"High-rise"
La web oficial.
El argumento: La historia narra la llegada del doctor Robert Laing a la Torre Elysium, un enorme rascacielos dentro del cual se desarrolla todo un mundo aparte, en el cual parece existir la sociedad ideal. Pero secretamente, el recién llegado se sentirá perturbado ante la posibilidad de que este orden utópico no sea tal. Sospechas que rápidamente serán corroboradas de la forma más siniestra.
Conviene ver: "High-rise" es lo nuevo del director de “Turistas”, una cinta de las que generan encendidos debates entre los que la elevan a cinta de culto y a los que les ha parecido una patochada que se excede en regodea en su aspecto más gore. Una distopía adaptando el clásico literario de J.G. Ballard en la que un neurocirujano se muda a un rascacielos en forma de complejo de ocio, tan anodino como intrigante, que actúa como reflejo de una sociedad clasista sustentada por el arquitecto que construyó el inmueble y también por unos vecinos muy peculiares que, en función de su estrato social, viven en él como si fuera una particular selva en el que la aparente calma solo es una fachada distópica entre las clases altas en un mundo snob y de pistas de tenis y las bajas cercanas al caos y la inmundicia, extremos incluso de miembros pertenecientes a una clase media desconectada de todo grupo aspirando a algo más pero contentándose con lo que hay. Un retrato áspero y mugriento sostenido por una atmósfera preapocalíptica en un reflejo crítico de la cloaca hedonista e impersonal de nuestro tiempo al que lo que más se le puede achacar es tener un final que desbarra bastante y que se pasa de tortuoso. En la cinta nos encontramos un nuevo duelo entre Tom Hiddleston y Jeremy Irons (el doctor y el arquitecto), habiendo coincidido ya como padre e hijo en la miniserie británica shakesperiana “The hollow crown”, siendo Luke Evans el que al final les acaba ganando terreno con un personaje que desata (aunque sea paradójico) la cordura a través de la rebelión con una punzante e intrigante versión de un tema de ABBA que se erige como leitmotiv en permanente grito de auxilio. Por cierto, a los que les hace gracia ver bailar a Tom Hiddleston (confesó en la rueda de prensa del Festival de San Sebastián que su principal escuela en este campo son los pubs nocturnos en la Inglaterra de los 90) hay una escena/ensoñación en la que vuelve a demostrar sus aptitudes en este campo. Una cinta a la que le falta algo de consistencia para perdurar, y evitar que el público no se quede al margen de todo lo que quiere contar, pero que es una opción más que recomendable y genuina digna heredera del cine de Kubrick, Lynch y Cronenberg.
Conviene saber: Ben Wheatley adapta la novela de J.G. Ballard.
La crítica le da un SEIS