasar en este tipo de películas, al final la adorable bestia peluda roba todo el protagonismo al actor. Como curiosidad, el mismo año, James Belushi protagonizaría un argumento muy similar aunque más enfocado al público adulto, con una dosis mayor de acción en "Superagente K-9" (Rod Daniel, 1989).
Sherlock Holmes (Guy Ritchie, 2009)
Pocos romances han hecho tanto mal a la Historia del arte como el que mantuvieron el realizador escocés y la otrora “ambición” rubia, hoy reconvertida en la quintaesencia de la vigorexia, Madonna. Pero, por suerte para los admiradores del gamberro realizador, Ritchie superó la ruptura primero con la tímida "Rocknrolla" (2008) y, sobre todo, con la enésima encarnación al celuloide de la extraña pareja más compenetrada de la historia de la ficción. Hablo, por supuesto, del anárquico y genial Holmes y del concienzudo y elegante Watson. La mera elección del reparto (Robert Downey Jr. y Jude Law) ya marca un contrapunto en estilos y caracteres. Y, aunque personalmente crea que esta encarnación cinematográfica de la pareja detectivesca británica por excelencia sea inferior a la que Martin Freeman y Benedict Cumberbatch llevan a cabo para recomendabilísima serie de la BBC, quería cerrar este listado de extrañas parejas policíacas con este título porque, qué diantre, es una película bien divertida.
“El Viajante vendrá en una de las formas preestablecidas. Durante la rectificación del Vuldronaii el Viajante toma la forma de un gran Torb. Luego, durante la tercera reconciliación del último suplicante de los Meketreks escogieron otra forma para él: ¡la de un gran Sloar! Muchos Shubs y Zuuls descubrieron lo que era asarse en el fondo del Sloar aquel día, os lo aseguro”.
Vinz Clortho