Fantasías de cine: “La tumba de las luciérnagas” (1988), las penurias de la guerra bajo el prisma infantil
Querido Teo:
Las películas bélicas, salvo excepciones, normalmente hacen las veces de denuncia y tratan de hacernos ver algo que, por otro lado, no es muy difícil de ver; la inutilidad de las guerras, el dolor innecesario que se causa a las víctimas, el horror, el odio incomprensible, la destrucción, la muerte, etc...
A finales de los 80, pocos creían que el cine de animación contase con la suficiente capacidad para explicar historias adultas para todos los públicos. Takahata, responsable de las míticas series niponas “Heidi” y “Marco”, sorprendió a todo el mundo con “La tumba de las luciérnagas”.
Es uno de los primeros ejemplos del género en alejar esa visión de que el animé es sólo infantil, violento, pornográfico o de adolescentes, adelantándose a la idea de que, además, puede ser un excelente medio de denuncia social, de cine comprometido y maduro en sus acepciones más amplias.
La historia nos sitúa en la Segunda Guerra Mundial, y nos cuenta el sufrimiento y sacrificio de dos hermanos; Seita y Setsuko, un chico de 14 años y una niña de 4. Tras la muerte de su madre en un bombardeo, tienen que sobrevivir a las penurias provocadas por la guerra. Pierden su casa, son rechazados por su familia más cercana, y además la comida escasea.
En medio de toda esta tragedia, la ilusión de los protagonistas por seguir viviendo, y la pasión del chico por hacer que su pequeña hermana tenga sus momentos de felicidad, envuelven de emoción toda la película.
Se suele etiquetar a esta película cómo una de las más tristes de la historia, algo con lo que estoy de acuerdo; en muy pocas ocasiones, he visto una película tan dura, tan triste y tan hermosa a la vez.
El abandono, el hambre, la guerra, los abusos, serán el plato de cada día en la vida de estos hermanos que vivirán día a día con la esperanza de volver a sentir el calor de un hogar, una caricia, o algo tan sencillo como una caja llena de caramelos.
El problema que encuentro es que llega un momento en el que el espectador necesita un respiro entre tanto drama. Y la película no solo no se lo da, sino que se recrea más si cabe en la tragedia de estos dos niños.
Pero la película intenta transmitir verdades, no quiere otorgar un final feliz al estilo de las historias de Disney; simplemente refleja una realidad humana, la del dolor y la pérdida en los conflictos bélicos, algo que siempre ha existido. Pero pese a esta reticencia, encuentro que es una película que perdura en el tiempo, y que cala muy hondo en el público, ya que es muy realista.
No conoció el 3D ni el cine digital, pero todavía hoy, esta historia se defiende gracias a la tristeza de sus imágenes y a la terrible vigencia de su mensaje. No la disfrutarás, pero no podrás olvidarla.
Juan Israel Aldana