Fantasías de cine: “La historia interminable” (1984), el espíritu de aventura convertido en clásico

Querido Teo:

Escondido en el desván de su colegio, Bastian devora durante las horas de clase un libro enigmático, ”La historia interminable”, que relata la paulatina destrucción del Reino de Fantasía. Una especie de “Nada” misteriosa destruye el país y a las criaturas que lo habitan. A medida que avanza en la lectura, Bastian se da cuenta de que la salvación de Fantasía depende de él; de que consiga entrar dentro del libro... Se basa en la primera parte del famoso libro de Michael Ende y, aunque luego se llevaría al cine el resto del libro, sólo esta primera parte es la que permanece realmente en la memoria.

Se trata de una película bonita, que cuenta una bonita historia, y con moraleja. Es una pena que no fuera una película enfocada para un público más juvenil, o hasta adulto. Rodada de otra forma, con un tono más serio, sin tanta fantasía y con una profundidad mayor hubiera sido excelente, principalmente porque la historia es bastante atractiva.

El problema es que no ha envejecido bien (como pocas de su género); se puede decir que en montaje, efectos visuales y de sonido, maquillaje, etc... cualquier película actual del género la supera, y eso se nota.

Por otra parte, da la sensación de que la historia, a pesar de tener mucha miga, ocurre con demasiada rapidez. Esto me parece un lastre para la película. Por supuesto que muchos ahora desearían que se hubiesen esperado unos años más para realizar una adaptación del libro en manos de alguien como Peter Jackson. Pero si nos dejamos de estas conjeturas y nos abstraemos un poco, nos daremos cuenta que este filme está supeditado totalmente a su época, los 80.

El alivio de éste servidor es que nunca se leyó el libro y además vivió su infancia cerca de esos años. El triunfo de la imaginación sobre la razón es el “leit motiv” de todo el espectáculo.

La “Nada” no es más que la rutina, las obligaciones y las responsabilidades del día a día que, conforme crecemos, van minando nuestra capacidad de asombro y dejan poco espacio para la fantasía. Se “come” literalmente los sueños dando paso a una realidad que nos absorbe y, sin darnos cuenta, desaparecen aquellas sensaciones que, siendo más pequeños, nos atraían sin apenas resistirnos.

Por eso, por culpa de la Nada, cualquier película, cómic u otro medio en el que de pequeños hemos disfrutado de aventuras en mundos imaginarios y personajes fantásticos, al volver a revisitarlo con más edad, nos damos cuenta muchas veces de que no era para tanto.

Según el film, nuestra propia Nada ha conseguido destruir el mundo de Fantasía, que tan rico y próspero llegamos a crear siendo niños. Combatirla es siempre posible, pero se hace tan difícil, casi como la travesía del pobre Atreyu. En retrospectiva, puedo decir que aprendí un par de cosas gracias a esta película; la principal es que cuando no hay sueños, ni imaginación, y pierdes la esperanza, entonces surge la Nada. Y me alegra que sean los buenos los que ganen.

Me quedo con la versión doblada que disfruté de niño. La secuencia central del vuelo del dragón con su música inolvidable y la elocuente escena del fracaso del gigante de piedra me bastan para atesorarla para siempre.

Y recuerda su mensaje; no debemos permitir que nuestra acelerada y prosaica existencia elimine la fantasía, no debemos dejar que ésta sea devorada por la dejadez y el olvido. Debemos dar a nuestros niños la oportunidad de vivir sus fantasías y así prepararse para una vida adulta más plena

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Juan Israel Aldana