Judy Holliday, la rubia ingenua que no llegó a ser la estrella que merecía
Querido Teo:
No fue una de las grandes de Hollywood pero eso no se debió a que careciera de méritos propios. El ser una comediante de altura, su carisma en pantalla y sus dotes para la interpretación y la canción la convertían en una figura digna del estrellato. No fue así y es que, a pesar de ser una de las actrices más queridas de la década de los 50 e incluso ganar un Oscar a la mejor actriz, a día de hoy no tiene el estatus que merece. El pasado 21 de Junio se cumplieron 100 años de su nacimiento y es el mejor momento para reivindicar a Judy Holliday.
Judy Holliday nació en Nueva York, siendo la única hija de Abe y Helen Tuvim, inmigrantes judíos rusos. Tras actuar con grupos estudiantiles, logró entrar en el mundo de la escena profesional gracias a trabajar como telefonista en el famoso Mercury Theatre de Orson Welles. Todo ello supuso el paso previo para formar parte de un espectáculo de discoteca y centrarse ya en lo que tenía claro que quería ser, una actriz que entretuviera al público, como así se sentía cada vez que pisaba el escenario en obras de teatro y musicales de Broadway.
Su carrera comenzó en 1938, como miembro de un grupo de cabaret llamado The Revuers. Los otros miembros del grupo fueron Betty Comden y Adolph Green, futuros guionistas de “Cantando bajo la lluvia”, Alvin Hammer y John Frank. The Revuers tuvo una sede estable en Nueva York hasta que se disolvió en 1944 y, gracias a su éxito, Judy pudo debutar en Hollywood junto a sus compañeros con la película "Greenwich Village" (1944), un musical dirigido por Walter Lang, aunque finalmente la participación del grupo quedó fuera en la sala de montaje. En verdad era Judy la que interesaba realmente a la compañía Fox y eso provocó que firmara con la compañía volviendo a aparecer brevemente en títulos como "Something for the boys" (1944) de Lewis Seiler y "Cita en los cielos" (1944) de George Cukor. A pesar de ello el contrato no le sería renovado decidiendo la compañía no invertir en el potencial que en ella residía y que no supieron o no quisieron ver. Para ellos era muy graciosa pero el físico no encajaba en el perfil que quería el Estudio.
Este jarro de agua fría llevó a Holliday en refugiarse en el teatro donde comenzó a pulir su personaje de rubia ingenua y graciosa que se convertiría en su marca de fábrica. Fue primero en “Kiss them for me” en 1945 y después volviendo a Broadway al año siguiente con “Nacida ayer”, sustituyendo a la inicialmente prevista Jean Arthur, obra en la que interpretaba a Billie Dawn, la novia de un mafioso que es pulida para poder relacionarse con la clase alta de la sociedad. Sin saberlo representaba el que sería, sin duda, el papel de su vida. La obra fue un éxito y Hollywood no tardaría en hacerse con los derechos para llevarla al cine.
A pesar de la insistencia del autor de la obra, Garson Kanin, de que contara con ella Columbia no estaba muy por la labor de que una desconocida fuera la protagonista de la versión cinematográfica de “Nacida ayer”, calificando a la actriz de gorda judía, pero no se pudieron negar tras sorprender como la robaescenas de “La costilla de Adán” (1949), la acusada defendida por Katharine Hepburn en la deliciosa "screwball comedy" de George Cukor llevándose el corazón de la película como una mujer arrollada por las circunstancias, sus actos, el machismo y la maquinaria judicial. Una rubia tonta más inteligente de lo que parece y que lograba empatizar con el espectador.
“Nacida ayer” se convirtió en un éxito y catapultó a Judy Holliday como la actriz del momento ganando el Globo de Oro y el Oscar por el papel que le había mantenido cinco años atrás en el mundo de la interpretación y que la rescató en un momento de incertidumbres y dudas sobre su talento. Una estatuilla siempre menospreciada por el hecho de que se la ganara a Anne Baxter y Bette Davis por “Eva al desnudo” y a Gloria Swanson por “El crepúsculo de los dioses” pero que, por una vez, hacía que un trabajo cómico de una estrella en ciernes prevaleciera frente a roles más dramáticos. Había nacido una estrella hasta que la caza de brujas truncó su carrera.
En 1950 Holliday fue objeto de investigación por el FBI alegando posibles lazos con el comunismo. La investigación concluyó a los tres meses ante las pruebas poco concluyentes en su contra. El hecho de que sus padres fueran de origen ruso no ayudó y Holliday hizo su mejor interpretación en la declaración en Washington ante el comité hablando más como si fuera su personaje de “Nacida ayer” que como ella misma, sacando partido a esa imagen de pocas luces con la que se había presentado ante el público.
Ahí demostró su verdadera inteligencia, ocultándola en pro de sus intereses, y la acusación comprobó que no tenía nada que rascar. Holliday no dio nombres frente al comité, salió con la cabeza alta pero también pasó a formar parte de la lista negra de Hollywood por lo que a partir de ese momento se encontró con muchos problemas para trabajar en radio y televisión durante los tres años siguiente siendo Harry Cohn, el magnate de Columbia, el único que la ayudó a seguir adelante.
Volvería a trabajar con George Cukor en “Chica para matrimonio” (1952) y “La rubia fenómeno” (1954) así como con Richard Quine en “Llenos de vida” (1956) y “Un cadillac de oro macizo” (1956). Al menos quedaba el teatro donde sí que tuvo más presencia durante esos años en los que ya Hollywood no estaba muy por la labor de contar con ella. Fue el caso de “Suena el teléfono” que le valió un Tony en 1957 y que también supondría su despedida del cine en 1960 con la versión a cargo de Vincente Minnelli dando vida a una telefonista que acaba introduciéndose en un mundo de apuestas clandestinas relacionado con sus clientes.
Poco después, y tras encontrarse mal en una representación, fue diagnosticada con un cáncer de mama que terminaría superando convirtiéndose en imagen para concienciar a la sociedad de una enfermedad de la que no se quería hablar. Aun así el cáncer volvió a golpearle cuando en una revisión médica se descubrió que se le había extendido por otras partes del cuerpo.
Judy Holliday murió el 7 de junio de 1965 a los 43 años después de que la mala suerte se cebara con ella dejando una carrera que alcanzó un momento álgido que fue demasiado efímero en el tiempo. Aun así su huella sigue presente y su presencia en pantalla siempre reconforta como la chica inocente que no necesitó más que de un puñado de películas para ser recordada por los espectadores ante su indudable capacidad para conectar con ellos.
Nacho Gonzalo